Los sirgadores de Sant Gervasi y la derrota de la nave de los ciudadanos
Tras la presentación de la nueva formación política con múltiples escritos y actos de adhesión integrados en el Happening Boadella, muchos de los intelectuales comprometidos con la causa decidieron volver a sus clases, sus conferencias y sus colaboraciones periódicas y periodísticas; y, claro está, también a sus tertulias, intrigas e incruentas conjuras. Posiblemente el último acto colectivo de tan grises eminencias consistió en arrastrar la nave de los Ciudadanos, a golpe de sirga, desde la parte alta y más burguesa de la ciudad de los Condes —proeza por la que Pájaro bobo les regaló el sobrenombre de sirgadores de Sant Gervasi— hasta la Barceloneta, viejo barrio de pescadores, donde, una vez botada y rebotada, iba a iniciar su azarosa y a la vez prometedora derrota en aguas de lo que lo que hoy es una ciénaga y ayer fue mar y piélago de la Sargantana.
A juicio de Pájaro bobo, siempre atento a la fauna de la jungla de asfalto y su constante atisbar, hurtar y merodear, uno de los más atípicos y, por eso mismo, más representivos especímenes del colectivo conocido como los sirgadores de Sant Gervasi es Iván Tubau. Toda vez que él gusta de comparecer ante colegas y acólitos como periodista, escritor y profesor universitario, sin olvidar su vis de animador cultural, Pájaro bobo, nada más verlo y observarlo, oírlo y escucharlo, se dijo a sí mismo: he ahí un ácrata solipsista, narcisista y exhibicionista. Para Iván Tubau sólo existe Ivan Tubau; lo demás (¿los demás?) son sombras. Pero ahora considera obligado añadir que su patología, si es que lo suyo constituye propiamente una patología en nuestra jungla, no es peligrosa para el ser humano, pues al subsodicho no le va la guerra, tanto menos cuanto que en ella hay que matar y, para colmo, no hay espectadores. En cualquier caso, IvánTubau tiene chispa, chispa e ingenio, al menos con la pluma. ¿Sólo con la pluma?
A decir verdad, algunos intelectuales decidieron permanecer a bordo para colaborar en la gobernabilidad o ingobernabilidad de la nave y su tripulación. Quien se situó a la izquierda, de donde provenía, quien a la derecha, adonde no quería volver, quien en el centro, que siempre fue plaza de todos y feudo de nadie. En apariencia, colaboradores y saboteadores convivieron civilizadamente durante algún tiempo, hasta que, como no podía ser por menos, surgieron las disensiones, los zarandeos y los enfrentamientos. En el curso de una noche de Walpurgis sin historia, la nave de los Ciudadanos se vio sumida en el caos como por arte de magia negra, mientras las baterías de los pancatalanistas, apostadas en la costa, la sometían a un implacable fuego cruzado con metralla de toda índole y variado calibre. Afortunadamente, el joven capitán y moderno Ulises, de nombre Albert Rivera, aferrado al palo mayor y protegido por el núcleo más fiel y responsable de la tripulación, resistió ataques y traiciones e hizo oídos sordos a los cantos de sirena difundidos por la megafonía enemiga. Y ahí sigue. El hecho de que tenga como asesor y presunto ideólogo a un catedrático que se declara hijo de la izquierda, siendo como es miembro y beneficiario del establishment local y localista conocido como el rovell de l'ou, probablemente pasará a la historia como un malson (pesadilla) o como una anécdota, pues el referente más perdurable, noble y leal de todos los ciudadanos de Cataluña que, a izquierda y derecha, abogan por una sociedad abierta y se oponen a la dictadura dels botigers y sus prácticas es Vidal-Quadras, bestia negra por excelencia, sí, por su excelencia, en el imaginario de Pujol ben Gurión.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿conseguirá el Sanedrín catalán torcer el curso de la historia y evitar lo inevitable sólo con tergiversar la realidad y cambiar a su capricho el nombre de las personas y las cosas?
Artículo sobre
historias escrito por el 21 de agosto de 2007 y
sin comentarios de momento.