¿Pulso de Indignados al Estado de las autonomías?

Puede pensarse que,  al atacar los  Parlamentos autonómicos –ataques simbólicos y básicamente pacíficos–, el movimiento de los Indignados no sólo está plantando cara  al Estado de las autonomías sino incluso que le está echando un pulso.

Y como para  la inmensa mayoría de los españoles las autonomías constituyen hoy  la principal causa de nuestros problemas económicos, políticos y sociales ya que han traído consigo un despilfarro inadmisible e  insoportable de los recursos nacionales y han generado   en la sociedad  –antes pueblo español– divisiones y enfrentamientos  otrora inexistentes,  es lícito pensar que la elección de ese objetivo por parte de los Indignados ha sido acertada.

Ahí, en esos  Parlamentos, funcionarios con nombre y rango de políticos  deciden el destino/aplicación del dinero de los españoles distribuido en participaciones demográfico-territoriales con el nombre de autonomías.

Pero las autonomías no responden ni a la realidad histórica y social de España ni a la voluntad libre y deliberada de los españoles.

Las autonomías son  sencillamente un invento falaz y seudodemocrático de  los políticos que viven de ellas.

Y, lo que es infinitamente más grave,  el Estado de las autonomías es inviable e insostenible en términos económicos.

En un país con cinco millones de parados, el Estado de las autonomías es no ya una afrenta al más elemental criterio económico sino,  por encima de todo,   un delito social, pues  su descomunal y gravosísima  máquina burocrática se financia con el dinero de todos los ciudadanos, incluidos aquellos que,  precisamente por culpa del Estado de las autonomías, se ven privados de derechos democráticos tan elementales como es el derecho a una vida digna con un trabajo digno.

¿O es que acaso las autonomías no aumentan la pobreza de los españoles con sus dispendios?

Quiero imaginar que si los Indignados siguen la línea actual en sus reivindicaciones –reivindicaciones económicas y reales, no ideológicas y ficticias– van a contar con un apoyo cada vez más decidido y numeroso de los ciudadanos: de los que tienen trabajo, por miedo a perderlo; de los que no lo tienen, por miedo a no tenerlo nunca.

A mi entender, el Estado de las autonomías constituye la materialización de un fraude monstruoso: malversación del dinero de todos los españoles y usurpación de la soberanía nacional, de la que el pueblo español es titular  único, íntegro  y necesario.

 

 

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