Celestino Corbacho o el valor político de la ignorancia discreta
El Insomne pensó primero en docta ignorantia como predicado predicable de Celestino Corbacho, pero en seguida cayó en la cuenta de que era demasiado —too much!– semen para un hombre con tan pocos y tan pobres atributos intelectuales.
Lo más probable es que, a estas alturas, el susodicho, y acaso políticamente interfecto, aún no sepa ni quién es Nicolás de Cusa ni haya oído hablar de su libro capital.
Celestino Corbacho formó parte, con Carme Chacón, del último contingente que los separatistas catalanes –como ha quedado dicho, explicado y demostrado en esta página, todos ellos convergentes– enviaron a los Madriles en calidad de palomas de paz y quintacolumnistas.
Su misión era y sigue siendo poner pie en el Gobierno de la nación (léase Estado) y así preparar el parqué a agentes con más ambición y perfidia.
Y en esas debían de estar cuando los confidentes de Zapatero descubrieron que la tal Chacona era en realidad una charnegueta empeñada en hacer méritos/deméritos para integrarse en la élite de la burguesía económico-política de Cataluña conocida como el Rovell de l’ou, mientras que el tal Corbacho era un hombre de una ignorancia tan incurable por profunda como encomiable por discreta.
El Insomne, nacido por última vez en la Alta Extremadura, se atreve a afirmar por su cuenta y casi riesgo que el pacense Celestino Corbacho posee una vena pacífica y conciliadora que rima o podría rimar perfectamente con el talante franciscano y beatífico que se atribuye a Guillermo Fernández Vara, paisano y correligionario suyo.
Con respecto a Corbacho, la primera medida gubernamental consistió en no dejarle ni hablar ni intervenir.
Insólito.
El jefe del Gobierno de la nación deja sin trabajo a su ministro de Trabajo y, después de transformarlo en convidado de piedra, le obliga a emigrar de nuevo a Cataluña provisto de un salvoconducto y un mensaje para el presidente de la Generalidad en el que dice y ordena: «Monti, hazte cargo de este subalterno. Enchúfale en tu equipo para la campaña. Ya sabes que no es peligroso».
Horas después, el ordenante completa el mensaje con una llamada telefónica en la que recomienda a su astuto y siempre desleal cómitre:
«Monti, por favor, pon un poco de cuidado y no me envíes más agentes de la burguesía convergente. Aquí, la tropa está que trina. Los coroneles no tragan. Dicen que los soldados no quieren desfilar delante de un espantapájaros».
En resumidas cuentas, parece ser que Zapatero se ha deshecho de su ministro en paro y se lo ha endosado al sacrílego Monti para que le acompañe en las listas catalanas a la próximas elecciones. Los dos confían en que Corbacho, extremeño de procedencia y acento, rescate algunos votos de sus compatriotas y correligionarios.
Luces no tiene; mala leche, tampoco. El pobre lo único que quiere es sobrevivir y, si es posible, medrar.
Es lo que él dice para sus adentros: «Si otros lo han hecho y lo hacen, ¿por qué no puedo hacerlo también yo?»
Y, a decir verdad, en política la ignorancia, si es discreta y está bien administrada, puede dar mucho juego y mucho jugo.
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