Palacio de las Delicias: combate Gallardón-Aguirre

Cabe pensar que ha terminado o está a punto de terminar el primer asalto del combate Gallardón-Aguire por el cetro y el control del Partido Popular y que este primer asalto –preámbulo, maniobra de tanteo, juego de escaramuzas o ataque por sorpresa en plan killer— se ha saldado o va a saldarse con una clara victoria del joven y apuesto Gallardón, conocido en los pagos populares como el Caballero de Lavapiés y reconocido por algunos, no por todos, como la gran promesa, nunca esperanza, de la derecha española menos española y menos aguerrida. El muchacho está siendo asistido en el rincón, tapizado de añejo y desteñido color azul, por el veteranísimo y venerable Manolo Fraga, viejo luchador y presencia obligada del ringside en todos los combates importantes de la política española durante los últimos sesenta años i la torna. El combate estelar de esta velada, escenificado en el madrilenísimo Palacio de las Delicias, es dirigido por Mariano Rajoy, árbitro de la Federación Gallega, que, a pesar de su experiencia, no ha conseguido imponer su autoridad para controlar el cuerpo a cuerpo (in-fighting), con sus correspondientes andanadas de golpes bajos, e impedir que la pelea y con ella el noble arte del boxeo se le fueran de las manos y degeneraran en una riña callejera.
A pesar del balance adverso, Esperanza Aguirre ha puesto a contribución, además de sus encantos de señora de postín, sus artes y artimañas, hasta el punto de que, anticipándose a los acontecimientos, intentó dejar fuera de combate a su oponente antes de que éste subiera al cuadrilátero y bien sabe Dios que si no lo consiguió fue porque el presunto interfecto se hizo el muerto, o acaso el gato maula, hasta que llegó su hora.
Ahora, con el combate y la bolsa prácticamente en la faltriquera, el veteranísimo preparador Manolo Fraga quiere que Gallardón haga una gira triunfal por los dominios más populares, acompañado por el hábil y relamido estilista González Pons, también pupilo suyo y miembro de su escudería. Conocido entre sus amigos con el cariñoso apelativo de la Sonrisa del Foro, dicho sea con permiso de José Bono, Pons ha manifestado en repetidas ocasiones que sólo está dispuesto a pelear, en el Parlamento o fuera del Parlamento, con guantes blancos confeccionados con badana de armiño.
Aguirre, perdedora moral de este primer asalto, se ha apresurado a hacer unas explosivas declaraciones en la rueda de prensa convocada al efecto en el mismísimo túnel de los vestuarios. En ellas ha atacado con medida y comedida rabia a su rival con el clan de los gallegos en peso, mientras que sus partidarios y seguidores han acusado al árbitro, Mariano Rajoy, de estar vendido y haberse limitado a escenificar una pantomima, a Manolo Fraga de urdir tejemanejes a la antigua usanza y al mismísimo Gallardón de haber preparado una encerrona a su rival y otrora partenaire.
A estas horas, la bronca continúa en las calles de la capital del Reino, donde los partidarios de Aguirre y Gallardón se han dado cita en los aledaños del Palacio de las Delicias para dirimir sus diferencias a grito limpio pero bajo promesa de no llegar a las manos.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿y si el destino de España dependiera del destino del Partido Popular y el destino del Partido Popular dependiera del resultado del combate Gallardón-Aguirre escenificado en el capitalino Palacio de las Delicias?

10 de la noche del jueves, 22 de mayo de 2008.

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