El futuro de UPD

Pájaro bobo se atreve a declarar por su cuenta y riesgo que, de las dos almas del Partido de los Ciudadanos, la que realmente ordena y manda hoy es la catalanista,  que, como ocurre en todas las formaciones mixtas y transversales de estas tierras,  es minoritaria, pero más activa y más influyente que la española,  su hermana y,  en la práctica, antagonista.

En circunstancias normalmente anormales como las actuales,  ese partido dominado por una minoría catalanista, al igual que antes el PSOE-PSC y el PPC, debería seguir, como ellos,  el camino de la asimilación  y la  integración en el establishment autonómico de la mano del  ideólogo Francesc de Carreras y su fámulo y golem Albert Rivera.

Nos lo dice la historia reciente.  Y, también, que, llegado el momento, los elementos no asimilables y asimilados pasan  a un estado de no existencia oficial y, sumidos en la semiclandestinidad, luchan por la supervivencia individual y el reconocimiento colectivo.  A decir verdad, de ahí proceden todas las cabezas pensantes y todas las corrientes de opinión  que, al cabo de tres décadas, han cristalizado, por transmisión y evolución, en el Partido de los Ciudadanos.

Si se quiere  entender la política catalana —probablemente la más parecida histórica y socialmente a la israelí— hay que entender o al menos aceptar que para  sus ideólogos y estrategas una de las ideas fundamentales del proyecto independentista se asienta en el principio de que todos los partidos políticos catalanes deben tener una dirección catalana, no española, no estatal,  y responder estricta y rigurosamente a los intereses «nacionales» de Cataluña. Y eso se puede y se debe conseguir bien por vía directa, como en los casos de CIU y de Esquerra Republicana, bien por vía indirecta —mediante un bypass—, como en los casos del PSOE-PSC, el PPC y ahora el Partido de los Ciudadanos.  Maragall, Piqué y Carreras. Independencia significa siempre independencia respecto de Madrid.

Lamentablemente para Pujol y sus conjurados, ahora hay un partido político que, por encima de las ideologías, defiende la unidad de España, y ese partido está presente en Cataluña. Y, por una de esas cosas raras de la vida y de la política,  en las últimas horas el Partido de los Ciudadanos se ha visto obligado a acentuar su mensaje español y a centrarse  en la defensa de la lengua común para cerrar el paso a las huestes de Rosa e impedir o al menos dificultar  su penetración e implantación en estas tierras.  La maniobra no es ni inusual ni descabellada si tenemos en cuenta que, desde hace décadas,  la prensa catalana de lengua española está en manos de intelectuales catalanistas con carácter de monopolio. La lengua española también puede y debe servir  para destruir España, aunque exija besar ocasionalmente  el anillo de los obispos de la COPE.

Todo ello hace que ahora, a  los ojos de la población de lengua y sentimiento español de Cataluña, el Partido de los Ciudadanos aparezca como defensor de  sus derechos, mientras que UPD no sólo se ha distanciado de esta formación sino que incluso le hace la guerra.  ¿Puede explicar alguien  a esas personas que se trata simplemente de una maniobra táctica para cerrar el paso a Rosa y sus seguidores?

En cualquier caso, Pájaro bobo está convencido de que el españolismo de Carreras y Rivera no es auténtico, sólo coyuntural, puramente  táctico. La prueba está en que no concita un rechazo frontal  ni del catalanismo institucionalizado ni de sus activistas.  De hecho, todos ellos se guardan muy mucho de  atacar a esos ciudadanos del   Eixample barcelonés, pues hay que evitar a toda costa  que en Cataluña se implante una formación de corte transversal que aglutine a la población de lengua española y le devuelva sus derechos constitucionales, junto con su identidad como comunidad sociolingüística mayoritaria, sí,  mayoritaria.

Pájaro bobo está convencido de que los separatistas catalanes darán mucha guerra y harán mucho daño, pero también de que tienen la batalla perdida: no habrá independencia, no habrá frontera en el  Ebro, el río de los iberos, no habrá nación catalana con una lengua única.

Por eso y para eso es necesario que UPD  se constituya en una fuerza política decisiva en el conjunto de España y aglutine a la población de lengua y sentimiento español  de Cataluña.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿acertará UPD a superar todas las trampas y a liberarse de sus falsos amigos y aliados de dentro y  fuera?

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