Artículos de febrero de 2007

El genio y el éxito

Picasso es un caso excepcional por muchos conceptos. Genio de la pintura y el dibujo, pero, por encima de todo, trabajador incansable, tanto con el lápiz como con el pincel y la brocha. Analfabeto en dos lenguas y una semilengua, era, según el decir de alguien que le conoció tanto como Gertrude Stein, un vivillo. Representante del genio español y español de la gorra, como Baroja, Buñuel, Gustavo Bueno y, a pesar del hecho diferencial, José Pla el murri, Picasso, en vez de crear ex nihilo, como se dice que corresponde al genio, se servía casi siempre de cosas ya existentes y externas a modo de estímulos y puntos de partida. En ese sentido, su modus operandi es más propio de un hombre con talento que de un genio. Aun así, su aportación, en cuanto enriquecimiento del arte —técnicas, recursos y obra acabada—, es infinitamente superior, cuantitativa y cualitativamente, a la de la inmensa mayoría de los genios consagrados como tales a lo largo de la historia.

Es sabido que Picasso conoció el éxito y que, con el paso de los años, su arte se adocenó.

Por lo que Pájaro bobo sabe, el pintor malagueño no puso en práctica la fórmula que alguien le atribuyó: «Me gustaría tener tanto dinero como para poder vivir igual que un pobre».

David, David

Margarita abrió la puerta, y ante nuestros ojos apareció una gitanita con un bebé en brazos y un niño pequeño asido a su cuerpo. La gitanita pidió asilio. Nos contó que el niño tenía cuatro años, que se llamaba David, que lo había tenido con un moro, del que se había separado porque la pegaba, y que ahora vivía con un payo. Pero el payo la había echado de casa. El bebé, de pocos meses, lo había tenido con él. El payo quería al bebé, porque decía que era suyo; pero no quería a David, porque decía que no era suyo. Una tragedia hecha de un cúmulo de tragedias. ¿Qué podíamos hacer? El que ha vivido una guerra y una posguerra como niño huérfano sabe lo que es desamparo y lo revive cada vez que un ser desvalido llama a su puerta.

Les dimos de comer, se lavaron y se quedaron a dormir. A la mañana siguiente, nuestra hija Ana acompañó a David hasta el colegio. La gitanita —Chelo— cuidó del bebé. Por la tarde, Ana los llevó en coche a la estación. Después nos contó que, desde que bajó del coche hasta que llegó a la estación, David estuvo mirando hacia atrás. Y así sigue en mi memoria y en conciencia: mirando atrás en busca de un padre…

La perfidia contra el número

La catalanización de la vida pública española —lo que se hace y como se hace— constituye una nueva demostración de que la perfidia, en cuanto forma superior o excelencia de la razón práctica, se impone siempre al número. Y de que, cuando eso ocurre, la democracia pasa a ser una vergonzosa y ridícula pantomima. ¿Acaso no tenemos aquí una minoría frente a una mayoría?

Muerte civil

A través de lo que leo en los periódicos y oigo en la Televisión llego al doloroso convencimiento de que, en líneas generales, mis compatriotas de la Meseta ni saben ni se preocupan de lo que piensan y pretenden los sedicentes nacionalistas catalanes.

Un día, si sigo con vida, trataré de explicar con cierta amplitud y detalle que, en mi opinión, lo que hay aquí no es nacionalismo, pues los nacionalismos son movimientos interclasistas de desarrollo vertical [de abajo arriba y de arriba abajo], sino un movimiento burgués, ya que, en cuanto que responde a un desarrollo plano y circular, el fenómeno catalán es rabiosamente endogámico y clasista. Para verlo debería bastar con examinar la genealogía sociopolítica de sus capitanes y su feligresía.

En cualquier caso, lo que importa es saber que en Cataluña, con más de seis millones de habitantes y dos comunidades sociolingüísticas, hay una comunidad opresora y una comunidad oprimida. La primera copa hasta en un noventa por ciento los cargos de la Administración autonómica, mientras que la segunda tiene que cargar, en una proporción similar, con los trabajos menos cualificados y peor remunerados, siempre alejados de las instancias públicas, de la enseñanza y de los resortes de poder. La burocracia es indefectiblemente burguesa, catalana y catalanista; el peonaje, español o, en su lenguaje, castellano, pues, como se sabe, España y español son palabras estigmatizadas y prácticamente prohibidas. En definitiva, aquí la política la hacen ellos para ellos. Con el apoyo, claro está, de los charnegos amontillados. Si intentas denunciar este estado de cosas eres un enemigo de Cataluña y un fascista. Y, como tal, serás condenado inmediatamente a muerte civil. Ése es mi caso.

A modo de ejemplo. En una librería-papelería pido un mapa de España en español. El dependiente: «Eso ya no se hace». Yo: «¿Y por qué vosotros mentís siempre?» El dependiente calla… Yo: «¡Arriba España!» Un mirón con cara de subalterno y confidente: «¿Ves como es un fascista?»

Avería en la Industria de Pájaro bobo

Pájaro bobo ha tenido la industria averiada durante una semana o algo más. Cosas del servidor, que no es un servidor de ustedes. Podría haber sido peor. Y, probablemente, no será la última vez. Operamos en el ámbito de la realidad virtual, que está inscrito en el ámbito de la realidad contingente. Aquí estamos presos, atenazados, sin posibilidad de escapar. Nuestra caverna se llama alienación. Estamos, no somos, nunca llegaremos a ser. Y si ni siquiera el pobre Nietzsche se atrevió a gritar desde la atalaya de su demencia procaz «Ich bin der, der ich bin», ¿puede acaso Pájaro bobo rebelarse y blasfemar «Yo soy el que soy?» No lo va a hacer. Con una alienación tiene bastante.

Observación.
La alienación podría ser una prueba de que cuando una criatura se rebela contra su Creador, éste no la aniquila sino que la confunde y la aleja de sí. ¿Para siempre?

Despedida sin despedida

Un día, hace ya muchos años, la señora Lucía le dijo a Pájaro bobo, que entonces aún no se llamaba Pájaro bobo pero ya era uno de sus cuatro superinos: «Las personas mayores debemos estar siempre limpias porque podemos morir en cualquier momento». ¿Filosofía de madre? Así interpretó él su mensaje y así lo ha conservado en su memoria/imaginario hasta el día de mañana.

Y como no le gustaría morir con odio y rencor en el alma, Pájaro bobo ha empezado a sacudirse la falsa mala conciencia que se empeñaron en infundirle quienes, después de promover su aislamiento social y acosar su entorno familiar, maquinaron criminalizarle a perpetuidad. No deja de ser curioso que el oprimido, que es quien —a fortiori!— cumple la ley, sea denunciado como delincuente por los opresores, que son quienes la transgreden impunemente ad libitum. Sí, ad libitum!

Mundanidades y miserias aparte, Pájaro bobo considera que, a la hora de morir, el opresor es infinitamente más digno de compasión que el oprimido. Precisamente por su apego al poder y a esa coraza del alma que se llama falsa buena conciencia. ¿O es que acaso van a ganar una vez más y para siempre los de siempre. Pájaro bobo blasfema: A partir de un estado de injusticia, la justicia empieza con un ajuste de cuentas.

Primera consideración o Betrachtung de Pajaro bobo ante mortem.

Una conjura con nombre de Estatuto

«En una democracia todo el mundo puede expresar libremente sus ideas».

J.Ll. Carod-Rovira, presidente de Ezquerra Republicana de Cataluña

Entre otros muchos fines no menos ilegítimos y éticamente reprobables, el llamado Estatuto de Cataluña se propone ahora legalizar —y por vía indirecta legitimar—, como hecho consumado inamovible e irreversible, un modelo de sociedad caracterizado por la existencia, dentro de su territorio, de una comunidad minoritaria no ya hegemónica sino abiertamente opresora y una comunidad mayoritaria y paradójicamente oprimida. Por lo tanto, debemos tener presente en todo momento que se trata de un documento jurídico intrínsecamente antidemocrático, anticonstitucional y, lo que es infinitamente más grave, inmoral, habida cuenta que se asienta en una cadena de fraudes y abusos legales que arranca de sus mismos orígenes: el inicio de la actividad legislativa del Parlamento de Cataluña.

Ha llegado el momento de denunciar ante la opinión pública que los partidos catalanes/catalanistas, siguiendo rigurosamente un plan poseedor de todas las características de una conjura y utilizando sistemáticamente métodos contrarios a los principios éticos más elementales, han venido dedicándose afanosamente a beneficiar la reducida pero rica y codiciada parcela política del Principado hasta hacerse con la representación poco menos que absoluta y exclusiva de su población o, lo que en este caso es igual, de las comunidades de lengua castellana y lengua catalana en todos los organismos públicos y de manera especial en el Parlamento por su condición de instancia legislativa.

Ahora, en Cataluña hay ciudadanos que poseen derecho de voto y representación propia, pero aún más ciudadanos que sólo poseen derecho de voto, no representación propia, toda vez que ésta, junto con otros derechos constitucionales, les ha sido arrebatada y usurpada dolosamente por partidos políticos que, además de actuar como catalizadores/catalanizadores de opiniones y votos, han formado un frente nacional a la vez separatista y totalitario. De acuerdo con esa línea de actuación, no es arriesgado imaginar que el día en el que dichos partidos políticos decidan poner fin a la actual escenificación democrática y dar un nuevo impulso a su proyecto secesionista, sus propuestas (léase consignas y proclamas) van a ser aprobadas no con el noventa por ciento de los votos a favor sino por unanimidad. Siempre, claro está, que sus promotores y valedores consigan mantener un control de la sociedad y sus miembros igual o superior al actual.

En cualquier caso, lo cierto es que, hoy por hoy, el que vota en Cataluña vota necesaria e indefectiblemente separatista. Y aunque es muy cierto que no todos los habitantes de esta región española —¿me es permitido llamarla así?— son separatistas, lo son los partidos políticos por obra y gracia de sus líderes y, en consecuencia, también las leyes promulgadas por su Parlamento, un Parlamento en el que —hay que decirlo una y mil veces— más del sesenta por ciento de la población de Cataluña no tiene representación propia, directa y democrática, pues, para colmo de nuestras desdichas, a la situación descrita se suma el hecho de que el Partido Popular de estas tierras está en manos de un Josep Piqué picado de deslealtad congénita y, fiel a su condición, entregado a la labor de debilitar furtivamente a su partido desde dentro.

Ésa es la vía elegida y puesta en práctica por nuestra burguesía de acuerdo con la ya vieja y conocida fórmula: democracia formal en la superficie y dictadura real en el fondo. Una democracia formal que, como ahora, es pura comedia de intriga y enredo y una dictadura tan real como las grandes fuerzas matrices y motrices de toda sociedad avanzada: el poder político, el poder económico, el poder mediático. La novedad de la variante autóctona está en su sistema de recaudación y distribución, que dice y enseña: lo nuestro sólo para nosotros y lo vuestro a repartir entre todos.

De acuerdo con lo expuesto, las leyes promulgadas por el Parlamento de Cataluña no son legítimas, ya que no es un Parlamento auténticamente democrático o, lo que en este caso es igual, representativo de la realidad demográfica, social y política del Principado, una realidad caracterizada a lo largo de los siglos y sobre todo en la actualidad por la coexistencia e incluso convivencia, tan viva como sorprendente, de dos comunidades sociolingüísticas, ora imbricadas, ora yuxtapuestas.

Y toda vez que, a nuestro entender, esa realidad debe ser a un mismo tiempo marco y referencia de todo proyecto legislativo presidido por criterios de racionalidad y equidad, nos parece evidente que sólo pueden aspirar a la condición de legítimas las leyes que respeten debidamente el orden social de ahí emanado y traten de mejorarlo con métodos y recursos ética y jurídicamente lícitos.

Pero como quiera que la situación actual de Cataluña está presidida con carácter exclusivo y exluyente por un Estatuto concebido a modo de declaración de guerra de un frente nacional siempre cordialmente desleal y furtivamente beligerante, con una legalidad puramente formal como triste y maltrecho telón de fondo, hay razones sobradas para hablar tanto de perversión de la democracia por fraude de ley como de fraude de ley por pervesión de la democracia.

Ése es el delito, definido aquí y ahora como conjura, que queremos denunciar y, si nos fuera posible, condenar y erradicar. Y lo hacemos movidos no tanto por el convencimiento, obtenido gracias al estudio de la historia, de que nunca nadie consiguió engañar a toda una sociedad durante todo el tiempo, cuanto por la certeza, hecha razón última en boca de Aristóteles, de que el ser humano ha sido creado para conocer la verdad y la justicia y vivir y convivir de acuerdo con sus principio rectores.

¿Deseos imposibles?

Pájaro bobo, alienado y esquizofrénico por designio divino, siempre se ha sentido atraído, a un lado, por el orden cósmico (¿inhumano?) y, a otro, por criaturas condenadas a vivir en la miseria. Entre los grandes sueños de su vida tiene anotado: pasar una temporadita a la sombra con quinquis, manguis, afines y homólogos, dormir algo así como un par de meses en una estación de metro con miembros del lumpen urbano y suburbano, hacerse amigo de un perro callejero y aprender a sobrevivir con él y como él, frecuentar puentes, desguaces, banlieues de inmigrantes/emigrantes y urbanizaciones, polígonos y suburbios con botellón y botelloteca, escuchar las historias y leyendas de mendigos borrachines y caritativos con saco de dormir y vivir, contratar los servicios de una puticlista o una concubina con mucha experiencia y mano izquierda pero sólo para que le cuente sus experiencias, pues siempre se ha dicho que las damas de este gremio [conocidas en otro tiempo como hermanitas de la caridad] son grandes psicólogas, instalarse sin contrato de alquiler o con contrato indefinido en una casa ruinosa y compartir suciedad, humo, tabaco y potaje con inmigrados del sur, del este, de las Indias Occidentales  y del septentrión hasta que el cuerpo ya no aguante. Okupas, fuera.

La verdad es que, además de ésos, tiene otros deseos acaso no tan imposibles pero sin duda más pecaminosos y menos confesables. Deseos de envergadura.

Nota 1. Es sabido que el pobre Friedrich, cuando ya tenía la cabeza como un sonajero y no daba pie con bola, seguía empeñado en trajinar de cintura para abajo y pedía a voz en grito, en sueños y en vigilia, vírgenes y más vírgenes.

Nota 2. Alguien ha dicho que el ser humano es lo que piensa. Pájaro bobo considera en cambio que todo ser, humano o no humano, es lo que ha vivido.

Ignominioso, vergonzoso, delirante

En el último o, para ser exactos, penúltimo Estatuto de Cataluña se habla de las aspiraciones del pueblo catalán. Lo que no se dice, ni se ha dicho ni, por lo que veo y preveo, se dirá nunca abiertamente, es que la sociedad catalana está formada por dos comunidades sociolingüísticas: la española o castellana (55 por ciento de la población) y la catalana (45 por ciento de la población).

Ésa es la realidad social, realidad social que debería servir de base al Estatuto catalán, a todos los estatutos de esta España desgarrada y traicionada por vendedores de humo.

Ignominioso, vergonzoso, delirante.

Margarita, el Menesteroso y los Superinos

Margarita trae el parte: «Los Superinos están muy bien atendidos; tienen manjares de todo tipo. Se ve que el Menesteroso es un tutor solícito y generoso». Pájaro bobo sólo tiene que pasar lista y revista.

Alquimia política: el método fenicio

Primero se maquina y se elabora una realidad ficticia, después se convierte esa realidad ficticia en realidad oficial y, por último, la realidad oficial es bendecida, presentada y vendida como realidad social auténtica y democrática.

San Pedro ciruelo (cuento extremeño)

Para
María Fernanda y Rosario

Allá por los años cuarenta de ese siglo que ha pasado a ser historia, don Cipriano ejercía su ministerio como pastor de almas en un pueblo de la Alta Extremadura. Situado en una de las estribaciones de la sierra de Gredos y más concretamente en la ladera que mira a Poniente, el pueblo tenía abundantes aguas y, gracias a ellas, multitud de huertas y huertos enriquecidos con árboles frutales. Según el censo municipal, el número total de éstos oscilaba en torno a los quince mil quinientos entre cerezos, higueras, perales, ciruelos y especies menores, pero sin contar las encinas, los robles, los alcornoques y, por supuesto, tampoco los castaños. En realidad, los castaños eran con mucho los árboles más numerosos, ya que cubrían las lomas que se escalonaban desde el fondo del valle hasta la cota alpina.

Con la ayuda de su sacristán, don Cipriano cumplía dignamente su misión y salía adelante con cierta holgura, de modo que, después de cuidar de las cuatro mil quinientas almas de su parroquia, aún le quedaba tiempo cada día para rezar el breviario, hojear/ojear algún periódico de la capital, colaborar en la labranza de su huerto y, a media tarde, echar una partida de ajedrez con el secretario del ayuntamiento o, en su ausencia, con algún otro devoto feligrés.

A pesar de que los vecinos del pueblo eran pacíficos y la precariedad de la posguerra los mantenía unidos y sumisos, don Cipriano estaba un poco dolido con ellos y sobre todo con el alcalde. Terminada la guerra, la parroquia, dedicada a San Pedro, seguía sin tener una imagen digna de él en el retablo del altar mayor, pero como el pueblo ya estaba costeando las obras de restauración de la ermita del Cristo de la Salud, el buen hombre no se atrevía a aumentar la cuota mensual de las familias, ni a poner más cepillos en las capillas laterales de la iglesia, ni siquiera a hacer una colecta navideña.

Un día del mes de mayo, más apesadumbrado que de costumbre, o acaso inspirado por el Espíritu Santo, don Cipriano llamó a Antonio, que era a un mismo tiempo sacristán, subdiácono, tallista imaginero, mozo hortelano y subalterno suyo, y le pidió que convocara a los feligreses para el primer domingo de junio, a las cinco de la tarde, en la iglesia parroquial.

Así que hubo congregado en su iglesia al pueblo de Dios, el solícito pastor le expuso su idea de que entre todos debían poner remedio a tan ominosa carencia, que, según el magisterio papal, avalado por doctísimos Padres de la Iglesia, era poco menos que un pecado de iconoclasia.
La palabra escandalizó a muchas almas sencillas, hasta el punto de que el alcalde, temeroso de que el pueblo viviera una escena más propia de la República que de la nueva era, se lo comentó a Antonio, pero éste, asesorado por su superior, le explicó como pudo que todo era mucho más elemental; según don Cipriano, en la iglesia de San Pedro debía haber una imagen del apóstol, pues los fieles no tenían ni a quien rezar ni a quien pedir ayuda en sus tribulaciones.

Uno de los pocos que no se escandalizó, por la simple razón de que no acudió a la asamblea parroquial, fue Salustio el Centauro. Salustio era todo un personaje no sólo en el pueblo sino incluso en la comarca. De él se contaban infinidad de historias, unas relacionadas con mozas y otras con fechorías, bravuconadas o hazañas guerreras. De acuerdo con Pájaro bobo, investigador histórico-folclórico del municipio a partir de la segunda República, el nombre de Centauro se lo puso Aurelio el Morgaño, vecino suyo, una noche en la que Salustio, que entonces debía de tener unos quince años, se presentó en su casa y, como si hablara a borbotones, se puso a contar que iba a comprarse una moto para subir con ella al Pinajarro, que era y, cabe suponer, sigue siendo la cumbre más alta de toda la sierra. Nada más oírlo, Aurelio dio un salto y gritó: ¡Salustio, eres un centauro! Y con el nombre de Centauro se quedó para el resto de su vida, a pesar de que a él no le hacía ninguna gracia y prefería el de Salustio, que según le habían explicado en la escuela, era el de un célebre escritor romano.

Un día de principios de 1937, cuando estaba en la estación esperando que pasara algún tren con víveres o pertrechos de guerra, le cogió la basca y se subió a un vagón que le llevó directamente el frente. Nada más llegar, sin preguntarle siquiera cómo se llamaba, le dieron un fusil con la correspondiente munición, y Salustio, que tenía a la sazón unos 17 años, estuvo disparando sin parar hasta que terminó el combate. Entonces se le acercó el jefe de la unidad (por lo que se supo después, un militar de alto rango) y le entregó un uniforme de legionario y una medalla con el Cristo de la buena muerte, pues, según declaró solemnemente, se lo merecía «por valiente y porque trepaba montaña arriba más deprisa que nadie».

El bueno del Centauro siguió en el frente, disparando a troche y moche, siempre protegido por su medalla, hasta el punto de que un día, en un combate, ésta le salvó la vida, ya que una bala fue a estrellarse justamente en ella.

Al mozo le gustaban la guerra y la manera de combatir de los legionarios, pero sin que sepamos cómo, pues él nunca quiso explicarlo, se pasó al bando republicano y, ya en tiempos de la retirada, huyó a Francia, donde se incorporó a la Resistencia. Aquí estuvo luchando dos años, hasta que, dada su condición de comunista convencido y militante, fue seleccionado para formar parte de una delegación de republicanos españoles que debía visitar la Unión Soviética y asistir oficialmente al desfile del primero de mayo en la Plaza Roja. Si nos atenemos a sus palabras, esto debió de ocurrir en torno a 1940.
Cuando, transcurridos ocho años desde su marcha, el Centauro volvió al pueblo y contó sus aventuras como guerrero, aderezadas con historias de mozas –milicianas españolas, resistentes francesas y camaradas comunistas–, sus amigos se las creyeron todas, en especial las de mozas, pues hay que decir que el Centauro, además de valiente, era un muchachote de buena planta.

Así que don Cipriano se enteró de que había llegado al pueblo un ex combatiente republicano, consultó a Antonio y éste le contó sus andanzas y algunas de sus proezas. En resumen, «un buen muchacho, noble y bruto como un toro; un alma descarriada».
Con estos antecedentes, el cura decidió visitar al Centauro, que, al poco de llegar, se había instalado en una especie de cortijo que compró junto al río, en un paraje conocido con el nombre del Salobral. Allí pasaba los días y las noches, siempre trajinando y siempre rodeado de sus animales; a veces, en vez de labrar el campo, se iba de caza con los perros, sin escopeta, para no levantar sospechas.

Así que vieron avanzar por el camino una figura humana toda vestida de negro, los cuatro perros del Centauro, asilvestrados como estaban, se pusieron a ladrar en coro como si hubieran visto al demonio, pero no se atrevieron a acercarse a ella. Su amo compareció momentos después y, como llevaba la camisa al estilo legionario con su
Cristo de la buena muerte bien visible en medio del pecho, el visitante aprovechó el detalle para decirle con retintín: «Hombre, veo que eres creyente…» «Bueno, la verdad es que me salvó la vida. Por eso lo llevo siempre en el pecho, aunque la verdad es que yo… Sí, eso, soy comunista, bueno, bueno, bolchevique territorial. ¿Sabe usted, don Cipriano? He estado en Rusia, en Moscú, en la Unión Soviética».

Al Centauro se le humedecieron los ojos y empezó a soltar palabras en una lengua extraña, tan extraña, que don Cipriano no entendía nada. En un primer momento le pareció griego, luego búlgaro cirílico y por último ruso. Pero no se asustó. Meditó unos segundos, pidió inspiración al cielo y luego le dijo a su nuevo feligrés: «Mira, yo sé que eres buena persona. Aquí, en el pueblo nadie te va a molestar, ya le tengo dicho a Adolfo, sí, a Adolfo, el cabo de los guardias civiles, que te deje en paz, que tú no vas a armar bronca ni hacer propaganda a favor de los ateos. Lo mejor para todos es que te quedes en casa con tus perros y tus ciruelos. Y a propósito de ciruelos, ¿qué vas a hacer con esos troncos que tienes ahí, junto a la parra?» «Pues guardarlos para hacer fuego con ellos en invierno». «Entonces, ¿me darías uno?» «Pues claro que sí, don Cipriano. Pero, ¿para qué quiere usted un tronco de ciruelo?» «Ya te lo explicaré».

Al día siguiente, Antonio se acercó al cortijo del Centauro con su burro, cargó el tronco de ciruelo más grande y macizo que encontró cabe la parra y se lo llevó a su casa, donde le esperaba el señor cura, que, nada más verlo llegar, le ordenó: «Ya puedes empezar».
Y así lo hizo. Como el subalterno del señor cura manejaba la gubia con pasmosa habilidad y destreza, en poco menos de un mes puso a punto una figura de San Pedro con las medidas del Cristo que había hecho para la ermita de la Salud. Las dos imágenes estaban talladas en madera de ciruelo, pero mientras en el Cristo Antonio había aprovechado la resina que desprendía la madera para simular las lágrimas de la Pasión, en el San Pedro, advertido por don Cipriano, tuvo mucho cuidado en que la cara resplandeciera de pura bienaventuranza.

Cuando Antonio terminó de tallar la imagen del santo, don Cipriano fue a verla y juntos acordaron pedir al obispo de la diócesis que acudiera al pueblo para consagrarla oficialmente. «Y ¿qué hacemos con nuestro Centauro?» preguntó Antonio en el momento de despedirse. «A mí, lo único que se me ocurre –repuso su superior– es invitarle a que venga a verla. Así, al menos conseguiremos que se acerque a la iglesia». «No vendrá, estoy seguro de que no vendrá, don Cipriano». «Eso ya lo veremos. Ten en cuenta que, modestia aparte, yo tengo cierta influencia en el cielo». «Pues mejor para usted». «Tú lo que tienes que hacer es dejarte caer un día por el cortijo del Centauro como quien va de caza y entre gazapo y gazapo le preguntas si quiere ver el tronco de ciruelo, mejor dicho, lo que has hecho con él. A ver cómo respira». «Lo que usted diga, don Cipriano».
Nadie en el pueblo supo nunca qué le dijo al Centauro el sacristán la mañana en la que, acompañado de sus tres galgos y sus dos lebreles, éste se personó en el cortijo del Salobral. Lo cierto es que el primer domingo de julio de 1944, a las doce de la mañana, cuando el ministro del Señor, revestido de pontifical, salió de la sacristía y se dirigió al altar mayor para celebrar la santa misa, el alma descarriada apareció en la iglesia, fijó los ojos en el retablo y, así que vio la imagen del santo apóstol allí, en todo lo alto, exclamó como si no quisiera creer lo que veía:

«Ay, San Pedro, yo te conocí ciruelo
y de tu fruto comí;
los milagros que tú hagas
que me los cuelguen a mí».

Hervás, agosto de 2003

Nota. Escribí este cuento durante el mes de agosto de 2003, cuando me alojaba con Margarita, mi señora, en un apartamento del antiguo Hotel Sinagoga de Hervás. Como de costumbre, Blacky estaba con nosotros. Mientras contemplaba el Pinajarro, que me parecía tener al alcance de la mano, recordé leyendas, hechos, dichos y personajes de mi niñez. La imaginación y un cariño teñido de nostalgia hicieron el resto. Se prendió fuego en el monte, y un presagio me hizo saber que sería mi última visita.

Caerá la noche
sobre el bosque en llamas
y arderá mi pueblo
arderá mi casa
arderá mi río
arderá mi infancia

La colonia aumenta

Pájaro bobo tiene la impre de que la colonia de los superinos ha aumentado. Hay un nuevo satélite. Cuenta, identifica, nombra: el blanquito, al que llama Pichón, los dos atigrados, Rabiacán uno y Rabiacán dos, y ahí, pegado a la pared, acaba de llegar un cuarto. Es negro como Blacky, pero ¿cómo le llamamos? Ya está: Blacky dos.

Vamos a ver qué dice y hace el Menesteroso, aunque ya ahora tengo la impre de que los va a querer y cuidar a todos por igual.

Miguel, Miguel

Cuando alguien de la familia de Pájaro bobo, algún amigo o algún conocido de la parentela tiene un problema con su ordenador, Miguel se lo arregla al momento, pero, por favor, que a nadie se le ocurra preguntarle qué ha hecho o cómo lo hace. No entenderá nada. Miguel es Miguel.

Hace muchos años, en Plasencia, Pájaro bobo tuvo un profesor de matemáticas —don Marcos— que solía decir: «Las cosas, viéndolas, es como se ven».

Dentro de unas semanas Miguel se va a Berlín. ¿Quién dijo: «Ich bin auch ein Berliner?»

Hasta ahora Pájaro bobo acostumbraba a decir que tenía tres hijos: dos españoles y uno alemán. Superinos y aconductats van en otra cuenta.

Primera embajada del carallot Carod

A Pájaro bobo se le ha ocurrido proponer al carallot Carod que abra su primera embajada en las islas Columbretes. El señor embajador, un subalterno suyo que domine todas las lenguas de los Países Cataláunicos y dos docenas de variantes dialectales, se alojaría en el Palafito de los Alcatraces, en espera de más honroso destino; por ejemplo, Marruecos, sí, sí, Marruecos.

De momento no estaría de más que el señor Moratinos se diera una vuelta por la isla de Alborán. Desde allí podría otear las tierras de la morería, incluido el peñasco de Perejil. ¿O acaso cree nuestro titular de Asuntos Exteriores que no hay moros en la costa?

Explicación.  Para Pájaro bobo la palabra catalana carallot equivale en cierto modo a botarate. En sentido estricto debe aplicarse para caracterizar a una persona falta de juicio y/o de sentido de la responsabilidad. 

Consideraciones intempestivas

Primera consideración intempestiva:

Cuanto más fuerte sea el enfrentamiento entre los dos grandes partidos nacionales tanto más débil será España; cuanto más débil sea España tanto más fuerte será el separatismo; cuanto más fuerte sea el separatismo tanto menor será la capacidad de los españoles para decidir el destino de su país [¿puedo decir patria?] en libertad y democracia.

Segunda consideración intempestiva:

La unión de los ciudadanos, de todos los ciudadanos, debe basarse no en un pacto o una alianza sino en el cumplimiento de la ley. No es lícito pactar con quienes infringen grave y/o gravísimamente la ley; son delincuentes. Y, evidentemente, si un jefe de Gobierno pacta con delincuentes que no han cumplido su condena, también delinque.

Tercera consideración intempestiva:

Si un Parlamento autoriza a un jefe de Gobierno a pactar con delincuentes (en este caso, criminales) que no han cumplido su condena, delinque por partida doble: porque concede una autorización ilícita e ilegítima y porque es responsable del delito o delitos del autorizado.

Cuarta consideración intempestiva:

Si la Judicatura de un país, sea éste el llamado España, tiene conocimiento de que Parlamento y Gobierno están infringiendo la ley (en este caso la Constitución) y, en vez de defender sus competencias y con ellas la persistencia del Estado de Derecho, se inhibe…

Así hablaba Pájaro bobo…

Estatut fotut = Statut kaputt

Ultimamente, en la prensa catalana/catalanista [dígase La Vanguardia] hemos podido leer y percibir que los propulsores y valedores del último Estatuto de Cataluña están acongojados por la suerte que, si sant Jordi no lo remedia, muy probablemente va a correr el texto, punto de partida de una última y definitiva empenta [empuje] hacia la independencia del Principado. Según ellos mismos, «la independencia tendrá que esperar».

Jordi Pujol gimotea porque ve que «el Estatuto está contra las cuerdas», pero sobre todo porque, aunque no lo diga, ve que se esfuma su mesiánico sueño de pasar a la historia como el Ben Gurión de los Países Catalanes o, al menos, de la Cataluña Sur. Imagino que va a tener que delegar esa tarea y legársela a su hereu [heredero], que, a decir verdad, no es ni Hereu ni alcalde. De momento.

Otros hablan de entierro del hecho diferencial [catalán] y, no obstante, sostienen que hay que esperar tiempos mejores; dos o tres años, tal vez más. Por último, un escriba o escribano se ha referido a las competencias transferidas a la Generalidad y, al verlas en peligro, ha dejado dicho y escrito con falsa cara de niño: «Santa Rita, Rita, Rita, lo que se da no se quita».

Pero entonces alguien con mando en plaza se ha dirigido a los conjurados y les ha comunicado a modo de orden: «Colorín colorado, este cuento se ha acabado».

El proyecto Zapatero

Le ha costado tiempo, estudio y reflexión, pero al fin Pájaro bobo cree haber dado con la clave. Zapatero, mezcla extraña de ignorancia, perfidia y obstinación, tiene un proyecto nacional e incluso una visión global del Estado. Dos premisas: eliminar al Partido Popular y utilizar a los separatistas periféricos como fuerzas centrífugas de tracción. ¿Objetivo? Lllegar al Estado federal. En ese momento entrarán en acción los periféricos, habida cuenta que en ese momento todos seremos periféricos.

Su fórmula es: de la Monarquía parlamentaria a la República a través de la ley de la Memoria histórica y de la República a la disolución de la República a través del Estado federal. ¿Después?

Pájaro bobo pregunta: ¿no ha llegado la hora de destituir y procesar a Zapatero?

¿Morir con odio y rencor?

Pájaro bobo dice que le va a costar mucho perdonar a los que utilizaron a los ingenuos españoles —él entre ellos— para derribar una dictadura española y luego les impusieron una dictadura antiespañola. Naturalmente, se refiere a Cataluña, donde sobrevive.

La verdad es que no está dispuesto a morir con odio y rencor en el alma. Por eso prefiere no conocerlos.

Gracias, menesteroso

Paso ligero y mirada al frente, el menesteroso ha comparecido esta mañana, una vez más. Mis superinos, que son suyos, le han recibido con alegría infantil, rabo en alto, una vez más. ¿Quién puede negar a Pájaro bobo su derecho/obligación de creer en la Providencia?

Gracias, maestro

Con el paso de los años, Pájaro bobo está convirtiéndose en alguien que camina sobre su cabeza. Y, aquí, quien dice camina dice vive. Gracias, maestro.

Gracias, Margarita

Le ha traído los periódicos, le ha preparado el desayuno y, acompañada por Blacky, ha ido a ver a los superinos. Eso para empezar. Y así durante todo el día, todos los días, año tras año. Pájaro bobo tiene sentimiento de culpa. Menos mal que es animal agradecido. Gracias, Margarita, flor de una vida y de muchas más.

«Yo soy el que soy»

Alguien dice en la TV: «Uno puede llegar a ser todo lo que sea capaz de ser». No está mal, al menos para los humanos. Sin embargo…

En la Biblia, Antiguo Testamento, se nos dice que Jehová dijo: «Yo soy el que soy».

Idiolecto (II): la colonia de los tres superinos

Cuando Pájaro bobo se refugia en su espelunca, instintivamente echa mano de su idiolecto: palabras y expresiones con las que crea y recrea su mundo íntimo y más próximo. Él dice que el idiolecto es a la lengua lo que la lengua al lenguaje. Hablar es una facultad del género humano; el idiolecto, producto individual de esa facultad. Y sigue teorizando: de la misma manera que el lenguaje puede entenderse como la suma de todas las lenguas, una lengua puede entenderse como la suma de todos sus idiolectos. Hay tantos idiolectos como hablantes.

Yo hablo porque pienso, pero ¿puedo pensar sin palabras? Él dice que pensamos con conceptos y que los conceptos corresponden a palabras. Un concepto, una palabra; una palabra, un concepto. Al menos, en términos teóricos e ideales. Al menos, de momento. Acaso algún día…

Dado a esos juegos de la lengua (Sprachspiele) que cautivaban a Wittgenstein, Pájaro bobo dice que hay dos tipos de traducción: una vertical y otra horizontal. La traducción vertical —siempre y sólo de arriba abajo, siempre y sólo de lo metafísico a lo físico, siempre y sólo unidireccional— es aquella en la que una idea se transforma en palabra. La traducción horizontal, aquella en la que una palabra es sustituida por otra palabra. La traducción convencional es un intercambio de palabras pertenecientes a dos lenguas (o dos códigos) diferentes, pero situadas en un mismo plano y por lo tanto homólogas y paralelas; la traducción vertical es una transmutación. ¿Única? (Einmalig?) ¡EL VERBO SE HIZO CARNE!

A su modo de ver y entender, el misterio radica no tanto en cómo y por qué una idea consigue perforar la barrera de lo contingente e instalarse en una palabra y tomar cuerpo en ella cuanto en cómo y por qué la Idea primigenia consigue perforar la barrera de la nada y ser.

Cancamurrias y cabòries aparte, el idiolecto de Pájaro bobo está hecho, cómo no, de palabras de origen diverso; no pocas, propias y exclusivas. Las más queridas y también las más sustantivas y sustanciosas son las alumbradas entre las paredes de su universo familiar. Una de ellas es superino. Surgido al calor del contacto con los hijos, superino no figura en ningún vocabulario y en ningún diccionario; al menos, por ahora. En el hogar de Pájaro bobo se utiliza para designar una criatura que inspira cariño, ternura y/o compasión: un niño pequeño, un menesteroso, un animal desvalido… Como los tres gatitos a los que tiene por vecinos.

Delante de la ventana de Pájaro bobo hay una casa cubierta de hiedra. Parece detenida en el tiempo; por ejemplo, en los años cincuenta de ese siglo que ya es historia. A él le hace pensar en los edificios inhabitados de ciertas pinturas de De Chirico y, más concretamente, en la mansión que aparece en una película de Hitchcock. Misteriosa y decadente, con moradores que se dirían sendos fantasmas, la casa tiene a un lado un jardín y a otro un descampado. En él, cabe la puerta que da a la calle, se ha instalado una colonia de gatitos a los que un miembro de la santa y caritativa hermandad de los Menesterosos cuida y alimenta todos los días del año, incluidos domingos y fiestas de guardar. Un apat (del griego ágape) a primera hora de la mañana, un apat al mediodía, hora española, y un apat antes de irse a la cama, hora de las gallinas. Parece ser que el menesteroso, paso ligero de legionario y cara de feligrés jalamío, tiene a su cargo varias colonias.

Desde su atalaya, una ventana en una segunda planta, Pájaro bobo vigila que no les falte condumio a los tres gatitos. Son sus superinos.

Nota: Cuando Margarita regresa de la compra dice: «He visto a los superinos». Y cuando Ana llama desde los Madriles pregunta: «¿Como están los superinos?» El único que no quiere saber nada de ellos es nuestro caniche Blacky, que también es un superino.

Sandías de árbol

Para Álvaro, placentino

Allá por los años de nuestra última posguerra, cuando la primera familia de Pájaro bobo vivía en la carretera de la Estación de Plasencia, él, apenas un rapaz, solía acudir, poco antes de anochecer, al puente de Trujillo, sobre el Jerte. Desde allí podía contemplar el río, escenario de sus andanzas [piscis era entonces y piscis volverá a ser después], la explanada de los chopos, a la que los del barrio llamaban el Cachón, y las lomas que se escalonaban y a continuación trepaban montaña de Santa Bárbara arriba. En el pretil del puente, lado de la estación, se reunía casi todas las noches de buen tiempo la pandilla del Blas, conocida en aquellos andurriales como la Jarca de las garullas o de los garulleros. Allí estaba el Rey, que comerciaba con arena del río y era aguerrido como un guerrero mameluco, el Mudo, que lo era de nacimiento y, las más de las veces, de conveniencia, el Jaime, dueño de dos carros y sendos tiros de mulas con los que se dedicaba a acarrear piedra, los Chinatos, oriundos de Malpartida, que tenían algo parecido a una tahona, el Belitre, que vivía y sobrevivía en el camino de la Chimenea sin que nadie supiera ni cómo ni de qué, el Vinagre, vecino del cerro de San Miguel que se dedicaba actividades tan lucrativas como el pillaje y el estraperlo, y media docena más de jambrinas crónicos e insaciables del mismo pelaje y parecida calaña. El capitán de la pandilla era naturalmente Blas, que, aparte de ser el de más edad puesto que pasaba de los treinta, tenía dotes de mando por haber estado en la guerra con los legionarios. Él se cuidaba de organizar las garullas en las noches de luna clara: un día a Santa Bárbara, donde había muchos huertos con sandías, melones y árboles frutales; otro día a la Pardala, conocida por sus higos y adonde se llegaba siguiendo la calleja que arrancaba junto a la vía de ferrocarril; otro día a la dehesa de la carretera de los Prisioneros, camino de Montehermoso, paraíso de raposas, liebres, conejos y lagartos; otro día….

La primera obligación de todo buen garullero, y allí, en los aledaños de la estación, todos los mozos eran garulleros, consistía en ahuyentar la gazuza cada día, como fuera y con lo que fuera. Después quedaban horas y horas para fantasear. Aunque con otro nombre, ya entonces la inmensa mayoría de las fantasías eran eróticas, seguidas de las triperas, aunque a menudo unas y otras se mezclaban y combinaban como en las ensoñaciones de todos los menesterosos.

Un día el Goriche, que no era de la pandilla del Blas pero compartía en buena parte su vida y sus aficiones, se apostó con un compiche que era capaz de comerse un pan de los de kilo en el tiempo que tardaba en dar una vuelta a la plaza del Ayuntamiento, por los soportales, mientras el pagano y donante le iba zurrando con una correa. Y se comió el pan. Pero, como queda dicho, allí la voz cantante la llevaba siempre el Blas, tanto cuando había que esquilmar y saquear el huerto y el gallinero del tío Amarillo como cuando se hablaba del mundo situado al otro lado del puente, donde ricos y personas de orden vivían en casas construidas a los pies del palacio episcopal, simbólica atalaya de paredes encaladas y estampa colonial.

Una noche, nada más sentarse, el Blas se puso a contar que había estado en el cine. Lo que él llamaba cine era en realidad un descampado con cuatro hileras de sillas de tijera y, delante de ellas, una sábana blanca colocada en alto a modo de pantalla. Pero el caso es que él había estado en el cine y había visto cosas que le habían dejado pasmao y a todos les gustaría ver y tocar. Según contó y recontó a sus subalternos, seguidores y admiradores, en una de las películas [siempre echaban dos] había visto una mujer desnuda, sí, completamente desnuda. Increíble. Al oírlo, uno de los suyos comentó con sorna que en la película no se veía ninguna mujer desnuda, porque estaba detrás de un biombo, pero el Blas le cortó como un rayo y le lanzó a voz en grito: «Tú no la viste, pero yo sí, porque me puse delante, a la izquierda, y la vi por el lado». Todos quedaron asombrados y naturalmente creyeron al Blas, que tenía fama de vivillo por sus estratagemas y su probada astucia para sorprender y burlar a campesinos, huertanos, guardias civiles y, si se terciaba, curas y frailes.

Aquella noche, el Blas explicó también, ahora con codicia de glotón en los ojos, que en la película de la mujer desnuda y el biombo salía una playa, una playa grande con muchos árboles. Él no sabía qué árboles eran, pero estaba seguro de que lo que colgaba de ellos eran sandías de árbol.

El servidor de Pájaro bobo y un servidor de ustedes, de nuevo en forma

Superada la avería de su servidor, Pájaro bobo, servidor de ustedes, ha reanudado la actividad bitacórica: escribir mensajes, llenar lagunas y corregir errores, ora a la vez, ora sucesivamente y por estampas.

Cosas del carallot Carod

Un interno se fuga de un manicomonio, roba un coche, se pone al volante y se lanza a toda velocidad, contra dirección, por la carretera. Como el pobre no sabe que está loco, que el coche es robado y que circula contra dirección, pone la radio. Al momento oye una voz que dice: «Atención, atención, un loco circula a ciento cincuenta kilómetros hora, contra dirección, por la carretera…» El pobre apaga la radio y comenta con sorna para su capote: «¿Un loco? Ya me he cruzado con más de doscientos».

En opinión de Pájaro bobo, lo malo no es que Carod sea un carallot (botarate) y tampoco que termine dándose un tortazo morrocotudo; lo malo es el daño que va a hacer y por el que no va a pagar, como no ha pagado ni, presumiblemente, pagará por el que ya ha hecho y consumado.

¡Adelante, subalterno!

Soberanía nacional y democracia

Pájaro bobo entiende que sin democracia ni hay ni puede haber elecciones democráticas. Y, como ni en Vascongadas ni en Cataluña hay democracia, ni allí ni aquí puede haber elecciones democráticas.

Pájaro bobo entiende que para que en toda España haya democracia lo primero que el Gobierno debe hacer es recuperar la soberanía nacional y reinstaurarla en todo el territorio español y, después, otorgar los derechos democráticos y constitucionales a todos los españoles, incluidos los que no se sienten españoles o no quieren serlo.

Pájaro bobo entiende que, mientras no lo haga, el Gobierno de España seguirá siendo cómplice de un delito: la usurpación de los derechos democráticos a los que se sienten españoles por los que no se sienten españoles en Vascongadas y Cataluña, pues esa usurpación ha contado en todo momento con la connivencia e incluso con la colaboración activa de dicho Gobierno, que la aceptado como un hecho consumado.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿puede y debe un ciudadano español llevar ante los tribunales al Gobierno de su patria por connivencia y colaboración activa con los que quieren destruirla?

Hombre acabado, hombre resucitado; hombre resucitado, hombre nuevo

Pájaro bobo se ha pasado toda su vida profesional entre libros. Entró en el mundo de la letra impresa por la puerta de la traducción y encontró en él gratificante y cómodo acomodo. La traducción le permitía leer, aprender y cobrar. Todo a la vez y repetido. Hubo un momento en el que, cautivado por tan suculento momio —cobrar por aprender—, renunció tácitamente a su secreta y frustrada vocación de escritor o, para ser menos inexactos, a sus vanidosas ansias de inmortalidad. A partir de ese momento dejó de leer para dedicarse a releer y dejó de escribir para seguir reescribiendo. Todo, o casi todo, en aras de la pasta gansa y los elogios que le dedicaba su jefe. Éste le distinguió con su amistad y, sin decirlo, hizo de él un asesor personal. El buen hombre quería que, cuando él se retirara, Pájaro bobo continuara en la empresa con un cargo de responsabilidad, y así se lo hizo saber a su sucesor, pero éste, que evidentemente tenía otra idea en la cabeza, le contestó: «El señor…. está acabado».

Corría el año 2000 de nuestra era. Pájaro bobo tenía entonces una más que aceptable posición profesional y económica, pero los nubarrones que iban acumulándose en el horizonte nacional y regional le hicieron tomar conciencia de su futuro a la luz de las reveladoras palabras del heredero y sucesor. Por eso, cuando le cortaron la luz y le dejaron a oscuras («adivina quién te ha pegado»), se quedó tan tranquilo y, después de instalarse en su búnker de pladur con ventanas a la calle, se puso a escribir para la poste.

Ahora, Pájaro bobo da las gracias a todos cuantos, a su manera, le ayudaron a enterrar el hombre acabado, a resucitar de entre los hombres acabados y, a través de la resurrección, a ser un hombre nuevo. Sin su colaboración, a todas luces decisiva y beneficiosa, no habría escrito ni éstas ni otras muchas líneas. El libro de la vida de Pájaro bobo es en parte obra suya.

 

La casa misteriosa y la colonia de los superinos (1)

la casa misteriosa

la casa misteriosa

Situada en una de las arterias más activas de la ciudad, la Casa misteriosa parece detenida para siempre en un momento de su historia, momento que podemos situar en torno a los años cincuenta del siglo XX. Para Pájaro bobo, que la contempla a diario desde su ventana atalaya, es la Casa de las tres cruces (nombre de la calle), y todo el que lo conoce —amigo o no amigo — sabe perfectamente cuáles son las tres cruces de este español irreductible.

La casa misteriosa y la colonia de los superinos (2)

Miembros de la colonia de los superinos

Miembros de la colonia de los superinos

Atendidos con paternal solicitud y cariño por un miembro de la santa y caritativa Hermandad de los Menesterosos, los integrantes de la colonia, en número variable según día y hora, ni siembran ni tienen graneros…

La colonia está instalada en un solar que hay a la izquierda de la Casa misteriosa. La puerta que los protege de la intemperie tiene en la parte de abajo un rebaje a modo de gatera. Por él introduce el Menesteroso el condumio: tres suministros al día, todos los días del año. De acuerdo con el último censo realizado por Pájaro bobo, la colonia está compuesta por cinco superinos: dos blancos, dos atigrados y uno negro.

Pájaro bobo observa con creciente angustia que, a menudo, entre los hierbajos del asilvestrado solar yacen los tentáculos de grúas enormes. ¿Grúas de la construcción? Sí, grúas de la destrucción.

Mañana o pasado mañana, los tentáculos de las grúas con sus garfios de hierro penderán de lo alto como fatídicas espadas damocleanas, pero él ésta convencido de que volverá a producirse un milagro y, una vez más, la vida continuará. ¿Cómo, hasta dónde, hasta cuándo?

Dios proveerá…

La Casa misteriosa y la colonia de los superinos: el equipo de trabajo (3)

Ingo y Ana, miembros del equipo de trabajo, con Blacky, invitado de honor

Ingo y Ana, miembros del equipo de trabajo, con Blacky, invitado de honor

Las fotos de la Casa misteriosa y los superinos en su hábitat han sido obra del mencionado y la mencionada. Falta Margarita, que, una vez más, está pero no aparece. Como de costumbre, el Menesteroso se ha cuidado de los suministros. Miguel el informático ha reducido el tamaño de las fotos y las ha colgado en el blog; es lo suyo. Blacky ha comparecido a menudo durante la filmación de las imágenes (setenta y cinco en total), pero en todo momento se ha mantenido a una distancia más que prudencial («yo con esos bichos no quiero trato»). Pájaro bobo, siempre dando órdenes desde su búnker de pladur, ha ejercido funciones de director de programa, aunque él prefiere el título de ingeniero.

Europa, Europa

1955. Europa de posguerra. Leipzig sin Friedrich, el argonauta. Viena con Wittgenstein, el maestro. Praga con Kafka, el grajo apátrida, en el recuerdo. Nuremberg sin juicios ni holocaustos. Basilea, puerta y puerto de aquella Mitteleuropa a la que alguien llamó Kakania.

Kakania, Kakania, patria de cuantos, por no tener ninguna, se identificaban con la lengua, la lengua franca que se hablaba, por encima de fronteras estatales y guetos étnicos, desde la margen derecha del Rhin hasta la margen derecha del Volga, desde más abajo de los Alpes helvéticos hasta más arriba de la hanseática ciudad de Lübeck.

Kakania presidió buena parte de la política europea de la segunda mitad del siglo XIX y se extinguió en 1918, momento en el que, para muchos historiadores, se extingue también «el largo siglo XIX» y empieza el corto siglo XX.

Ahora Mitteleuropa está emergiendo de sus cenizas una vez más, ¿por última vez?

Once de la noche. Cruce de la Zwinglistrasse con el Erasmusring. Luz de neón envuelta en bruma del norte. Con 25 años. Las manos en los bolsillos. Me pregunto dónde estoy y por un momento soy incapaz de contestar. Aun así, un extraño e incomprensible dejà vue me persigue, me acosa.

Intento huir de mi mismo.

Callejeo, vagabundeo, merodeo. Al acecho. Perdido. No derrotado. Decidido a sobrevivir. A salto de mata. Con la perfidia que otorga la miseria. Miseria y perfidia del sur. Ojos de rapaz nocturna. Nocturno español en la Europa de los europeos. La noche es del que tiene hambre. El que tiene hambre no razona. La razón es debilidad. Si razonas no comes. Si comes es posible que llegues a razonar. Llenar el estómago es mucho más que un imperativo categórico. Es instinto de supervivencia, razón de lo animal.

De cintura para arriba Europa es calvinista: los europeos son europeos. De cintura para abajo, sólo las clases medias y algunas individualidades de las clases altas son calvinistas; sólo ellas son europeas; sólo ellas están atrapadas en el esquizoide trabajar y disfrutar, ahorrar y exhibir.

En la Europa del sur, individuos y colectivos sumidos en la miseria tardarán mucho tiempo en comprender que, para luchar contra la explotación, lo más inteligente es sin duda dejarse explotar. El trabajo es a la vez una forma de explotación y una forma de lucha contra la explotación.

A esos individuos y a esos colectivos les cuesta aprender y, como les cuesta aprender, prolongan su estado y legitiman la explotación. La explotación es un medio, no un fin. De ellos depende, no de los explotadores, no del capital. La razón de ser del parásito es acelerar y mejorar la adaptación de su anfitrión al medio.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿forma parte el parásito del medio o de su anfitrión?

¿Tautologías o aporías?

Sólo hay un azar: que exista lo que existe.
A partir de ahí, todo es inexorable porque todo está circunscrito.
Todo lo que existe tiene sentido;
lo único que no tiene sentido es que todo lo que existe tenga sentido.
El universo existe primero como posibilidad,
después como idea y por último como realidad.
Hay infinitos universos posibles, pero sólo existe un universo.
Lo que existe no puede proceder de lo que no existe.
Lo que existe sólo puede proceder de lo que existe.
Si algo existe es porque algo ha existido siempre.
Si existe algo es porque siempre ha existido algo.
La vida es esencialmente inteligencia.
La inteligencia es esencialmente individualidad.
La individualidad es esencialmente consciencia:
autoconsciencia y heteroconsciencia.
¿Se crea a sí misma la consciencia individual?
Al menos en el caso de Dios, así parece.
Entonces las preguntas son: ¿Cómo? ¿Por qué?
¿Es la idea del universo un universo de la idea?
¿Es el universo una idea de Dios o la Idea de Dios?

De la intriga permanente a la segunda y última colonización de España

Zapatero y los suyos idearon un plan para deshacerse del fenicio que, mediante transferencias, les estaba comprando la independencia de Cataluña en fascículos y por estampas(1) con los votos de los trabajadores españoles del Principado inscritos en el PSC (Partido de los Separatistas Catalanes). En un primer momento pensaron enviar al fenicio a Turquía (no; a Marruecos, no), pero después decidieron dejarlo una temporadita en hibernación.

Mientras tanto pusieron a un charneguete, español vergonzante y púnico asimilado, al frente de la Generalidad de los Países Cataláunicos. Como el hombre era uno de los suyos, creyeron que con él podrían hablar a calzón quitado. A cambio, los de la barretina les metieron a Boca cerrada (Clos) en la Villa y Corte.

Pero el charneguete — unas veces Josep, otras José y siempre amontillado— resultó ser un agente doble, y es sabido que los agentes dobles sirven a dos señores y a ninguno. Ahí tienen, por ejemplo, a Josep Piqué, el de la eterna picadura en la espalda, a oscuras y con mano enguantada, a Valentí Puig, que, en vez de pensar y escribir lo que piensa, se dedica a amontonar palabras con las que ocultar sus hechos y sus intenciones en espera de que le nombren hereu (heredero) de lo que, si Dios y el rey no lo remedian, un día será el periódico del honorable Jordi Pujol en la ex capital de la ex España, y tantos otros de cuyos nombres no puedo olvidarme.

Estoy hablando de la segunda, última y definitiva colonización de España por los fenicios de las Terres de Ponent, una colonización que empezó hace varias décadas con la colocación de agenters dobles en puntos sensibles de nuestra piel de toro y siguió con el control progresivo e implacable de sus resortes de poder. Ahí están y ahí estamos.

¿Que qué vendrá después? Lo que todos sabemos y algunos desean. Puedo adelantar que su programa de colonización por transfererencias se extiende desde los trenes de cercanías hasta El Corte Inglés, pasando por puertos, aeropuertos y todo lo demás. Evidentemente, el núcleo duro corresponderá a la banca y, con ella, al Ministerio de Economía. Argumento: si España controla el Ejército; Cataluña debe controlar la economía. Y la controlará. Tiempo al tiempo.

Mientras tanto ellos mienten,
nosotros sabemos que mienten,
ellos saben que nosotros sabemos que mienten,
pero, aun así, ellos mienten
y siguen adelante.

(1) La expresión «por estampas», en vez de «por etapas», la aprendí de mi madre.  

¿Tendrán razón los separatistas?

En los días de eso a lo que ahora llaman Transición a la democracia, Pájaro bobo encontró en la calle a dos separatistas catalanes a los que conocía de otros tiempos.

Pájaro bobo: «Vosotros sois una partida de delincuentes».
Ellos: «¿Por qué?»
Pájaro bobo: «Pues porque os hacéis pasar por comunistas y socialistas, y luego cogéis los votos de los trabajadores españoles de las barriadas y se los dais a Pujol».
Ellos: «Sí, claro, pero eso lo sabes tú; ellos, no.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿siguen los trabajadores españoles de Cataluña sin saber a dónde y a quién van a parar sus votos después de treinta años?

El criminal y su víctima

Pájaro bobo, huérfano de guerra, considera que, a la postre, la suerte del criminal es siempre más triste que la de su víctima.

Sorites del calvo y la destrucción de España

Aunque en su Diccionario de Filosofía (tomo IV, pág. 3349), Ferrater Mora habla de «sofisma del calvo», Pájaro bobo prefiere el término «sorites del calvo», pues lo que le interesa no es tanto el razonamiento, aquí y ahora un razonamiento falso o falacia, cuanto la realidad como hecho en sí y como hecho percibido por el observador.

En esencia, el sorites del calvo nos dice que si alguien va perdiendo el pelo de acuerdo con un proceso largo e imperceptible, nunca podrá decirse que es calvo por la sencilla razón de que no es posible determinar en qué punto del proceso empezó a serlo. Como la palabra griega sorites significa montón, tendríamos que no podríamos decir cuándo empieza a haber un montón de algo y cuándo deja de haberlo, con análoga conclusión.

En opinión de Pájaro bobo, el error consiste en negar una realidad —calvicie o montón— aprovechando una deficiencia del método de observación, medición y/o análisis. También podría decirse que aquí se niega una realidad objetiva para hacer valer una teoría falsa.

En la historia abundan los casos de personas y entidades que, tras formular una teoría y comprobar que esa teoría entraba en conflicto con la realidad, negaron la realidad para seguir aferradas a su teoría.

Referido a lo que nos interesa e incumbe, tenemos que España ha entrado en un proceso de autodestrucción. Preguntas del tipo ¿cómo, cuándo y por que se inició el proceso de destrucción de España?, ¿en qué momento nos hallamos y cómo y cuándo terminará ese proceso? no interesan porque no aportan nada a la solución. Lo único que cuenta es impedirlo. Ahora mismo. Ya.