Un Estado de derecho a merced de una banda de delincuentes

De verdad que no consigo comprender cómo es que un Estado de derecho llamado España sigue a merced de una banda de delincuentes autodefinidos como independentistas catalanes después de cuatro décadas de democracia y guerra sucia.

Considero que todo Estado de derecho dispone de la legitimidad y los medios necesarios para hacer valer la Ley en el ámbito de su jurisdicción y no entiendo cómo los separatistas catalanes pueden burlar de manera sistemática esa Ley e incluso el orden constitucional en su conjunto con total impunidad.

Menos aún entiendo que el Estado de derecho llamado España consienta y tolere que la banda de delincuentes  autodefinidos como independentistas catalanes se apodere de una parte del territorio nacional e imponga su propia ley en ella, al tiempo que sigue exigiendo  al Gobierno español  dinero con el que mantener y completar su independencia.

En cualquier caso, algo que ni entiendo ni probablemente llegaré a entender es que eso ocurra a diario delante de mis ojos y siga vivo y mínimamente cuerdo.

Ser testigo de una indignidad es una indignidad.

Solución del problema catalán avalada por Pedro Sánchez

Es sabido que para el separatismo más auténtico y, por lo tanto, más desleal en España no hay ni Estado de derecho ni leyes que valgan.

Los separatistas quieren diálogo de tú a tú con el Gobierno de España y, por descontado, siempre al margen de la Ley. Según ellos, eso es lo democrático.

Para mí eso significa que, a la postre, los separatistas han conseguido convertir una cadena de infracciones de la Ley de un Estado de derecho llamado Reino de España en un litigio político que debe abordarse y resolverse en el marco de una negociación política entre representantes del Gobierno y de la Generalidad en condiciones de igualdad.

La maniobra se completa cuando los separatistas presentan a Pedro Sánchez las listas de mediadores por parte del Gobierno español y por parte de la Generalidad y él no sólo las acepta sino que incluso se muestra dispuesto a  colaborar cumpliendo sus órdenes.

Separatistas catalanes del PSC y sus confluencias en representación del Gobierno de España y separatistas catalanes del PSC y sus confluencias en nombre de la Generalidad.

Estoy convencido de que tanto la idea como su puesta en práctica han sido obra de esa personificación de la perfidia llamada Miquel Iceta.

¿Funcionará? De momento está funcionando. Y con un Pedro Sánchez, encantado de la vida, en la cresta de la ola.

La hora de las organizaciones paramilitares

La historia europea de los dos últimos siglos nos enseña que la ocupación del poder por parte de  movimientos totalitarios alumbradores de futuros regímenes dictatoriales  acostumbra a ir precedida por la acción de  organizaciones militarizadas o paramilitares, creadas ad hoc,  que, además de ocupar las  calles en manifestaciones/demostraciones y desfiles clamorosos,  difunden e imponen a la sociedad las consignas del nuevo orden emergente/triunfante.

Así fue en la Europa de nuestro pasado casi inmediato y así ha empezado a ser ahora en la España de la futura República catalana.

El partido único es por definición hegemónico, absolutamente hegemónico. Siempre.

Para mí, el populismo es, más que ideología, retórica y tramoya.

Y si es cierto que la situación actual de Cataluña parece un fenómeno socio-político de última hora, también lo es que  en realidad ese fenómeno se ha ido gestando durante los últimos cincuenta años.

Mientras tanto, organizaciones paramilitares de obediencia catalanista han iniciado su actividad con una serie de intervenciones, secretamente  programadas, que en su conjunto se podrían catalogar como terrorismo de baja intensidad.

De momento, porque lo lógico es que la  intensidad vaya subiendo con el paso del tiempo hasta provocar el deseado cambio de régimen político en España por la vía de los hechos consumados, especialidad de la cocina catalana.

Dicen que ahí, en ese momento y en esa situación, el principio de realidad se impondrá a todas las leyes del Estado de derecho.

Y España dejará de ser España.

Eso no impide que ésta sea la hora de los Comités de Defensa de la República catalana con sus organizaciones subalternas y sus confluencias.

¿Asalto final?

Diversos indicios parecen indicar con toda claridad  que los separatistas catalanes se disponen a asestar el golpe definitivo a una España envilecida y arruinada.

El asalto final será una mera formalidad burocrática sin gritos de guerra ni derramamiento de sangre.

Está previsto que todo ello tenga lugar el próximo otoño.

¿Hay algún español dispuesto a dar su vida por España?

No hace falta, la traición se le ha anticipado.

Orden

Llevo muchos años pensando en el orden y, al hacerlo, procuro  pensar siempre con orden.

El orden como medio y el orden como fin.

A estas alturas de la historia humana es obligado admitir que hay muchos tipos de orden o, si  se prefiere,  muchos órdenes de orden. Yo he identificado unos cuantos para mi uso y consumo, pero, curiosamente, aún no los tengo ordenados por completo. Imagino que con un poco de benevolencia  a eso se lo podría llamar  orden in progress. 

Ejemplos:

Orden natural

Orden humano

Orden divino

Orden lógico o racional

Orden teórico

Orden práctico

Orden estático

Orden dinámico

Orden funcional

Orden in progress

orden espacial

Orden temporal

Orden espacio-temporal

Orden sincrónico

Orden diacrónico

Orden decorativo

Orden estético

Orden de elementos homogéneos

Orden de elementos heterogéneos

Etcétera, etcétera.

El orden -un orden a medio camino entre la lógica/racionalidad y la funcionalidad/estética- es mi elemento y mi alimento, pues en él vivo y de él vivo, o, al menos, asi lo creo, como  creo con Espinoza que en definitiva sólo hay un orden, un orden cósmico que lo abarca todo, también el caos entendido a la vez como otra forma de orden y como desorden.

Pero ¿existe realmente el desorden? Sí, aunque sea sólo una forma de ignorancia.

En el ámbito de las relaciones humanas he descubierto que el orden es una forma de sinceridad y viceversa en cuanto que orden y sinceridad son transparentes, al menos para mí.

Otra sentencia del Tribunal de Schleswig-Holstein

No soy jurista, sólo abogado de la causa de España en mi búnker, un búnker virtual y por eso mismo irreductible. Su lema, que es el mío, predica:  La lealtad es garantía de convivencia en paz y democracia.

El caso es que,  después de releer la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Schleswig-Holstein sobre Carles Puigdemont negando su extradición a España explícitamente por el delito de rebelión, me he permitido hacer una nueva tanda de reflexiones.

¿Existió delito? ¿Sí? ¿En qué consistió el delito? ¿Quién lo cometió? ¿Cómo fue tipificado y cómo no fue tipificado el delito por la Justicia? Otro juicio y otra sentencia.

Tras la razonada y argumentada demanda del juez Llarena a la Justicia alemana parece suficientemente demostrado que el  señor Carles Puigdemont Casamajó es reponsable de haber organizado un referéndum ilegal, infracción grave de la Constitución española, máxime habida cuenta de que quien lo organiza es presidente de la Generalidad de Cataluña y como tal máximo representante del Estado español en esa comunidad autónoma.

Tenemos, pues, un delito consistente en una infracción grave de la Constitución española por parte del señor Carles Puigdemont Casamajó.

Ese es, en mi opinión, el hecho escueto.

Y toda vez que su tipificación específica varía de una legislación a otra y esta, a su vez, de un país a otro, considero que el Tribunal Superior de Justicia de Schleswig-Holstein no debería haber entrado en ese terreno.

Pero lo cierto es que dicho tribunal entró en ese terreno e incluso trató de tipificar el delito, bien es verdad que  aduciendo al mismo tiempo que éste  no adquirió en ningún momento la violencia necesaria para su catalogación  como rebelión o, en el caso de Alemania, como acto de alta traición (Hochverrat).

De acuerdo. No fue ni acto de alta traición ni rebelión. ¿Pero  entonces qué fue? De lo que no cabe duda es de que fue una infracción grave de la Constitución de España en cuanto Estado de derecho.

Pienso que el Tribunal Superior de Justicia de Schleswig-Holstein recurre ahí a una falacia -falta de intensidad de la violencia ejercida-, pero al hacerlo incurre en un acto de prevaricación, toda vez que está ante un acto delictivo grave cuya existencia debe conocer y reconocer y, no obstante, oculta y, acto seguido,  niega en su sentencia.

Deliberadamente. ¡Sí, deliberadamente!

¿O es que acaso no hubo infracción grave de la Constitución española?  ¿O es que acaso el Tribunal Superior de Justicia de Schleswig-Holstein no sabía que esa infracción era un delito grave? Y, si lo sabía, ¿por qué dictó sentencia como si no lo supiera?

A mi entender, lo que hay que dilucidar en definitiva  no es si hubo o no hubo rebelión sino si hubo o no hubo  infracción grave de la Constitución de un Estado de derecho llamado Reino de España.

Así, pues, se requiere otro juicio y se requiere otra sentencia; todo ello, ajustado a derecho.

Mientras tanto seguiré pensando que, hasta ahora,  la Justicia alemana no ha estado a la altura que el correcto tratamiento del litigio exigía y exige.

Reparto de funciones en la destrucción de España

Desde hace tiempo  veo con claridad que los separatistas catalanes  -siempre intrigantes y siempre desleales- dirigen la destrucción de España desde la distancia y la superioridad que les confiere su perfidia, mientras que  los falsos partidos de izquierda -aún más desleales y aún más insolidarios- la llevan a cabo en cumplimiento de sus instrucciones.

¿Hay que amnistiar a Pedro Sánchez?

Pedro Sánchez, nuestro actual jefe de Gobierno, ha manifestado su propósito de impulsar una ley que prohíba las amnistías fiscales.

Propósito loable.

Infinitamente más loable sería sin duda que el señor Sánchez impulsara una ley que prohibiera la existencia y las actividades de partidos políticos que tienen por finalidad primordial la destrucción de España como realidad política y Estado de derecho.

Pero lo cierto es que, de momento, el señor Sánchez  cumple las órdenes de quienes se han propuesto destruir España y llevan décadas trabajando en ello.

Así, la indignidad de los separatistas se ve superada con creces por la indignidad de quienes cumplen sus órdenes.

¿Se enteran o no se enteran  estos últimos?

El señor Pedro Sánchez tiene la palabra.

Prevaricación del Tribunal de Schleswig-Holstein

El Tribunal Superior de Justicia de Schleswig-Holstein ha decidido autorizar la extradición a España de Carles Puigdemont por el delito de malversación de caudales públicos, pero ha negado que el encausado incurriera en un delito de rebelión, ya que según dicho Tribunal la intención de éste era negociar con el Gobierno de España las condiciones de la independencia de Cataluña.

En cualquier caso, parece evidente que el Tribunal Superior de Justicia de Schleswig-Holstein estaba obligado a saber y sabía que la convocatoria del referéndum era abiertamente ilegal, ya que no había sido autorizada por el Estado español.

Por esa simple razón,  entiendo que, con su sentencia, el Tribunal Superior de Justicia de Schleswig-Holstein ha incurrido en un delito de prevaricación.

Observación marginal

En la versión española de la sentencia comentada se define a Carles Puigdemont como líder espiritual; entiendo que lo correcto es líder intelectual.

Lección del separatismo catalán a la justicia teutona

La Audiencia de Schleswig-Holstein, Land  del norte profundo alemán, ha decidido autorizar la extradición de Carles Puigdemont a España no por rebelión contra el Estado español sino por un delito de malversación de caudales públicos.

Descartada la rebelión, según se dice por falta de gravedad o intensidad de los actos de violencia que acompañaron la sublevación,  queda la malversación, y aquí resulta obligado preguntar:

¿A cuánto ascendieron los caudales públicos malversados?

Y, sobre todo, ¿en qué se invirtieron los caudales públicos malversados?

Si en este caso la primera pregunta y sus posibles respuestas merecen una consideración subordinada,  la segunda pregunta y su respuesta real y fidedigna revisten, a mi entender, una importancia decisiva a la hora de definir la naturaleza del presunto delito y su gravedad.

Y, para mí,  la respuesta es tan evidente como innegable: los caudales malversados se invirtieron en financiar un levantamiento contra el Estado español  y su orden constitucional a la catalana manera, o sea, cuidando ante todo que en ese levantamiento no hubiera ni rastro de violencia.

Una rebelión sin rebelión. Dit i fet.

La violencia vendría después y correría a cargo de las organizaciones paramilitares de obediencia separatista, pero nunca sería violencia y nunca serían organizaciones paramilitares.

Al parecer, los teutones no saben que este es el país de la puta i la Ramoneta o, si se prefiere, de la trampa sistemática,  que aquí y ahora es también y sobre todo trampa semántica.