Solbes y el peor de los casos posibles

Hay un método de análisis de origen anglosajón que consiste en fijar como marco general  y punto de partida o terminus a quo el peor de los casos posibles (the worst case scenario). A partir de ahí se van colocando, en orden decreciente, los demás casos previsibles y previstos, dables y datables,  hasta llegar al estado o la situación actual.

Fijar y prever el peor de los casos posibles nos permite fijar, ver y prever todos los casos que pueden darse, los cuales, lógicamente, estarán comprendidos entre ese límite primero y el momento presente.

En muchos campos del conocimiento y la actividad del ser humano es práctica común fijar un marco, lo más amplio posible, de acuerdo con esa norma,  que responde a un razonamiento deductivo (de lo general a lo particular), y luego proceder en sentido inverso, de acuerdo con un modus operandi inductivo, siempre eligiendo las actuaciones más concretas, más reducidas y menos agresivas. Esquema: visión, lo más amplia posible; intervención, lo menos lesiva posible.

Eso es lo que se hace tradicionalmente en medicina y lo que se ha venido haciendo en economía durante siglos,  hasta que llegaron Zapatero, analfabeto tramposo y cínico, y Solbes, sumiso e insolvente.

Pájaro bobo, responsable de la pecunia de su familia, se tiene por economista, palabra que, según sus conocimientos, significa etimológicamente «ley o administración de la casa». A principios de cada mes natural, él divide el presupuesto hogareño en tres partes: dos tercios van a  la casa y la familia, y un tercio a  ahorro. El diez por ciento restante lo destina a sisas, ayuda a tuberculosos pobres, lotería y otros pecados de poca monta. A él le gustaría cumplir el principio marxista que aprendió de los maristas: que cada uno aporte de acuerdo con sus posibilidades y reciba de acuerdo con sus necesidades, pero, como eso no parece ni posible ni viable,  procura que cada uno de sus pupilos reciba por igual, al menos, una parte de su parte, de modo que nadie se quede sin su parte. Pupilos y pupilas, empezando por su señora, la señora Margarita, dicen que Pájaro bobo  es un buen economista, y, a decir verdad, a él siempre le salen las cuentas. Además, cuando se equivoca siempre procura equivocarse a favor de sus pupilos, pues sigue una curiosa variante de la norma basada en el  peor de los casos posibles que predica y practica: en economía, calcular siempre a favor del que lo ha de menester.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿cómo es posible que todo un ministro de Economía se niegue a ver la realidad que tiene delante de los ojos para dar crédito a las palabras de un embaucador ignorante, cínico y amoral?

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