Mourinho o la impotencia

A mi modo de ver y entender el fútbol, en el partido jugado el pasado miércoles, 27, el Barcelona fue muy  superior al Madrid individual y colectivamente, táctica y estratégicamente.

Los pupilos de Guardiola,  sólidamente instalados en el campo, controlaron el juego desde los primeros momentos y obligaron a los madridistas a jugar a remolque, siempre en inferioridad. Probablemente esa inferioridad –psicológica y objetiva– fue la que  los llevó a buscar la liberación en un juego cada vez más agresivo y violento.

Para mí, ahí hay que situar una larga  serie de lances, rayanos en lo antirreglamentario, en  los que los muchachos de Mourinho trataron  de contrarrestar la superior técnica del equipo rival con pasión y fuerza física (en ocasiones,  fuerza bruta).

Mourinho, probablemente consciente de la inferioridad de su equipo, perdió  en el campo con un planteamiento claramente derrotista y perdió  fuera del campo con unas declaraciones en las que uno  echará en falta  siempre no sólo un mínimo de hidalguía sino también  de sentido de la realidad.

El técnico luso aparece a mis ojos como la imagen cruel de la impotencia y el resentimiento.

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