De Irak a Afganistán y más allá

Durante mucho tiempo se dijo que  entre Israel y Estados Unidos existía algo así como una unión hipostática: dos naciones perfectamente diferenciadas pero unidas indisolublemente por vínculos que hablaban de una identidad compartida y sobre todo de un destino común. En cualquier caso, instinto de supervivencia en dos formas, en dos fases de desarrollo. Israel es ahora un microestado que lucha a diario por su supervivencia; Estados Unidos es una superpotencia, la única superpotencia y el único imperio existentes hoy en el mundo, pero a punto de iniciar su declive. Así, pues, un futuro incierto para el capitalismo y su cerebro, tan incierto como puede ser el futuro de la humanidad más desvalida.

Israel quiere sobrevivir y para ello busca la complicidad  de Estados Unidos.Por razones económicas y geoestratégicas,  Estados Unidos quiere mantener el control de la zona que se extiende desde el Mediterráneo oriental hasta Afganistán,  punto de convergencia de cuatro subcontinentes y sendos bloques político-económicos de este muy siglo XXI.

En el espacio comprendido entre el Mediterráneo oriental y las cumbres rocosas e inhóspitas contiguas al techo del mundo se pueden distinguir claramente cuatro espacios geopolíticos: 1) Israel, Líbano y Siria; 2) el desierto enmarcado de norte a sur por el Cáucaso y la península Arábiga y de este a oeste por el antiguo imperio persa y Siria; 3) Irán; 4) Afganistán,

Hoy en día, Israel está en condiciones de mantener a raya por sí solo a Siria, una potencia militar a escala regional pero muy limitada. Líbano es a la vez rehén y punching ball de sus dos vecinos. Por eso, los hostigamientos mutuos  a tres bandas forman parte de la vida diaria de los pueblos de la zona.

De acuerdo con los deseos de Israel, Estados Unidos ha convertido Irak en un desierto perennemente  en llamas de baja intensidad merced a una guerra sin fin hecha de incontables guerras sin fin de todos contra todos. Así se cumple uno de los sueños de Israel y, en cierto modo,  de Estados Unidos, que, terminada la misión, se marcha con sus tanques a otra parte.

Irán con su potencial nuclear no deja dormir a los israelíes. Tanto menos cuanto que Estados Unidos no parece compartir esa preocupación. Las autoridades hebreas no quitan el ojo a las instalaciones nucleares de su gran enemigo, Ahmadinejad. Israel atacará incluso sin el consentimiento de Estados Unidos y destruirá todas sus instalaciones, entre otras razones, porque la distancia pone a la población judía a salvo de las radiaciones. Lo más probable es que en el espacio de dos a cinco años años haya guerra: Blitzkrieg, acción o acciones por sorpresa o como se lo quiera llamar.

Como Estados Unidos, aleccionado por Israel, ha cumplido su misión en Irak —desierto calcinado y guerras de guerrillas de baja intensidad pero persistentes— y el temible país de los ayatolás permanece bajo vigilancia, los señores de la guerra americanos han decidido trasladar sus tanques al paupérrimo Afganistán, donde piensan quedarse, de momento, unos diez años. La misión de las tropas no es realmente combatir a los talibanes sino asegurar la presencia de Estados Unidos en este enclave desde donde se pueden contemplar, al norte, la inmensa taiga siberiana, al este, los fríos desiertos de Asía central y, más allá, el país de los mil quinientos millones de chinitos,  y, al sur, India  y Pakistán.

Esa es la profunda razón de ser de la expedición/desplazamiento de Estados Unidos a Afganistán y su permanencia sine die allí, junto al techo del mundo. Con todo ello, el país americano se prepara para el nuevo orden mundial, un orden que puede empezar a perfilarse en los cinco años próximos y que, previsiblemente,  estará presidido por una nueva forma de multilateralidad con siete grandes bloques político-económicos, que podrían ser: (1) Estados Unidos con Canadá, (2) Rusia y sus satélites, (3) China, (4) Japón con algún otro país asiático, (5) India con Pakistán y Myanmar (Burma), (6) Brasil y Argentina, (7) Europa. A estos siete bloques podría sumarse un octavo constituido en el Pácífico en torno a Indonesia.  Evidentemente, algunos países podrían pertenecer a un bloque o a otro. Ese es el caso, por ejemplo,  de Pakistán y Myanmar. Pakistán  podría  estar con India o con el mundo árabe-musulmán y aquí asumir incluso el papel de cabeza y guía dada su condición de potencia nuclear, mientras que Myanmar podría girar hacia el este y quedar dentro de la zona de influencia china. Lo determinante es que el bloque posea suficiente fuerza económico-militar (armas nucleares) y se constituya en una unidad operativa. La  nueva distribución de fuerzas exigirá a su vez un nuevo equilibrio, un equilibrio multipolar que tanto en paz como en guerra obligará a establecer pactos y coaliciones tácticos y/o estratégicos.

Podemos pensar que para entonces Estados Unidos habrá dejado de ser la única superpotencia y el único imperio de la Tierra.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿se puede esbozar, ya ahora, el orden político de la humanidad en los próximos veinticinco-cincuenta años?

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