Le Havre

Película inteligente de un director inteligente. Recreación de una sociedad marginal mediante retazos que son a la vez sinécdoques y elipsis. El Havre me hace pensar en un París que conocí en los años sesenta, antes de mayo del sesenta y ocho, como fugitivo y emigrante. Ciudad decadente, gentes decadentes, supervivencia resignada y solidaridad humana, para mí  sin  calor humano, calor humano que aquí sólo percibo en los ojos y la boca de un animal, la perrita Laika.

Miseria civilizada, sin promiscuidades, sin intimidades, sin gestos desgarrados a la spagnola maniera.

Estamos en la Europa del Norte, a mil quinientos kilómetros de Puerto Urraco, casi a ochenta años de una infancia aterida a la que da fuerza y vida el aliento de una fiera.

 

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