Una tarde con Leonardo Boff
Gracias a una visión providencialista de la historia, herencia de una infancia aterida y, aun así, recordada con nostalgia y agradecimiento, entiendo el avatar del ser humano vivido y descrito por Leonardo Boff, pero no lo comparto en su totalidad.
Considero que, metodológicamente, Marx y Hegel son complementarios e intercambiables: de la materia al espíritu, del espíritu a la materia o, si se prefiere, inducción y deducción, deducción e inducción. En definitiva, un modo de ver y razonar único y unitario con recorrido de ida y vuelta: el bucle, siempre el bucle, como fórmula y modelo.
Los humanos podemos y acaso debemos pensar que, para nosotros, primero fue el Espíritu, aunque, una vez establecido el bucle, poco importa. A mi entender, lo que cuenta entonces es el fin, y la cabeza parece empeñada en convencerme de que un acontecer racional –y hay motivos para pensar que el nuestro lo es– reclama un fin necesariamente racional.
Y dado que el orden/desorden capitalista sigue la ley imperante en la naturaleza sólo que en otro plano y con otros medios, he aquí tres ideas para sobrevivir:
–la injusticia es sólo una forma deficiente de justicia;
–en muchos casos, dejarse explotar es la manera más inteligente de burlar la explotación;
–toda vez que el que no aprende perpetúa la explotación en él mismo y en los demás, aprende, de modo que, siguiendo el consejo del filósofo, puedas decirle al amo: «La máquina es suya, pero yo soy el que trabaja y produce, pues soy el que sabe cómo funciona la máquina y la hace funcionar.»
Así, pues, sapere aude!
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