De la timba de Bush a la cumbre de Pájaro bobo

Como capitalista que, sobre todo en tiempos de crisis, se avergüenza de su condición, Pájaro bobo ha visto la cumbre económica de  Washington como una timba en  la que Georg Bush,  el big Boss yanqui, ha reunido en torno a él a  veintidós Kapos regionales en calidad de subalternos con el propósito de que le ayuden a apuntalar la  maltrecha economía de su club-clan, una economía que, como se ha dicho y se ha escrito ad nauseam, nace de la guerra y vive fabricando armas para matar en guerra. En otras palabras: de la guerra a la guerra, pero pasando siempre por la mesa del agente de cambio y bolsa.

Estados Unidos quiere un mercado libre, libérrimo, absolutamente libre, que es una manera casi eufemística de decir que quiere circulación franca del dinero y sus equivalentes como valor de cambio.   Pero, no contento con ello, pide y exige que veintidós subalternos le ayuden a reflotar su economía con la argucia/argumento de que de ella depende, también,  tanto la economía del resto del mundo como su orden político. El listo.

Pájaro bobo, que cree en la mano invisible de la Providencia y comparte con Karl Marx redivivo la idea de que la historia de la humanidad responde a un fin racional y por lo tanto superior, quiere pensar que Estados Unidos se saldrá con la suya: el actual sistema económico superará la  crisis y volverá a enderezar su curso,  pero, tal vez a pesar suyo, las desigualdades sociales, incluidas las miserias, serán cada vez menos y menores. Y, de la misma manera que, en la naturaleza,  la adaptación al medio consiste en la eliminación sucesiva y progresiva  de características negativas en los supervivientes de la struggle for life, la justicia será a la postre el resultado de una depuración/superación continuada ¡y racional! de situaciones injustas. Resumiendo: la justicia surgirá como ausencia total de injusticias.

A Pájaro bobo le habría gustado que en las conclusiones formuladas por los responsables de la cumbre/timba de Washington  se hubiera adoptado el método seguido habitualmente en medicina y se hubieran ordenado las medidas previstas en dos apartados básicos: medidas de choque y medidas de fondo.

En medicina, las medidas de choque  son de inmediata y obligada ejecución. Hay que restablecer el funcionamiento del organismo lo antes posible y lo mejor posible. Y si en medicina se habla de flujo sanguíneo, aquí, en esta fase del proceso económico, habría  que hablar de cash flow, que ahora se traduce por liquidez y en el fondo no es más que flujo dinerario o dinero por gastar y  para gastar; en suma, dinero contante y sonante.

Pájaro bobo considera asimismo que las medidas de fondo deberían ser en principio sectoriales y estar coordinadas entre sí por áreas económicas y espacios geográficos de acuerdo con criterios de prioridad fijados conjuntamente de antemano, nunca impuestos por el  big Boss o señor del casino. El fin  de las cumbres, de esta y de las que vengan, debe ser el saneamiento de la economía mundial, no el reforzamiento de la economía estadounidense a través de la fórmula trampa del libre mercado.

Ese saneamiento debe tender no al crecimiento económico en términos absolutos sino, por encima de todo, a la reducción de los desequilibrios locales, nacionales, regionales y planetarios. A los ojos de Pájaro bobo, saneamiento significa aquí tanto eliminación de agujeros negros como mejor distribución de la riqueza generada. La economía debe regirse por criterios de racionalidad y la racionalidad por criterios de equilibrio, pues en definitiva la economía está al servicio de un organismo vivo, que es la sociedad.

A juicio de Pájaro bobo, eso significa en la práctica  que una cumbre económica que se precie debe acoger en su seno, con voz y voto, representantes de agentes sociales como los sindicatos y las organizaciones filantrópicas y religiosas de ámbito global. Una cumbre de esa naturaleza y esa envergadura  no puede ser una reunión de contables de las empresas más poderosas y, por lo mismo, más explotadoras y depredadoras del mundo.

En cualquier caso,  los países reunidos en la cumbre  económica de Washington deberían dedicar una cantidad proporcional, equivalente, por ejemplo, al veinte o el treinta por ciento de su respectivo  producto nacional, al lanzamiento de proyectos de economía productiva en países en los que la miseria se ceba en la población civil.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿qué tienen  que decir el papa y los demás líderes religiosos sobre la timba de Bush y sus veintidós subalternos en Washington?

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