En la hora de la muerte

Intuyo que morir embriagado de música interior no es ni fenecer ni extinguirse, es acceder a una dimensión superior de la existencia por la senda de la armonía.

Alcanzada esa meta, el cosmos se expande ad infinitum y el ser vive su plenitud.

Para mí, la armonía es movimiento, el cosmos es orden y el ser es ese algo que se inventa y se crea constantemente a sí mismo en una eternidad sin retorno, ajena al tiempo.

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