El PP y sus debilidades
El Insomne considera que el Partido Popular lo tiene cada vez más difícil para ganar unas elecciones generales. Si no lo consigue en las circunstancias actuales, con más de cuatro millones de parados a su favor, no es fácil que lo consiga más adelante.
¿Por qué?
Ya ahora, en su estructura pueden distinguirse claramente un agujero y dos manchas.
El agujero afecta a su cabeza, pues, si el PP no encuentra alguien más telegénico que Rajoy, Zapatero tiene asegurada la victoria en los debates de la Nación de los próximos años. Esos debates se ganan, no en el Parlamento, sino en la televisión o, lo que es igual, en los hogares.
A los ojos del Insomne, Zapatero es un delincuente o, si se quiere, un estafador, pero tiene una fórmula mágica para ganar elecciones: subsidios a los obreros en paro y ayudas a los sindicatos, amén de promesas de cesiones y concesiones a los separatistas periféricos, empezando, claro está, por los catalanes.
Junto a ese agujero, difícil de cubrir a corto plazo, el PP tiene dos manchas evidentemente no tan graves pero igualmente perjudiciales: los trajes de Francisco Camps y el comportamiento de los militares y el ministro de Defensa, Federico Trillo, responsables de la identificación de los cadáveres de los fallecidos en el accidente del Yak 42, hace ahora seis años.
Las idas y venidas de Francisco Camps, presidente de la Generalidad de Valencia, en el asunto de los trajes han sido realmente vergonzosas. Dadas las cantidades que se manejan normalmente en sobornos políticos y similares, lo de los trajes es una verdadera minucia. Pero hay que reconocer que el imputado lo hecho muy mal, pues podemos pensar que ni ha dicho la verdad ni ha sido capaz de montarse una coartada mínimamente creíble. Por peregrino que parezca, la mancha es infinitamente más grande que la falta en sí, al menos de acuerdo con lo que estamos acostumbrados a ver, oír y leer.
En resumidas cuentas, Francisco Camps no es sólo un cadáver político por méritos propios sino también, al menos en opinión del Insomne, alguien capaz de ahogarse en un vaso de agua.
El accidente del Yak 42 en las remotas montañas de Turquía, hace ahora seis años, con más de sesenta soldados españoles a bordo ha sido doblemente luctuoso: en primer lugar, por las víctimas; en segundo lugar, por los errores cometidos deliberadamente en la identificación de los cadáveres. Vergüenza para el Ejército y vergüenza, aún mayor, para el ministro de Defensa, Federico Trillo, que en 1995 afirmó: «Un subordinado hace lo que su jefe le ordena y las responsabilidades son imputables al jefe».
A juicio del Insomne, esas responsabilidades son imputables e imputandas: no sólo pueden imputarse sino que además y sobre todo deben imputarse al jefe, y entonces el jefe era él, Federico Trillo, jurista. Y, por encima de él, Aznar. Ellos eran los responsables. Lo sabían y lo saben.
Ellos deberían haber dado la cara entonces, cuando ocurrió el accidente, y ahora, en el juicio, aun a sabiendas de que al momento acudirían aves carroñeras como Carme Chacón, ministra de Indefensa, en busca de pitanza.
Pregunta a los cuatro vientos: ¿aprenderán algún día los políticos que los errores, fallos y falsedades de un partido nacional pueden afectar gravemente a toda España?