«La Vanguardia» y su «Culturas»

Desde hace años, La Vanguardia, de Barcelona, es el órgano del establishment catalanoseparatista que abarca desde la Generalidad con su Consejo Asesor o Sanedrín hasta el Rovell de l’ou y sus beneficiarios, pasando por los activistas y trabucaires del carallot Carod. Toda una caterva, toda  una plebe, nunca pueblo o nación, bendecida por los dos Sumos Sacerdotes de la provincia eclesiástica Tarraconense, Martínez Sistach, cardenal y arzobispo, y Josep Maria Soler, abad, amén de vigía de la Montaña Sagrada de Montserrat y custodio de la Moreneta.

En la actualidad, La Vanguardia rebosa separatismo a través de sus colaboradores y los nombres de estos: desde el incombustible Porcel con su pasado azul y su destino estelado hasta ideólogos y teóricos de la pizza catalana como Bru de Sala, Antoni Puigverd y el manso y remanso Carreras, sin contar escribanos y amanuenses de segunda y tercera fila.

Evidentemente,  el pastel también tiene sus guindas; en general, un intelectual o un político extranjero de prestigio y, a modo de contrapeso, un aborigen de la meseta castellana con pluma en plaza  llamado casualmente Ónega o Expósito.

Pero el periódico funciona. Podemos pensar que  gracias a  las ayudas a fondo perdido de la Generalidad y sus incontables partidas presupuestarias destinadas a la construcción nacional.

Quedan lejos los tiempos en los que los charnegos compraban La Vanguardia Española para estudiar y descifrar los anuncios en busca de trabajo y envolver el bocadillo de la mañana. Ahora, La Vanguardia es la gaceta de la Generalidad y sus beneficiarios,  subalternos y aconductats.Los tiempos cambian y las artes…

Así, con el dinero de los españoles se financia, entre otros muchos crímenes, un periódico separatista al servicio de los separatistas, en el que, para mayor ignominia, el idioma español es utilizado para denigrar a España y los españoles, y, como supremo sinsentido, perseguir el mismo idioma español.

Otro tanto ocurre en el suplemento de la Vanguardia, llamado  Culturas. Aquí, siguiendo el lema de la criba  socio-cultural, cada vez hay menos espacio dedicado al español y cada vez hay más espacio reservado al catalán; sólo reservado, porque, como con la producción catalana en catalán no se puede llenar cada semana un suplemento cultural de medio centenar o un centenar de páginas, muchas quedan vacías. Todo menos entregárselas al enemigo, su idioma y su cultura.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿por qué en una parte de España se castiga a los españoles que defienden el español y se premia a los que utilizan el español para perseguir a los españoles y destruir España?

Miserables, miserables, malparits!

Nota aclaratoria
Malparit es la palabra que un malparit me dedicó a mí como extremeño.