Solución democrática del problema catalán
La solución del problema y el problema como solución
Hoy, sábado, en la Tercera de ABC, que fue siempre la primera y principal página del periódico de todos los españoles, Miquel Porta Perales pasa revista al problema catalán de acuerdo con el conocido esquema histórico, con Azaña y Ortega como protagonistas, para terminar confesando que él es «un mal catalán». Aunque evidentemente su confesión debe leerse e interpretarse cum grano salis, Pájaro bobo percibe en ella indicios de la mala conciencia o, más exactamente, de la falsa mala conciencia propia del oprimido culpabilizado y a la postre autoculpabilizado. Después de varias décadas en situación de muerte civil, Pájaro bobo se considera con derecho a afirmar que sabe algo de culpabilización y marginación social. Y ahí sigue. Sin embargo, no está de acuerdo con el análisis usual de la situación y, dentro de ella, del llamado problema catalán. Y mucho menos con las conclusiones, resumidas en la conocida y, en su opinión, desafortunada fórmula: el problema catalán no tiene solución; todo lo que hay que hacer es conllevarlo. Contra semejante forma de fatalismo, Pájaro bobo dice: el problema catalán tiene remedio y justamente remedio democrático. En nuestras manos está acabar con él. La premisa es elemental: el separatismo catalán es un fenómeno social minoritario. No tiene razón de ser, como fuerza decisiva, en una nación con un régimen democrático. Tres ideas elementales para su erradicación, solución, disolución, extinción: no conceder a los separatistas una representación que no les corresponde, no concederles un poder que no les corresponde, no concederles un dinero que no les corresponde y que utilizan para incrementar su poder, su influencia y su representación. Todo eso puede y debe hacerse por procedimientos democráticos y en nombre de la democracia. El poder que tienen los separatistas es en su mayor parte usurpado; nuestra obligación es entregárselo/devolvérselo a su legítimo propietario, el pueblo español, sujeto de la soberanía nacional y del Estado de derecho. Además, los españoles podemos y debemos utilizar el problema del separatismo como estímulo para instaurar en todo el territorio español un régimen más democrático, incluso auténticamente democrático. Por encima de los separatistas y por encima de agentes dobles y doblemente desleales como Rodríguez Zapatero, gracias a unos y a otros.
Dos preguntas ingenuas e intempestivas
¿Comprenderán algún día los españoles que la persistencia de España como nación histórica y como Estado de derecho con un régimen democrático depende de ellos y sólo de ellos?
¿Comprenderán los españoles que es su derecho y su obligación como españoles y como demócratas defender esa nación, ese Estado y ese régimen?