Felipe VI o la esperanza
Tras la claudicación-abdicación, a fortiori e in extremis, de Juan Carlos I, la proclamación de su hijo como rey de España con el nombre de Felipe VI puede significar un hálito de esperanza para España y los españoles.
Esperanza de que se restablezcan el orden y la autoridad en nuestra maltrecha nación, traicionada por unos, zarandeada por otros y abandonada a su suerte por todos o casi todos.
Entiendo que el nuevo rey y su equipo de asesores van a necesitar mucha inteligencia y mucho arrojo para enderezar todo lo que se ha torcido y devolver a nuestra patria todo lo que le han robado, usurpado y arrebatado.
Para ello será necesario cerrar cuanto antes esa sangría en la que una izquierda irresponsable converge con el separatismo periférico, siempre desleal y siempre oportunista.
Como en el 31, como en el 34, para evitar el 36.
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