El PP y sus depredadores

En política, como en la vida, el que pierde se convierte en un cadáver que atrae a los carroñeros

Pájaro bobo tiene a Mariano Rajoy por una persona honrada y leal. No es un líder carismático al uso ni para la televisión ni para los grandes mítines, pero, al menos a los ojos de este observador, es un gestor activo, proactivo y sumamente equilibrado. Tan equilibrado que ha acertado a mantenerse al margen (¿por encima?) de las trifulcas, las intrigas y los navajeos que empezaron a producirse en el seno de su partido ya el día después de la derrota electoral. Ese mismo día, tunantes y trajinantes, amparados en la pseudodemocrática y estéril fórmula del debate de ideas, iniciaron sus correrías y sus tomas de posición, acompañadas o seguidas de acciones de mucha más envergadura. La zarabanda continúa y probablemente continuará durante algún tiempo. Rajoy sigue donde siempre estuvo, mientras depredadores, intrigantes y saboteadores como Aguirre y Cascos prodigan sus conversaciones clandestinas, sus intrigas y sus apariciones y desapariciones. En opinión de Pájaro bobo, el Partido Popular debería dedicar sus energías a abordar problemas reales, sociales y nacionales. Y si es cierto que — ¡afortunadamente!— Rajoy no da más de sí, también lo es que con su comportamiento y su talante constituye la antítesis de ese Zapatero de las deslealtades contumaces y de las arbitrariedades sin solución de continuidad. Esperemos que carniceros y depredadores no se ceben en él.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿no es cierto que el mejor antídoto contra los personalismos ambiciosos y traidores es una dirección leal y discreta?

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