De Francia a España pasando por Cataluña

En Francia, Sarkozy, al que llaman «Sarko», se impuso a Ségolène, a la que llaman «Sego», o, lo que es igual, la derecha se impuso a la izquierda. Una derecha civilizada, capaz de fagocitar buena parte de los votos de la ultraderecha y al mismo tiempo defender valores tradicionales como la familia, el trabajo y la autoridad sin ser víctima del desprestigio pseudoprogresista. O con recursos suficientes para sacudírselo de encima. En opinión de Pájaro bobo, «Sarko» (en inglés, Shark significa tiburón en sentido literal y figurado) es un pragmático y ha actuado con habilidad. Madera de político con su correspondiente «diócesis» de inteligencia y astucia. Puede llegar a ser un político en el buen y en el mal sentido de la palabra. Útil a la sociedad, pero, ante y sobre todo, a sí mismo. A «Sego» la ve más limitada. Ella no quiso o no supo o no pudo atraerse al centrista Bayrou y, a la postre, ha tenido que conformarse con una derrota digna, casi honrosa, en la que no ha perdido ni la figura ni la compostura. El partido socialista se mantiene y parece ser que no va a cambiar, lo que, según algún comentarista, favorece a Sarkozy en cuanto que da estabilidad a la situación y aleja el fantasma de la revolución. A «Sego» le quedan ahora las banlieues y con ellas el recuerdo de mayo del 68, un recuerdo que puede dar lugar a manifestaciones callejeras y amargar la vida a ese tiburón de agua dulce joven pero curtido.
Utilizando el símil futbolístico podríamos decir que en Francia hay dos grandes equipos que se disputan el título cada temporada y dos equipos ascensor que luchan constantemente por su permanencia en la división de honor.
En líneas generales ese mismo esquema es válido para España en su conjunto y, en cierta medida, para Cataluña. Al menos hasta la aparición del partido de los Ciudadanos. Que un personaje como Jordi Hereu diga que «la Feria de Abril de Cataluña es el corazón del Partido de los Socialistas Catalanes» es algo que enternece. Como enternece que un representante de Esquerra Republicana afirme que los socialistas y los populares del Principado están españolizando su discurso a causa del efecto Ciudadanos. No es mala noticia.
Así, mientras que en Francia la situación se mantiene dentro de los límites previstos, en España y concretamente en Cataluña podemos asistir a un cambio no brusco pero profundo y decisivo del panorama político con la aparición de un partido que obligue a otros a españolizarse.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿conseguirán nuestros jóvenes Ciudadanos que los representantes de los grandes partidos nacionales terminen sus actos con el himno nacional?

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