Fenicios en acción

Con Estatuto o sin Estatuto, con un charneguete como presidente de la Generalidad de los catalanes o sin él, con relaciones internacionales o sin relaciones internacionales, con un botarate (carallot) o con cuatro botarates (carallots) haciendo el indio en la India, en Tierra Santa o en Kuala Lumpur, los fenicios siguen avanzando en alas de su política de la puta i la Ramoneta. Pájaro bobo dice que entiende la manera de pensar y actuar de los fenicios (denken und handeln), pero dice también que, con su cinismo, los púnicos ponen constantemente a prueba los nervios de él y, en menor medida, de cualquier otro observador mínimamente avisé y mínimamente exigente.
Pájaro bobo considera que siempre debe empezarse por aceptar la realidad, no por entenderla o tratar de entenderla; y que no debe confundirse estar o no estar de acuerdo con entender o no entender.
El fenicio, comerciante y colonizador —fundador-explotador de colonias y factorías—, posee un sentido práctico de las cosas que los indígenas de Hesperia no tenemos, y nunca hemos tenido. Por eso vamos siempre a remolque de él, que vive con un pie en tierra y otro en su barco, por encima del agua.
De hecho, muchos habitantes de la piel de toro siguen sin enterarse de que los fenicios llevan décadas trabajando —entiéndase intrigando y trapicheando— simultáneamente en dos frentes: la construcción de una nación monolingüe, monoideológica, monofrentista, adherida a España por uno de sus costados y en una sola y única dirección, una Cataluña —en lo sucesivo, por decreto siempre y sólo Catalunya— independiente y soberana, y una España hoy plural y mañana reducida a una serie de territorios sin estructura de Estado y sometida a sus intereses. Ése será el país ideal para nuestros fenicios; por él están trabajando y por él están haciéndonos trabajar.
En los Madriles, los fenicios llevan años creando lobbies y colocando agentes y topos en puntos de interés para ellos por unos motivos y de interés para nosotros por otros motivos.
Agentes o topos, ahí están lanzando sus mensajes a través de la prensa diaria de una y otra orilla del Ebro, río histórico y río simbólico.
Pájaro bobo viene siguiendo desde hace años la huella escrita de algunos de los topos fenicios afincados en el parque del Retiro o sus inmediaciones. Desde las Regás hasta los Juliana, pasando por los Papells, los Sopenas y los Puigs.
Enric Juliana posee una pluma dotada de un veneno de excelente calidad en sus efectos. Hábil, ingenioso y relativamente culto, este subalterno de Pujol exhibe un humor decididamente cáustico que permite entrever una tranca y retranca de envergadura. Todo un trabucaire de guante blanco y sonrisa púnica. Mirón del parque del Retiro, el tal Juliana es uno de los muchos topos que operan en los Madriles desde hace tiempo y con una finalidad clara y concreta: informar a sus jefes de lo que ocurre en la capital del país vecino y preparar el terreno a lo que ha de venir. Por su parte, el perillán Puig se dedica a amontonar palabras que luego endosa a los indígenas de la capital como criptografías de la literatura más culta y avanzada, mientras que la Rosa no desaprovecha ninguna ocasión que se le ofrezca, además de las que caza al vuelo y como de paso, para eliminar nombres y referencias a un país en el que ella actúa como enviada de la Generalidad. Comando Rosa de los cuatro vientos con pasaporte de feminista ilustrada.
En opinión de Pájaro bobo habría que empezar a hacer un recuento de los grupos fenicios, con sus respectivos efectivos, que operan en nuestra capital y nuestro país. Desde los medios de comunicación hasta la Administración del Estado, pasando por los diferentes ministerios, en especial Defensa y Economía. Pensemos por un momento en Narcis Serra.
A Pájaro bobo le consta que la Generalidad de los catalanes viene realizando desde hace años listas, constantemente actualizadas, de «elementos peligrosos, indeseables y anticatalanes a los que hay que eliminar», y, de hecho, ha ido eliminando y sigue eliminando. A ellas se suman las listas de las instituciones e instancias estatales y autonómicas que esa misma Generalidad planea asumir, por vía de transferencias descubiertas o encubiertas, en el plazo de diez años, momento en el que, según su timing, se producirá, a modo de hecho consumado, la independencia de Catalunya y la desintegración de España, bajo la fórmula oficial/oficiosa de soberanía compartida.
De todo lo vivido y observado hasta ahora, el blindaje de competencias de la Generalidad de los catalanes y el amago —así empiezan todas las traiciones— de anteponer el último estatuto catalán a la Constitución española de 1978 constituyen, en opinión de Pájaro bobo, las puntas de lanza de un proyecto que está punto de entrar en su última fase, una fase en la que ya no habrá retorno posible, point of no return. Al menos, para nosotros los españoles.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿a qué esperamos?

 

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