De «La Vanguardia» de Franco a «La Vanguardia» del Sanedrín


Cada época tiene su espíritu, su
Zeitgeist

Hace años, cuando Cataluña era una región de España y España tenía una dictadura en toda regla, La Vanguardia española era el periódico de todos los barceloneses desde el Ebro hasta el Canigó. De los burgueses, por franquistas y aprovechaos; de los obreros y el lumpen urbano, suburbano y suburbial, porque sus hojas servían para envolver el bocadillo matutino y tempranero. Y, además, porque La Vanguardia española tenía prácticamente la exclusiva de los anuncios en prensa, de modo que lo primero que hacía todo bicho viviente que buscaba trabajo era comprarla y estudiar su letra menuda como fuera y donde fuera: en un banco de la calle, en el metro, en una tasca, en casa. Entonces La Vanguardia era ostensible y ostentosamente española. Así se llamaba y como tal se vendía. Pero los tiempos cambian y, a pesar de lo que dejó dicho y escrito el judío Miguel de Cervantes Saavedra, las artes no siempre se perfeccionan. Con la fenodemocracia(*), La Vanguardia se desprendió de su ominoso apéndice y se convirtió en el órgano oficial/oficioso del Sanedrín catalán y en la cartelera de catalanismo más intransigente y, por eso mismo, mejor subvencionado, pero curiosamente con ello perdió su pingüe monopolio. Ahora, La Vanguardia tiene que competir con muchos rivales y algunos enemigos poderosos. Y si es cierto que siempre le quedarán las subvenciones en forma de publicidad institucional, también lo es que, a la larga, eso es una trampa-ciénaga, pues limita la capacidad de lucha y reduce el instinto de supervivencia. Ahora, los colaboradores del órgano del Sanedrín catalán son seleccionados y designados por un comité ad hoc que valora por encima de los conocimientos del aspirante su pedigrí, un pedigrí que empieza, y en muchos casos termina, con el apellido. Y quien quiera ver y comprobar en qué está quedando la cultura catalana sólo tiene que examinar su suplemento hebdomadal, una cultura en la que se premia el desconocimiento de España y, muy especialmente, el uso vicioso de su lengua.
Resumiendo, La Vanguardia se ha empequeñecido, incluso físicamente. Eso parece indicar que, a pesar del cuantioso flujo dinerario aportado por sus patronos, tiene problemas de liquidez. Habrá que ver si, aun así, sigue la línea emprendida con la implantación de la dictadura catalanista en estas tierras. Pájaro bobo, llevado de su buena/mala fe, la ve convertida en un periódico de provincias o, mejor/peor aún, en un periódico comarcal, íntegramente en catalán y exclusivamente para catalans de la ceba.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿dónde meterá el Sanedrín catalán a todos sus amanuenses que no tengan cabida en las estrechas columnas de La Vanguardia?

(*) Fenodemocracia, democracia aparente y, por lo general, fraudulenta; término ideado por Pájaro bobo.

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