La monarquía como baluarte
La intriga parmentente y sus frutos
Conocido en esta página con pretensiones de mundillo virtual con los sobrenombres de «Topo del buen Retiro» y «Vijía de las cloacas» por méritos y deméritos como su vida subterránea y su afición al disfraz, el juego doble y las ocultaciones tácticas, Enric Juliana, agente del Sanedrín catalán en Madrid y Lisboa, sigue escribiendo en clave púnica. Ayer, sábado, declaraba en La Vanguardia, órgano del separatismo catalán más burgués y oportunista: «La centralidad catalana pasa ahora por «poner en valor» el papel de la monarquía constitucional en el cuadro español realmente existente». Lo dicho: mensaje en clave púnica. Aun cuando no renuncian a sacar la cabeza como sea y a constituirse en Estado soberano, parece ser que en estos momentos los separatistas catalanes no saben exactamente por dónde tirar. Curiosamente, eso se debe a que disponen de varias posibilidades o, como ahora se dice, opciones, ya que pueden optar, a título provisional y sin exclusión de soluciones posteriores más ambiciosas, entre la soberanía temporal y teóricamente compartida, la soberanía plena aunque no sea al frente de los Países Catalanes y una especie de soberanía camuflada mediante una integración oficial/nominal en España. En todos esos casos y en cualquier otro que pueda darse, su objetivo prioritario e irrenunciable es hacerse con el control de los recursos económicos y de los resortes de decisión política del Estado, así como con la dirección de sus medios de comunicación, dejando a la Administración central los menesteres más gravosos y menos lucrativos, a ser posible con una titularidad exclusivamente nominal. Por lo pronto, Hacienda y relaciones internacionales deben estar en manos catalanas o, como mínimo, supeditadas al Sanedrín catalán. Después ya veremos.
Dos preguntas ingenuas e intempestivas
¿Saben los españoles que el desarrollo pleno del Estado de las Autonomías, incluido el último Estatuto de Cataluña, equivaldrá de hecho a la extinción/desaparición de España como nación y que la monarquía es, hoy por hoy, el último y único baluarte de la unidad de España y su persistencia?
¿Sabe el Tribunal Constitucional, como debería saber, que la verdadera trampa del Estatuto de Cataluña está en su aplicación, no en su letra?
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