El secreto de la Rosa
Pájaro bobo ha sostenido a lo largo de su vida que tanto en religión como en política lo mejor y más seguro o, si se prefiere, lo menos malo y menos inseguro es tener pocas ideas pero sólidas. Ideas nucleares con valor de principios éticos para pensar y actuar, habida cuenta que, como escribió el teutón, «el pensamiento es la acción» (der Gedanke ist die Tat).
Ideologías y teorías son, en la mayoría de situaciones, tramoyas retóricas que impiden ver la realidad y, por lo tanto, pensar y actuar de acuerdo con ella. La tarea principal y más demeritoria de los políticos consiste precisamente en crear y montar tramoyas retóricas —llamadas pomposamente ideologías— para ocultar la realidad y organizar sus chiringuitos. Sin tramoya no hay chiringuito y sin chiringuitos no hay ni política ni políticos.
Salvo excepciones.
Una de ellas es, a los ojos y oídos de Pájaro bobo, Rosa Díez, española del norte a la que, hable donde hable, diga lo que diga, se le entiende todo por la sencillísima razón de que siempre habla la misma lengua y dice lo mismo: «España y su Constitución».
Ese es su secreto.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿hay algo más alejado del lenguaje y el mensaje de la brava Rosa vasca que las trapisondas del embaucador y masturbador Zapatero o de los titubeos del pusilánime, incluso indigente, Rajoy?
El idióticon de Pájaro bobo
Chiringuito. Aunque el diccionario de RAE lo define como «quiosco o puesto de bebidas al aire libre», Pájaro bobo entiende que chiringuito es toda industria en la que uno o varios vivales le «insurpan» alevosamente la pasta al personal; también, toda industria inmoral e impúdica vista como modus vivendi y modus manducandi. La Industria de Pájaro bobo no es un chiringuito.