¡Luz, más luz! (Licht! Mehr Licht! (Elecciones catalanas II)

Anoche, mientras escribía, se me apagó la luz de la inspiración. De repente quedé a oscuras y por un instante pensé que era la muerte o un mensaje suyo a modo de aviso.

Margarita –alma de ángel en cuerpo de mujer, criatura diáfana–,  acudió en mi auxilio, y, a poco, recobré consciencia y cacumen.

Gracias, Margarita; una vez más, gracias. Nos vemos.

Como escribíamos ayer noche, las elecciones del pasado día 27 en Cataluña fueron las primeras de su género que no estuvieron monopolizadas por los separatistas y sus lacayos.

En mi opinión,  ello se debió, entre otras, a estas tres razones:

a) Naturaleza plebiscitaria. Los separatistas, siempre atentos a su hoja de ruta, habían puesto todo su empeño en hacer ver que esas elecciones tenían oficialmente carácter de plebiscito en torno a la independencia de Cataluña como asunto fundamental y pregunta clave.

Tramoya y atrezzo aparte.

Tal objetivo, planteado necesariamente como condición previa e ineludible, los obligó a abrir las compuertas de su dictadura y, con dolor de su corazón, dejar que votaran los charnegos o, si se prefiere, los miembros de la comunidad de lengua y sentimiento españoles.

Evidentemente,  de lo contrario no habría ni plebiscito ni siquiera andrómina y simulacro de plebiscito.

b) Ventaja de salida. Después de más de treinta años (i la torna) de dictadura o, si se quiere, de control de la Administración pública y las instituciones de poder político y representación democrática de Cataluña y su sociedad civil, los separatistas pensaban que tenían suficiente ventaja para hacer un gesto de generosidad y talante democrático en la línea de lo que en catalán se dice donar peixet.

Y lo hicieron.

«A ver; todos esos, que vayan pasando. Por favor, silenci. Por aquí. No, a la izquierda, no».

c) Clave separatista. Los programadores/organizadores de la jornada de puertas abiertas habían previsto que el encuentro debía jugarse y se jugaría en casa, con pelota de la casa, con árbitro de la casa, con jueces de línea de la casa, con público y claca de la casa, con cámaras de televisión de la casa, con reporteros de la casa y con observadores nacionales e internacionales de la casa.

Y, naturalmente, con banderas y música de la casa y sólo de la casa.

Aun así, considero que la jugada no les ha salido redonda; al menos, no tan redonda como la pelota.

A mi entender, una vez más se ha puesto de manifiesto que nadie puede engañar a todo el mundo durante todo el tiempo.

En otras palabras,

No hay dictadura que cien años dura

y ni la más férrea dictadura la llama del genio obtura, 

pues si es dictadura es contra natura.

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