Cumbre de los G-20: la jugada de Sarkozy y la papeleta de Zapatero

Pájaro bobo considera que, aprovechando la próxima cumbre de los G-20 en Washington, Sarkozy, perspicaz, hábil y ambicioso, quería montar, à la nonchalant, un plan para incrementar la presencia y el peso de Europa y, con ella y por encima de ella,  de Francia en el concierto de las naciones económica y políticamente más poderosas del mundo y, on passant, reducir en la medida de lo posible,   el peso y la presencia de Estados Unidos en su condición de factótum.

A nadie se le oculta que la superpotencia americana manda sobre los organismos internacionales, incluida la ONU, y que  la OTAN es su brazo armado, dicho sea para vergüenza de todos. En Washington, la cumbre de los G-20  fue concebida esencialmente como una medida de apoyo y refuerzo del sistema económico nacional, basado en el mercado como único y absoluto elemento estructurador y organizador no sólo de la oferta y la demanda sino también y sobre todo del modo de producción capitalista y del orden socio-político nacido de él. Estados Unidos como realidad política gira en torno al libre mercado.

Se puede pensar, pues, que, de momento, no habrá nada parecido a una refundación/refundición del capitalismo. Estados Unidos sigue empeñado en continuar su línea político-económica basada en el libre mercado. Habrá, por acumulación de medidas, un tratamiento medicamentoso, no una intervención quirúrgica a corazón abierto y a vida o muerte. Economía de guerra o, lo que es igual, economía para financiar guerras y guerras para impulsar la economía. Las contradicciones internas del capitalismo no hacen que éste salte  por los aires hecho pedazos, como imaginó Marx, sino que lo someten a un círculo vicioso, Teufelskreis, del que ni puede ni quiere salir. Por el momento.

Sarkozy, sin duda heredero del espíritu de De Gaulle, lo sabe y lo acepta como realidad poco menos que inexorable. Pero no se rinde, ni se rinde ni se entrega. Intentar meter  a Zapatero, representante de España, y a Jean Peter Balkenende, representante de Holanda, en el grupo de los G-20 para que asistan, en calidad de miembros de pleno derecho, a la cumbre de Washington es una apuesta cuando menos audaz y no exenta de riesgos, habida cuenta de la conocida y nunca desmentida  enemiga que alienta en todas las acciones político-económicas francesas frente al coloso americano.

Como las intervenciones de Zapatero en negociaciones políticas se cuentan por trapisondas, a Pájaro bobo no se le va de la cabeza el prejuicio/presentimiento de que el susodicho tiene preparada una o varias jugarretas  tanto para  burlar el sistema de identificación y vigilancia montado por el sheriff yanqui a fin de impedirle la entrada al casino de Washington como, llegado el momento, para zafarse de las promesas hechas a Sarkozy, promesas, claro está, de obligado cumplimiento.

Aunque a estas alturas, posiblemente nadie —ni los presuntos implicados— sabe qué va a ser de la  jugada francesa, Pájaro bobo se inclina a pensar que, concesiones marginales aparte,  Estados Unidos hará valer su condición de Estado anfitrión y mantendrá el veto inicial a Zapatero como persona non grata, aunque sólo sea por respetar la postura de su actual presidente  y preservar la dignidad nacional. Tampoco cree que Obama —toda una caja de sorpresas— pueda o quiera empezar su actividad pública con un acto de  deslealtad. En Estados Unidos, la política exterior es, acaso más que en cualquier otro país, una cuestión de Estado y detrás de  toda cuestión de Estado está «el pueblo de los Estados Unidos de América»: the folk of the United States of America.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿alguien se atreve a pronosticar cómo va a empezar y cómo va a  terminar la intervención de Zapatero en la cumbre económica de Washington?

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