El Estatuto de Cataluña: ni caballo de Troya ni ariete

Primero llevaron el ídolo, tótem  o «buey aéreo» del Estatut intra muros con mucha pompa, fanfarria y aspaviento y,  una vez dentro, lo instalaron con idéntico ritual  en la mismísima plaza de la  Constitución española, convencidos de que, nada más verlo, los villanos castellanos huirían despavoridos, momento que los intrusos aprovecharían para salir de «la pancha del bou»  y arrasar la fortaleza con todos sus moradores, menos las doncellas, que serían «insurpadas» como botín de guerra para uso y disfrute de los guerreros.

Como la treta, argucia y añagaza o entremaliadura no dio de inmediato el resultado apetecido, el honorable Jordi Pujol ben Gurión,  presidente del Sanedrín o Consejo Asesor de Cataluña, convocó una reunión urgente bajo la bendición y dirección espiritual de los Sumos Sacerdotes, Lluís Martínez Sistach, máxima autoridad de la provincia eclesiástica Tarraconense, y Josep Maria Soler, vigía  de la Sagrada Montaña de Montserrat y custodio de la Moreneta. En su alocución con acentos de arenga y llamada a las barricadas, el prestigioso líder político-social  y representante de las cien familias de Sant Gervasi dijo que, en su opinión, una opinión que siempre tuvo carácter de orden, había que formar un frente único y unido con todas las fuerzas vivas del país para abatir las murallas del Estado opresor. El charneguete Montilla, jefe del ala radical de renegados y prosélitos, apoyó la propuesta y apuntó enseguida  que, en tal situación, lo más conveniente  era concentrar las acciones en un punto y actuar como un ariete hasta  abrir brecha  en las murallas del Estado opresor y coger a sus moradores entre dos fuegos: el fuego de los ocupantes del caballo de Troya y el fuego de los sitiadores. En eso consistía el frente nacionalista catalán, que él, humilde, servil y deslealmente, se ofrecía a liderar hasta alcanzar la victoria, soberanía y  suprasoberanía de Cataluña incluidas.

En esas estaban intrusos y sitiadores, Sumos Sacerdotes y honorables, estrategas y capitanes de la refriega, cuando  el señor de la plaza y su ciudadela  hizo saber personaliter al presidente del Sanedrín y comandante en jefe de todas las fuerzas integrantes del frente nacionalista catalán:
Primero. Que había cursado órdenes al Tribunal de la Santa Inquisición, también llamado Tribunal Constitucional, para que procediera de acuerdo con la legalidad vigente y operante, de modo que  el Caballo de Troya del Estatut abandonara  cuanto antes la Plaza de la Constitución española.
Segundo. Que acababa de firmar o, más exactamente, que acababa de prometer  que firmaría un pacto de colaboración con otras fuerzas políticas de la piel de toro, con lo cual el autodenominado frente nacionalista catalán quedaba sin fuerza operativa real o intimidatoria.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿qué hará ahora el honorable Pujol ben Gurión con su caballo de Troya estatuario, con su frente nacional y con todos los capitanes de sus burocráticas legiones?


El Idióticon de Pájaro bobo
Buey aéreo.
Criatura mítica ideada por Pájaro bobo, con ayuda de la hambruna, cuando era niño. Entonces, tras convertir el término  en un apodo, se lo endosó  a un compañero  que  en cierta ocasión, así que consiguió sacar su andorga de penas y tristezas, exclamó entre resuello y resuello: «Me siento como un buey con ganas de volar». El niño, que se llamaba Tomás, pasó a ser Buey aéreo para el resto de su vida escolar.

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