Crisis económica: dos enfoques y una experiencia

En opinión de Pájaro bobo, una primera medida, siempre útil, nunca perjudicial, para afrontar una crisis de manera racional, sufrir el mínimo daño posible y, en última instancia, acaso beneficiarse de ella consiste en delimitar el campo o los campos que, previsiblemente, van a resultar afectados negativamente por dicha crisis y, acto seguido, definir y cuantificar variables como su naturaleza específica, su intensidad y su duración. A este fin se pueden asignar a los principales indicadores económicos valores límite y componer con ellos un cuadro general definido como el peor de los casos posibles (the worst case scenario). En tal supuesto, cada uno de esos valores podrá utilizarse como terminus a quo o, en otras palabras, como expresión de la situación menos deseada y, por lo tanto, como referencia negativa.

Este enfoque, en el que el individuo o una yuxtaposición de  individuos aparece como objeto a la vez pasivo e impotente, responde a un planteamiento deductivo que, una vez hechas las adaptaciones y las correcciones necesarias, tiene aplicación en muy diversas disciplinas. Como puede verse, en economía sirve, entre otras cosas, para elaborar modelos predictivos y tomar medidas teóricas y prácticas ante cambios potenciales difíciles de controlar, incluidas, claro está, las grandes crisis nacionales y supranacionales.

A juicio de Pájaro bobo, ese cuadro económico, alumbrado, acaso de manera inconsciente, mediante  un planteamiento deductivo en el que, en definitiva, el colectivo social aparece como objeto de un sistema impuesto por una instancia superior, tiene su contrapartida y su complemento en un enfoque o planteamiento inductivo, dentro del cual cada individuo es, al menos en cierta medida, sujeto agente de su propia actividad económica.

Ante la imposibilidad e inutilidad de incidir positivamente en el sistema económico general, Pájaro bobo, convencido de que el orden es a la vez racionalidad y transparencia u honradez, adoptó hace tiempo un criterio operativo basado en un principio de Spinoza según el cual «el orden y la conexión de las cosas son los mismos que el orden y la conexión de las ideas».

Eso le permitió organizar y ordenar su microcosmos y hacer frente, con cierto éxito, al desorden que otros querían venderle e imponerle. Y si es cierto que no le ha resultado nada fácil, habida cuenta que ha tenido que luchar contra un contexto hostil por naturaleza, también lo es que hoy la economía de este hijo de la guerra y el trapicheo familiar responde a un esquema  racional,  simple y transparente.

Además, como administrador hogareño, él procura y por norma general consigue que cada miembro del clan tenga lo que necesita —quantitas y qualitas— en el momento en el que lo necesita, mientras que, como no puede ser por menos, él se queda siempre con la peor parte, que es lo que aprendió de su madre. Para eso sirve tener orden en la cabeza y someterse a él de buen grado.  

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