¡España en llamas!
¿Premonición y aviso? ¿Engullirá la crisis al Estado de las autonomías? ¿Es posible un golpe de estado sin Estado? ¿Construirán los separatistas catalanes su nación sobre el cadáver de España?
¿Premonición y aviso? ¿Engullirá la crisis al Estado de las autonomías? ¿Es posible un golpe de estado sin Estado? ¿Construirán los separatistas catalanes su nación sobre el cadáver de España?
A mi entender, el espíritu democrático nace y se forma en el ser humano como una actitud intelectual –epistemológica y ética–: lo que uno cree saber o sabe y expresa con palabras es siempre y sólo una opinión personal.
Socialmente, el espíritu democrático se manifiesta, al menos en un plano ideal, como un universo de opiniones individuales que se respetan y, al respetarse, viven y conviven.
Pero, siempre a mi entender, en un régimen político el espíritu democrático no toma cuerpo realmente a partir de la existencia y la aceptación de un universo de opiniones individuales sino a partir de un pacto de quienes aceptan ese régimen y se someten libremente a él.
Pacto social basado en la lealtad.
De hecho, todo régimen político auténticamente democrático se asienta en un pacto de lealtad y, sólo a partir de ahí, en la libertad de opinión y acción.
Sea por espíritu democrático o por falta de él, yo no estoy dispuesto a aceptar y respetar un régimen político asentado a priori en la destrucción de España.
De acuerdo con mi modo de ver, los charnegos son los criollos de Cataluña. Hoy, las tres últimas generaciones de charnegos forman una clase social emergente, llamada, en mi opinión, a acabar con una burguesía corrupta en fase de extinción por vía biológica.
Considero que llevar los hijos a un colegio extranjero radicado en una ciudad española puede ser una medida válida para afrontar la crisis y ayudar a nuestros hijos a eludir el paro, pero debo añadir que, aunque en mi caso la experiencia se saldó con un resultado final muy positivo, se trata de una medida sumamente arriesgada. Además, en adelante habrá que tener muy en cuenta contingencias y futuribles.
A mi modo de ver, las crisis sistémicas españolas pueden coincidir, como en el caso actual, con las crisis cíclicas del capitalismo, pero no se corresponden exactamente con ellas; por sus peculiaridades y su virulencia son ante todo y sobre todo crisis específicamente españolas.
Eso hace que sea más difícil diagnosticarlas, tratarlas y sanarlas.
¿Siempre por vía quirúrgica?
Considero que, al hablar de Cataluña, habría que distinguir entre catalanes y ciudadanos de Cataluña. Ni todos los catalanes son ciudadanos de Cataluña ni todos los ciudadanos de Cataluña son catalanes. Por razones obvias, los separatistas utilizan preferentemente, casi en exclusividad, el término catalanes. Fraude semántico, político y contable.
Los separatistas catalanes tramaron poner al frente del PSOE a una agente suya, via PSC, y luego, vía PSOE, a esa misma agente al frente del Gobierno de España. Con anterioridad, la agente había sido ministra de Indefensa y Desarme. Yo, para no pronunciar su nombre, la llamo fiera corrupia.
A mi modo de ver, las infamias de la burguesía catalana, como responsable principal del Partido Único de Cataluña, se inscriben en una conjura hecha de constantes e incontables intrigas presididas indefectiblemente por la deslealtad, el oportunismo y el filibusterismo furtivo.
No hay incendio o conato de incendio en esta atormentada piel de toro en el que no esté presente, siempre en la oscuridad, esa burguesía a través de uno o varios de sus agentes.
Pirómanos de campo, bomberos parlamentarios, intrigantes de por vida, seres nacidos para la traición.
Dime, España, ¿hasta cuándo?
Alguien me ha calificado de marxista grosero. ¡Bingo!, aunque, a decir verdad, yo me tengo por hegeliano y, muy concretamente, por un fiel seguidor de la Fenomenología del Espíritu («Todo lo real es racional, todo lo racional es real»). Ello no me impide comprender o, al menos, tratar de comprender que, como ha dicho un pensador alemán, Hegel es a la vez marxista y antimarxista avant la lettre.
Hasta ahora, los separatistas catalanes nos hemos dedicado a traicionar a España; en adelante, de lo que se trata es de aniquilarla. Gracias, Marx.
Por lo que tengo de extremeño cazurro, herencia que llevo en el alma y ahí cultivo, ya me gustan los garrotazos de pastor que Monago arrea a los separatistas catalanes, pero creo sinceramente que para meterles el miedo en el cuerpo hace falta, además, perfidia, mucha perfidia.
Por lo que sé, Franco ni prohibió el catalán ni tuvo necesidad de hacerlo. Los propios catalanes se lo prohibieron a ellos mismos. A través del clero, la burguesía catalana estuvo siempre con el Régimen y dentro del Régimen. Ni ética ni épica. Sólo instinto de supervivencia.
Ahí sigue.
A mi entender, y siempre de acuerdo con mi experiencia, en los asuntos catalanes hay que partir inexorablemente del peor de los casos posibles o, lo que para mí es igual, de la perfidia máxima, la deslealtad máxima y la traición máxima. El que lo haga probablemente acertará, aunque también cabe la posibilidad de que se quede corto.
¿Y por qué?
De acuerdo con mi modo de ver y entender, por la sencilla razón de que el imaginario de un español de la meseta nunca será el imaginario de un periférico levantino.
Las realidades sociales asentadas en falsedades sociales son realidades sociales.
Sí, sí, pero sólo mientras duran, no eternamente.
A mi modo de ver, Cataluña, como parte de España, es formalmente una democracia, pero en diversos aspectos no forma parte de España de manera total y permanente y en lo político y en lo social es una dictadura burguesa instaurada dolosamente mediante una conjura y asentada en una omertà muy meridional y absolutamente sui generis.
¿Hasta cuándo?
A Enric Juliana y la Raholito en sus horas bajas
¿Burgueses catalanes en las barricadas? Confieso que el cuadro no me cuadra. La historia y, dentro de ella, nuestra Guerra Civil me enseñan que los burgueses aparecen en la calle cuando hace ya tiempo que dejaron de tronar los petardos y no hay peligro de caer víctima de un bala perdida.
Además, los burgueses no van a los escenarios de la contienda (guerra, revolución o revuelta) sino a los centros de poder. Directamente a los centros de poder, que son también los centros del dinero.
¿Legitimidad democrática?
Esa se compra por adelantado. Se compran los parlamentarios o, caso de Cataluña, se compra el grueso de todo un parlamento y así uno se asegura la mayoría absoluta a perpetuidad.
A decir verdad, para que la argucia surta efecto y se mantenga operativa es imprescindible asimismo instalar un outlet a modo de tubería de evacuación y respiradero de disidentes y marginados; máxime cuando estos constituyen con mucho la mayoría demográfica y social, como ocurre en el conjunto de Cataluña con los charnegos.
En resumen, se trata de que todo parezca democrático y sea formalmente democrático, sólo formalmente.