El tuerto y el bizco en su última peripecia

Imagino que, después de compararse/equipararse con el David bíblico por su astucia y, naturalmente, por su misión patriótico-liberadora, Artur Mas, presidente de la Generalidad de Cataluña, habrá estado ejercitándose con tensa intensidad en el manejo de la honda para abatir al gigante Goliat, que, según él, aquí y ahora es el Estado español.

De lo contrario, este urbanita del siglo XXI podría encontrarse con que la piedra lanzada con su honda no había hecho blanco en la cabeza del Gran Enemigo de Cataluña sino en la cabeza del propio hondero, concretamente en su ojo izquierdo, que para un diestro poco diestro es sin duda el más vulnerable y expuesto de los dos en tales lances.

En ese supuesto, probablemente tendríamos que la política catalana era dirigida –¿con carácter interino?– por un tuerto y un bizco.

Dios no lo quiera.

En cualquier caso, me pregunto: ¿cómo se mirarán y cómo se verán los dos interfectos si, después de fallar sus incontables cábalas y cambalaches, ambos dan con sus huesos en la cárcel del Gran Enemigo? 

Habrá que esperar a verlo para dejar de imaginarlo.

Última lección de nuestro moderno David 

Una retirada táctica bien ejecutada y bien administrada puede consolidar el plan estratégico en su conjunto y asegurar la conquista del objetivo final.  

Obviamente, quien dice una retirada dice mil. Traiciones y deslealtades no se contabilizan.

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