Se masca la tragedia

Después  de semanas y noches de insomnio y aquelarre hemos pasado, aquí en Cataluña, de la amenaza farolera del choque de trenes y una dialéctica de fondo basada en la antítesis  legitimidad jurídica (España) frente a legitimidad  democrática (Cataluña)  a una calma precipitada  y una petición de diálogo decididamente sospechosa, toda vez que  ha corrido a cargo del nunca sospechoso y siempre incombustible Jordi Pujol padre, acompañado en esta ocasión por Duran, su enemigo personal y ahora aliado necesario.

Los separatistas catalanes están atrapados en su propia trampa, una trampa gigantesca hecha de corrupción y deslealtad.

Como español deseo que nuestro Gobierno aproveche el momento para desmontar la estructura política, social y económica del separatismo catalán  y perseguir por vía  legal a sus responsables hasta dejarlos fuera de combate. Sin dinero no hay corrupción y sin corrupción no hay lobby burgués disfrazado de nacionalista dispuesto a llevar a un pueblo, incluso a toda una sociedad,  a la ruina y luego buscar refugio en Andorra, en Liechtenstein o en las islas Caimán.

En mi opinión, los separatistas ya nos han demostrado quiénes son y qué quieren. Ahora corresponde a los españoles poner remedio.

 

 

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