Los límites de Podemos y los límites de Pablo Iglesias

Considero que las razones  aducidas por los líderes de Podemos para explicar la retracción parcial de los votantes naturales de esta formación respecto  de las expectativas sustentadas hasta horas antes de la celebración de las elecciones del 26 de junio pasado son, como mínimo, parcialmente válidas.

El miedo también puede obrar milagros. Sobre todo en política. Sobre todo en situaciones límite. Sobre todo a la vista del abismo.

Pero, tras analizar brevemente la situación, creo haber descubierto otras dos posibles causas de ese fenómeno político colectivo.

En primer lugar, el estiramiento del campo ideológico desde una izquierda comunista y, por lo tanto, radical y en esencia revolucionaria hasta las lindes de la derecha tradicional, utilizando aquí la venerable figura de la socialdemocracia histórica más como vergonzoso trampantojo que como referente de un socialismo reformista y un capitalismo humanizado.

En medio de ese campo ideológico ha quedado el Partido Socialista Obrero Español. Cabe pensar que, de momento, los dirigentes de Podemos lo han reducido a la condición de isla –¿cuerpo extraño?– con la más que probable intención de  dar buena cuenta de él fagocitándolo y eliminándolo del mapa político-social en una fase posterior, ya prevista y programada.

En cualquier caso, entiendo que el estiramiento ideológico de Podemos responde al estiramiento de la ambición personal del líder de Podemos. Esa ambición personal explicaría asimismo la alianza de Podemos con el separatismo catalán,  a mi modo de ver siempre esencialmente burgués a pesar de contar con la presencia y la colaboración instrumental de mensajeros y agentes dobles como Ada Colau y, sobre todo,  Pablo Iglesias protegidos por su pretendido aura de activistas sociales  y regeneradores políticos.

En cualquier caso, ahí tenemos una posible segunda causa de la retracción sometida a examen.

Ada Colau muestra una irrefrenable alergia a todo lo español, mientras que Pablo Iglesias es a mis ojos  lo  que en alemán llaman Fachidiot, o sea, un idiota especializado.

Lo grave del caso es que ese idiota especializado es, además, esclavo de su ambición. Puede decirse que, de hecho,  los límites de su ambición son los límites de su mundo y viceversa.

¿Conseguirá hacerse con el mando de todas nuestras izquierdas este nuevo Pablo Iglesias?

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