España, España, España

Si la creación de España, como patria y nación, fue el fruto de una cadena de actos de lealtad, heroísmo y valentía, ¿puede ahora una cadena de actos de deslealtad, traición y cobardía significar su destrucción? Yo, Ramón Ibero, español nacido en Hervás, Cáceres, en 1934, no estoy dispuesto ni a aceptarlo ni a permitirlo ni a vivirlo.

Zapatero, rehén de los separatistas


Confederación — destrucción — independencia

Hace tiempo, después de mucho pensar, Pájaro bobo llegó al convencimiento de que ese ser vil y miserable que es José Luis Rodríguez Zapatero se proponía servirse de los separatistas vascos y catalanes para llegar al Estado federal, primero, y, después, al Estado confederal. Pero como en el tocomocho y prácticamente en todos los timos, en éste el listo ha resultado ser el tonto y los tontos han resultado ser los listos. Ahora ese ser vil y miserable que es José Luis Rodríguez Zapatero se ha convertido en rehén de los separatistas vascos y catalanes, y son ellos los que le dictan lo que debe hacer si quiere conservar la cabeza política, que afortunadamente no conservará. La contumaz deslealtad de ese ser vil y miserable que es Zapatero constituye un regalo para personajes de la calaña de Ibarreche, Pujol y Maragall. Ellos le enseñarán cómo se tima a un aprendiz de timador, aunque es muy probable que, aun así, el tal Zapatero va seguir sin enterarse y, claro está, sonriendo.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿es lícito que el destino de España y la vida de los españoles estén en manos de un delincuente, rehén de delincuentes?

De la Realpolitik a la política de la puta i la Ramoneta

Aportación catalana a la historia de las ideas políticas

El término Realpolitik fue acuñado por Ludwig von Rochau en su libro Grundsätze der Realpolitik [Fundamentos de la Realpolitik], donde lo define como la política de los hechos posibles. Años después, Otto von Bismark lo erigió en el principio táctico-estretégico de su actividad como canciller de Prusia, lo que le llevó a renunciar a cualesquiera compensaciones territoriales por parte de Austria, vencida en el campo de batalla, para concentrarse en la unión y consolidación de Alemania como una sola nación. A partir de entonces, el núcleo conceptual de la Realpolitik ha sido objeto de muy diversas interpretaciones teóricas y prácticas. Aun así, en ellas se suele insistir en aspectos que tienen que ver con la realidad inmediata, incluso material, frente a las ideologías, en lo nacional frente a lo extranjero, en lo práctico frente a lo ético. Es comprensible que siguiendo esa línea se haya llegado a relacionar, incluso a identificar, la Realpolitik con actitudes maquiavélicas y faltas de ética. En cualquier caso no deja de resultar llamativo que el equivalente anglosajón sea Power politics, «política de fuerza», forma de pragmatismo que tuvo su exponente más destacado en los Estados Unidos de Nixon y Kissinger.
Fer la puta i la Ramoneta es una expresión del catalán coloquial que sirve para definir, de una manera casi amable, comportamientos basados en el juego doble. Pájaro bobo la adoptó a finales de los años ochenta del siglo pasado para definir la posición de los separatistas catalanes frente a la de los vascos, lo que le llevó a acuñar el término política de la puta i la Ramoneta como variante sui generis de la Realpolitik en cuanto manera de actuar basada en la utilización combinada de gestos de amistad, lealtad e incluso sumisión con otros de deslealtad en los que no faltaban las traiciones y las puñaladas por la espalda. Y ahí estamos. Las agresiones verbales y gestuales al Rey, como símbolo de España, son la última manifestación de una larga serie de actos de traición que se han ido sucediendo y, al no haber recibido el tratamiento adecuado por parte del Gobierno, han desembocado en una afrenta de innegable gravedad. Mientras tanto, los Pujols, los Maragalls y demás miembros del Sanedrín catalán callan y se frotan las manos. Ahora ya se ven con fuerzas no sólo para conseguir la independencia de Cataluña con financiación a cargo del Estado opresor sino incluso para destruir España y convertirla en una colonia catalana con la colaboración de los españoles. Pájaro bobo considera que ha llegado el momento de demostrar a todos que el Rey es el Jefe del Estado y el mando supremo de sus Fuerzas Armadas.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿es posible que la política de la puta i la Ramoneta dé para tanto?

Impugnar el Estatuto de Cataluña: derecho y obligación


Cataluña, ese pequeño país cuyo Parlamento, fruto de una conjura, es utilizado como instrumento para legalizar la opresión

En opinión de Pájaro bobo, la entidades ciudadanas vinculadas a la comunidad de lengua española de Cataluña deben impugnar conjuntamente el llamado Estatuto de Cataluña ante el Tribunal Constitucional por dos razones básicas:
Primera. Porque, a pesar de que la comunidad de lengua española es mayoritaria en Cataluña toda vez que equivale al cincuenta y dos por ciento de su población total, en la elaboración y redacción del Estatuto no intervino ningún representante de dicha comunidad.
Segunda. Porque, a pesar de que la comunidad de lengua española es mayoritaria en Cataluña, en el mencionado Estatuto no se reconoce su existencia como realidad social y, por consiguiente, tampoco se respetan los derechos de sus miembros como ciudadanos españoles.
En este contexto no es en modo alguno lícito hablar de una sociedad catalana sin mencionar las dos comunidades sociolingüísticas que la forman.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿puede el Tribunal Constitucional refrendar, validar o aprobar un texto normativo que vulnera abiertamente los derechos de los españoles residentes en la Comunidad Autónoma de Cataluña como colectivo y como individuos?

Cataluña: dos comunidades: una comunidad opresora y una comunidad oprimida

Punto de partida obligado de estudios y denuncias a cargo de juristas y profanos

Como en Cataluña hay dos comunidades sociolingüísticas grosso modo numéricamente paritarias, se comprende que toda normativa legal de carácter social que quiera ser representativa y, por lo tanto, genuinamente democrática debe tener en cuenta esa realidad y, consecuentemente, respetar los derechos y las obligaciones de ambas comunidades. El llamado Estatuto de Cataluña no sólo vulnera globalmente todos los derechos de la comunidad de lengua española de Cataluña sino que incluso niega y oculta deliberadamente su existencia. Estamos, pues, ante una sociedad con dos comunidades: una opresora y otra oprimida. La opresión adquiere aquí su expresión más radical y más perversa en cuanto que se niega y se oculta dolosamente la existencia de la comunidad oprimida. El mencionado Estatuto de Cataluña fue redactato exclusivamente por representantes de la comunidad opresora. En opinión de Pájaro bobo, ese es el punto de partida obligado de todo estudio de dicho documento y causa suficiente de su invalidación.
Pregunta ingenua y intempestiva: ¿estamos ante un caso flagrante de fraude de ley, de abuso de derecho o de ambos a la vez y de otras muchas cosas más?
Nota
Pájaro bobo no es jurista, sólo un ciudadano español residente en Cataluña y, como tal, sometido a condiciones de muerte civil.

Táctica del independentismo catalán: del eje horizontal al eje vertical

A Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constiutional, para que lea, aprenda y se avergüence

Si en un primer momento, ya en los albores de la democracia, los separatistas catalanes se cuidaron de que sus hombres, distribuidos entre los diversos partidos, coparan todo el espectro político-social de Cataluña —plano horizontal—, de manera que aquí sólo hubiera partidos catalanistas, separatistas e independentistas y todo aquel que quisiera votar tuviera que votar necesariamente catalanista, separatista e independentista, después ese mismo plano, basculando sobre cualquiera de sus dos extremos, se convertía en un frente nacional —plano vertical—, formado por la totalidad de los votantes de Cataluña, más de seis millones de personas, cuando la realidad era que más de la mitad de ellas (exactamente cuatro millones doscientas mil) habían sido despojadas de uno de sus derechos constitucionales, concretamente del derecho a elegir libremente a sus representantes, y, por lo tanto, se hallaban, al menos parcialmente, en situación de muerte civil, toda vez que tenían que elegir como representantes políticos a los designados por sus opresores.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿alguien tiene tanto poder y tanta perfidia como para impedir que un día se sepa lo que ha ocurrido y está ocurriendo en Cataluña durante los últimos treinta años?

El Ómnium cultural y el independentismo catalán

Del Rey de España sólo quieren su cabeza

Si en el pasado la política de los separatistas catalanes, desde Pujol ben Gurion hasta el carallot (botarate) Carod pasando por Maragall ben Ariel, se distinguó siempre por su sigilosa perfidia y su capacidad de actuar simultáneamente en diversos frentes y en diversos planos al mismo tiempo de acuerdo con lo que Pájaro bobo definió en su momento como política de la puta i la Ramoneta, ahora la situación empieza a cambiar claramente, pues parece que los agentes de sus avanzadillas tienen orden de actuar a plena luz de día; con la cara cubierta, pero a plena luz de día. Esas avanzadillas reciben instrucciones y, naturalmente, cobertura y protección de instancias próximas a la Generalidad o, más exactamente, al Sanedrín a través de Ómnium cultural, en este caso contracultural. Subvencionada generosamente por el gobierno autonómico con el dinero de todos los españoles (en torno a un millón de euros al año), esta entidad tiene a su cargo grupos organizados que se dedican sistemáticamente a reventar actos de signo español, a acosar y hostigar a personas no gratas al catalanismo y a organizar manifestaciones y campañas de claro signo independentista. Lo ocurrido en Gerona por partida doble con los retratos del Rey, el macabro mensaje enviado a Albert Rivera, líder del Partido de los Ciudadanos, y el acoso al que se ven sometidas en estos momentos cientos de personas en Cataluña son una muestra de que el separatismo catalán ha decidido pisar el acelerador y pasar a una etapa de acción directa y abierta. Miserables, miserables.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿es lícito que el gobierno de España financie a través de la Generalidad las acciones de grupos independentistas organizados?

El ciudadano Albert Rivera y los trabucaires de Sant Jordi

La hora de la verdad: abajo los tópicos

Durante siglos, incluso durante milenios, fue fama que a los judíos no les iban ni las armas ni los actos violentos. Pero lo cierto es que esos judíos, con el nombre de hebreos o israelitas (hijos de Jacob), cruzaron el mar Rojo guiados por Moisés, judío, gentil o mischling, y llegaron a Palestina, donde siglos más tarde fundarían un Estado moderno a golpe de trabuco, sabotaje, guerrilla urbana y guerra en campo abierto. Habían destruido el mito, su propio mito, y el tópico de todas las historias de judíos. Las campañas del Sinaí, con la guerra de los Seis Días como culminación épica y gloriosa, fueron el cartel anunciador de una nueva manera de ver la vida y de ser vistos por los demás pueblos de la Tierra. Ahora, los judíos ya no se dejan matar y exterminar como en Auschwitz, sino que saben luchar e incluso matar como Dios manda. Los sesenta años del Estado de Israel son sesenta años de guerras y acciones de exterminio en los que el pueblo elegido ha llevado siempre no la mejor parte pero sí la parte menos mala. Y ahí sigue.
Durante mucho tiempo, en este caso infinitamente menos, se dijo que a los catalanes, acaso por razones de atavismo, no les gustaban los actos de violencia física y, mucho menos, las guerras y, mucho menos, las agresiones a cara descubierta; que, por razones de idiosincrasia o tarannà, en Cataluña nunca arraigarían los métodos de los vascos y los trabucaires etarras. Aun así, Pájaro bobo, por la parte que le toca como blanco anotado en las listas negras del Sanedrín, lleva tiempo observando, sin ningún miedo pero con creciente preocupación, la escalada catalanista-separatista y, paralelamente, la expresión de odio, arrogancia y sentimientos afines apreciable en los rostros de los más belicosos hijos de Sant Jordi. Ciertamente, las cosas han cambiado sustancialmente en treinta años. El ciudadano Albert Rivera, antes desnudo y ahora, además, con una bala auténtica en su carné nacional de identidad, es una prueba de ello.
Dos preguntas ingenuas e intempestivas
¿Por qué los aspirantes a asesinos se esconden y tienen miedo a sus víctimas?
¿Por qué las víctimas ni se esconden ni tienen miedo a sus potenciales asesinos?

Apuntes para una historia verídica de Cataluña: de una dictadura española a una dictadura antiespañola

A Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional, con el deseo de que Dios le conserve la docta ignorancia

Cuando en 1978 se instauró un régimen formalmente democrático de los Pirineos para abajo, elementos catalanistas, casi siempre camuflados en organizaciones religiosas, llevaban años, incluso decenios, intrigando en las entrañas de la dictadura. Una de las acciones más conocidas de aquella bona gent fue la campaña político-religiosa impulsada con el sibilino lema «queremos obispos catalanes», ya en las postrimerías de un franquismo agonizante pero aún temido por los habitantes de estas tierras en general y por sus cabezas pensantes e intrigantes muy en particular. Más tarde, y esto es sin duda lo más significativo de todo el hecho desde el punto de vista sociológico, esos mismos feligreses actuarán como elementos de contacto y enlace/trasvase entre el feneciente orden franquista y el emergente proyecto catalanista. Habida cuenta de la historia del Principado y la idiosincrasia de sus habitantes, se comprende que, después, colaboradores y colaboracionistas no sean anatematizados como traidores sino ensalzados tanto por su fidelidad al país como por su aportación a la nueva causa colectiva, pues con su labor contribuyeron decisivamente a que las instituciones catalanas no pasaran a manos extrañas y, en definitiva, no se desnaturalizaran y no se perdieran para siempre.
Como tantas veces en la historia, en aquellos años de incertidumbre los focos de rebelión abierta y espontánea surgieron en las barriadas de la gran urbe y en las ciudades de su cinturón industrial y fueron protagonizados, en la mayoría de los casos en solitario y a pecho descubierto, por los obreros españoles —comunistas y socialistas— en las calles y las fábricas. Fue la hora histórica de los charnegos y su incierta gloria. Mientras tanto, los líderes y los políticos catalanes preferían reunirse en sacristías y conventos, cedidos caritativamente por mossens y capellans, para dirigir las manifestaciones obreras y ciudadanas pero sobre todo para organizar y preparar la toma del poder, actividad sigilosa y doblemente desleal, practicada siempre y sólo a distancia. Así, cuando se instauró oficialmente la democracia en España y sus regiones, los conjurados ya tenían a punto un plan para que aquí el poder, todo el poder, pasara inmediatamente a manos catalanas, de modo que en Cataluña la política la hicieran los catalanes, sólo los catalanes, tanto para ellos como para los no catalanes. El plan consistía en copar la dirección y la estructura organizativa de todos los partidos del espectro político mediante un movimiento sigiloso y, a ser posible, rápido de expansión-monopolización horizontal, con objeto de que sólo hubiera partidos catalanes/catalanistas y todo aquel que votara tuviera que votar necesariamente catalanista. Así, la implantación de un régimen democrático en Cataluña constituyó un fraude y ese fraude respondió a una conjura. Los españoles de Cataluña fueron utilizados como fuerza de choque y carne de cañón en la lucha por el derrocamiento de la dictadura de Franco, al fin y al cabo una dictadura española, y luego fueron sometidos alevosa y deslealmente a una dictadura antiespañola. Gracias a su legendaria y acreditada perfidia, una comunidad sociopolítica minoritaria se impuso a una comunidad mayoritaria en una proporción del sesenta al cuarenta por ciento y la borró del mapa político, social y cultural, tan pronto como se hizo con el poder. Así se fraguó la imagen de una Cataluña política, social y lingüísticamente monolítica. Y ahí seguimos. Miserables, miserables.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿sería lícito que, ahora, esa situación fuera refrendada como democrática e inamovible por el Tribunal Constitucional con su veredicto sobre el último Estatuto de Cataluña?

Un ciudadano pregunta

El escrito de Francesc de Carreras ¿Convergència se acaba?, publicado hoy, jueves, en La Vanguardia es, por su cinismo, una auténtica provocación.
Catedráticos y no catedráticos saben muy bien que, al margen de la pantomima democrática, en Cataluña hay un solo partido, un partido burgués y como tal presidido por una supraideología burguesa, que copa todo el espectro político y no deja espacio libre a ningún otro partido. Como esto lo sabe incluso Francesc de Carreras, le pregunto: ¿qué importa que mande Pujol o Maragall si los dos son hijos políticos de la misma madre? ¿Y tú a qué juegas? O, si lo prefieres, ¿a dónde disparas? Miserable, miserable.

Nota
Para entender y aceptar lo que digo deberías entender y aceptar que el llamado nacionalismo catalán es en realidad un movimiento burgués y que todos los políticos catalanes, y también sus voceros, pertenecen a él. Son habas contadas; en total, cien familias.