Para cuando mañana sea hoy

Dos sentencias de Wittgenstein, ingeniero, matemático, filósofo,  pseudolingüista, maestro de escuela y recluta:

Primera:  los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.

Segunda: aquello de lo que no se puede hablar lo mejor es silenciarlo.

El Insomne aprecia y  recuerda, no comparte, la primera sentencia, pues  considera que  podría/debería decir:  los límites de mi idiolecto son los límites de mi imaginario, y, viceversa, los límites de mi imaginario son los límites de mi idiolecto.

En cuanto a la segunda sentencia-consejo, tiene sus dudas, pero reconoce que, como norma de conducta, posee  sus ventajas prácticas, habida cuenta que, por ejemplo,  las realidades sociales asentadas en falsedades son realidades sociales.

En cualquier caso, el Insomne está dispuesto a respetar el precepto de Unamuno: «Quede para los muertos el deber de enterrar a sus muertos».

Pregunta a los cuatro vientos: ¿es que acaso alguien le ha dado vela en ese entierro?

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