Obama: the great green hope

Lo  escribió Bécquer, poeta de su adolescencia, de muchas y muchos adolescentes en  una posguerra ominosa:  «Las esmeraldas son verdes, verde es  el color del que espera…»

El Insomne considera que Obama  es un político brillante, o sea, un actor con fuerza de convicción: se sabe el papel y,  como se lo sabe y le gusta, al revivirlo, lo vive.  No como Zapatero, el de la sonrisa cínica e intempestiva.  La sonrisa como mueca,   máscara y coraza.

Papel muy difícil, escena y escenario sumamente complicados, audiencia planetaria. En primera fila, árabes-musulmanes  de todas la jaimas y todas las aljamas, y, junto a ellos, oh milagro de la palabra,  judíos de todas las   diásporas.

Miientras tanto,  el descendiente de Ciro pide a Alá, por piedad,  una bomba atómica para imponer su  ley —la sharia— entre los fieles y los infieles,  entre los mortales muertos y los mortales vivos.

Los arenales del desierto, desde Tiro y Sidón hasta las rocas ciclópeas  de Afganistán, junto al techo del mundo, convertidos  en una trampa  inmensa con  miles de polvorines, armas nucleares incluidas.

Bin Laden y Aminayed quieren la guerra, la yihad, no la paz.

Es obligado pensar que,  antes de comparecer ante la humanidad,  Obama habló con Netanyahu y le dio seguridades de que Israel no será atacado y destruido.  Por supuesto, también habló  con los líderes árabo-musulmanes y consiguió calmarlos y aplacarlos. Y, sobre  todo, con los jeques del petróleo, señores de la paz y de la  guerra.

Con bombas atómicas o sin bombas atómicas, mil trescientos millones de musulmanes en pie de guerra no son una broma. Tampoco un espectáculo dominguero de kale borroka. Es una quinta columna formada por más de  la quinta parte de la humanidad,  chinos incluidos..

En América, su casa,  Obama tiene que hacer frente  ahora a una crisis económica que es más que una crisis económica; es una crisis compuesta de muchas crisis  inmensas  y simultáneas.

Pero, como el hombre parece tener una buena cabeza y está bien asesorado, mantiene el control mental, el menos mental, tal vez incluso efectivo, de la situación.  Su descripción  del panorama  es, como mínimo, plausible,    para muchos incluso convincente y esperanzadora.

Está en juego la paz del mundo,  su orden político,  su sistema económico,  un sistema económico que es a la vez   padre e hijo del capitalismo.

¿Hijo y padre?

El Insomne delira e imagina que podría estar en juego  la vida misma. Si todo empezó una vez, acaso podamos y debamos pensar que, cada vez,  todo empezará con: «En el principio era la palabra, y la palabra estaba con Dios».

Sí, Dios tiene la palabra.

A estas alturas de su historia, el ser humano como especie, como sociedad, es fruto de las estructuras que ha alumbrado, que alumbra cada día,  que alumbrará cada día  hasta que el Sol se apague y deje de alumbrarnos.

Obama está convencido de que Estados Unidos debe seguir dirigiendo el destino de la humanidad. Según él, de su salud depende  la  salud de la humanidad en su conjunto.

De momento, for the time being!

Pero también afirma —¿con la boca grande o la boca pequeña?—  que Estados Unidos debe cambiar y va a cambiar,  ha empezado a cambiar.

No habrá más  Guantánamos. Sólo guantanameras.  Con el espectro/fantasma —Gespenst!— de  Fidel   en Sierra Maestra o sin él.

Multiculturalidad, multilateralidad,  poligonía, polifonía  La humanidad como enjambre de enjambres.

A Estados Unidos le quedan diez, quince, veinte años de leadership mundial, peneplanetaria. Pero después del imperio no vendrá inexorable, fatalmente,  la ruina como vaticinó el pobre padre Marx sino,  con toda seguridad, un  orden superior.

Con capitalismo o sin capitalismo.

Según el Insomne, el capitalismo está inscrito en la selección natural, responde a su ley suprema, la ley del egoísmo definido como instinto de supervivencia.

El egoísmo es vida y la vida es inteligencia.

Para el Insomne, la historia no ha terminado, a lo sumo acaba de empezar. El socialismo es el reino, utópico en el tiempo, nunca quimérico, de la racionalidad.

A un vidente llamado  Hegel le fue dado adentrarse en el futuro y, de regreso, dejó escrito:  «Un día, todo lo real será racional. Ese mismo día, sólo lo racional será real».

Pregunta a los cuatro vientos: ¿alguien puede decirnos cómo será la sociedad que estamos a punto de alumbrar o, sin saberlo, ya hemos alumbrado?

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