El timo del presupuesto
Hecha la trampa, hecha la ley
Cuando alguien presenta un presupuesto y quiere que se lo aprueben tiene que procurar que éste sea lo más bajo posible. Eso podría y acaso debería significar que el presupuestador va a quedar atrapado en sus propias palabras y sus propias cifras. Pero en la práctica no es así. Al menos de acuerdo con lo que Pájaro bobo ha vivido y ha aprendido en sus treinta y cinco años como promotor de reconstrucciones y maestro de obras menores y medianas (léase: chapuzas y remiendos). Para ello, el presupuestador se cuida de que su oferta sea tan ambigua e imprecisa que, una vez aprobada en razón del bajo precio dado, le permita maniobrar con argumentos como «eso no entra; vea, léalo», «esto no es madera de chopo» y así hasta donde y cuando él decida. Por este procedimiento, y con ayuda de empujoncitos en incómodos plazos y pequeñas diócesis, un presupuesto de 2000 euros puede llegar fácilmente a 9000, pues el subsodicho no dice después de cada empujoncito que aún tiene a punto dos, tres, cuatro o los que sean. De hecho, el buen presupuestador va viendo después de cada diócesis cuánto puede aguantar todavía la víctima.
Los separatistas catalanes utilizan con maestría una variante de este timo. Cuando tienen que presentar una ley para su aprobación, procuran que ésta sea formalmente correcta o, al menos, asumible y asimilable por la instancia supervisora. Incluso acostumbran a dejar algún fleco suelto para que la mencionada instancia supervisora se entretenga/se distraiga y pueda justificar su labor de poda ante la superioridad y los ciudadanos. Evidentemente, una vez aprobada la ley, ellos, sólo ellos, se cuidan de la puesta en práctica.
Dos preguntas ingenuas e intempestivas
¿Es lícito y justo que separatistas catalanes enseñen lengua española e historia de España a los niños de las escuelas públicas de Cataluña?
¿Y si lo que aprenden los niños en las escuelas públicas de Cataluña no es ni lengua española ni historia de España?