Artículos de diciembre de 2016

Revolución y revoluciones

De acuerdo con la experiencia histórica, la Revolución y las revoluciones a las que me refiero aquí y ahora no dan lugar necesariamente a sociedades o situaciones colectivas menos injustas que las anteriores, aunque sólo sea porque las personas que las llevan a cabo son hijas del capitalismo y tienen en general mentalidad capitalista.

Eso sin contar con que en toda revolución del signo que sea alienta siempre el caos.

Aun así, entiendo que esos movimientos sociales –Revolución y revoluciones– son necesarios o, al menos, convenientes para mantener vivo el proceso dialéctico en una sociedad que, como la nuestra, tiende, aunque sólo sea por inercia, a la perpetuación de un capitalismo tan abusivo como le sea permitido.

En cualquier caso, restablecido el esquema dialéctico, habrá que mantener una actitud de fuerza para defender la posición alcanzada e imponer una solución en favor de la mayoría social más perjudicada.

A mi modo de ver, la meta no se alcanzará  con la táctica de tener cada vez más justicia sino de tener cada vez menos injusticia.

Por eso, lo que ahora toca es, en mi opinión, atacar y erradicar  las formas de injusticia más lacerantes, hasta conseguir que las personas que menos tienen tengan como mínimo lo necesario para vivir con la dignidad que les es propia por  su condición de seres humanos.

Que cada día mueran de hambre miles de niños y mujeres es un crimen que pesa sobre mi conciencia.

Día de la desconstitución

Considero que hoy no hay nada que celebrar, sólo que lamentar. España ha iniciado oficialmente el camino que ha de llevarla a la desintegración.

Día de la desconstitución.

Al final se ha impuesto la traición con toda su fuerza, con todas sus fuerzas.

Los españoles se han rendido. Eso es una realidad que se impone y habrá que aceptar.

Otra realidad –la mía– es que ni pienso traicionar a mi patria ni pienso rendirme.

Soraya Sáenz de Santamaría en Cataluña

Tengo a Soraya Sáenz de Santamaría por una buena española: inteligente, responsable y leal. Ya por eso le deseo suerte en sus negociaciones/transacciones con los separatistas catalanes.

Creo que la va a necesitar.

A mi entender, un español de la Meseta, culesquiera que sean su mentalidad y su formación académica, no tiene ni imaginación ni elasticidad intelectual  para reproducir el proceso mental de un separatista catalán, se llame éste Puigdemont, Mas o Pujol, y mucho menos para contrarrestarlo.

Si ese español, aquí y ahora esa española,  decidiera intentarlo,  tal vez sería conveniente que se enterara antes de  que el separatista catalán miente sistemáticamente, incluso cuando dice la verdad.

¿Por qué? Pues sencillamente porque su intención es siempre engañar y salirse con la suya.

Curiosamente, el separatista catalán pretende basar su comportamiento en razones éticas o morales. «Este me quiere engañar —¡robar!— y yo tengo que defenderme e impedirlo».

En términos colectivos (¿nacionales?): «La razón está de nuestra parte. Todos los medios que utilicemos serán siempre legítimos, lícitos y democráticos».

Conclusión

En el caso catalán, el engaño va precedido del autoengaño y, que yo sepa, ese autoengaño es irreductible y autojustificante. 

América y Europa: imperialismo y Estado de bienestar

A mi modo de ver, las palabras make America great again (hacer nuevamente grande a América), pronunciadas en repetidas ocasiones por Donald Trump, contienen en síntesis tanto el objetivo como el programa político que el presidente electo de Estados Unidos desea y piensa llevar a la práctica en su mandato.

De ahí es fácil colegir que para Trump una América nuevamente grande es una América que vuelva a ocupar su lugar como potencia militar dominante en el mundo.

Si fuera así, podríamos pensar que el hombre aún no se ha enterado de que los mejores tiempos del imperialismo militar de Estados Unidos pertenecen al pasado y no es muy probable que vuelvan. Nos lo dicen a diario  fenómenos como la globalización con su nuevo espíritu de los tiempos y la emergencia/consolidación de varias superpotencias económicas capitaneadas por China, junto con el declive, tan visible como inexorable, de Estados Unidos tras medio siglo de hegemonía militar, política y económica con su consiguiente desgaste.

Wait and  see o, lo que es igual, esperemos a ver qué pasa. 

Mientras tanto, la vieja Europa sigue luchando con sus demonios históricos, incapaz de articular un proyecto político-económico unitario; Alemania, pequeña gran potencia continental,  aún concita demasiada aversión y demasiados recelos.

Es cierto que varios países europeos  con larga tradición democrática instauraron hace algunas décadas regímenes centrados en la atención a su respectiva sociedad civil, dando lugar a lo que después se llamaría Estado de bienestar, pero lamentablemente la fragilidad de esos regímenes ha puesto de manifiesto a su vez la fragilidad de su obra maestra.

Hoy el Estado de bienestar en sus diversas modalidades está en peligro, como está en peligro el socialismo en sus múltiples versiones, atacado simultáneamente desde dentro y desde fuera.  Para mí eso significa en la práctica que  el socialismo ha perdido sus señas de identidad como ideología y sobre todo como proyecto concebido y desarrollado en torno a un programa social.

Tanto en España como en Francia, Italia, Holanda y Reino Unido, entre otros países europeos,  el socialismo ha derivado, en  cuestión de décadas, desde una matriz marxista y revolucionaria hasta la actual socialdemocracia,  ideología que en su praxis  se confunde a menudo con el socioliberalismo preconizado en Francia  por François  Hollande y Manuel  Valls.

Con ello hemos llegado a un socialismo no socialista.

De acuerdo con ese panorama diría que, dentro de nuestras fronteras, es la hora de Rivera y sus ciudadanos, a un lado, y de Pablo Iglesias y sus podemitas, a otro.

Claro, claro, sin olvidar a Miquel Iceta, agente doble y  lacayo de una burguesía tan desleal como insolidaria, al igual que los demás conjurados de un inexistente Partido de los Socialistas de Cataluña.

Siria, dolor del mundo (Weltschmerz)

En 2011, una cadena de protestas contra el gobierno de Bashar al Asad en la ciudad meridional de Deraa enciende el fuego de la guerra civil. Un año después, el enfrentamiento se extiende a todo el pais, que queda dividido en un bando progubernamental y un bando rebelde. De hecho, eso significa la internacionalización del conflicto. Ahora éste  afecta a  países de Oriente Próximo y Oriente Medio y abarca desde Turquía hasta el Golfo Pérsico, desde Siria hasta Irán.

En 2014, Estados Unidos, secundado por Reino Unido y Francia, hace acto de presencia con acciones aéreas contra el Estado Islámico, aunque, al menos teóricamente, está en el bando de los rebeldes con Turquía y Arabia Saudita, lo que no siempre es fácil dilucidar, ya que en realidad se trata de una guerra de todos contra todos, sin frentes definidos ni bandos fijos y estables.

Teorías aparte,  estamos ante un conflicto geoestratégico de proporciones aterradoras en el que no pocos observadores insisten en ver el punto de partida de una más que posible nueva guerra mundial.

Conflicto geoestratégico que tiene  en el petróleo su combustible, moneda de cambio y munición.

Una vez más,   la población civil se lleva la peor parte. Hasta ahora unas quinientas mil personas, en su mayoría mujeres y niños, han muerto a causa de los bombardeos,  mientras que más de cinco millones han tenido que huir para salvar sus vidas y han buscado refugio en países limítrofes como  Líbano, Turquía o Jordania y, a partir de ahí, en Europa.

La crueldad y la magnitud de la tragedia obligan a hablar de genocidio, un genocidio que, a mi modo de ver, pesa de manera especial  sobre las  conciencias de los líderes políticos y los ciudadanos del llamado primer mundo.

Para mí, saberlo y verlo ya es delito.

Anonadado ante tamaño mysterium iniquitatis, hago mío el dolor del mundo (Weltschmerz).

Ciudadanos, Partido de la Ciudadanía

La formación política conocida hoy como Ciudadanos nace en julio de 2006, en Barcelona, bajo el impulso de un grupo de intelectuales pertenecientes en su mayoría a los campos de la enseñanza y los medios de comunicación.

En su manifiesto fundacional, esos intelectuales se declaran abiertamente contrarios a la política socioeducativa, sobre todo lingüística,  puesta en marcha por el catalanismo institucional, un catalanismo clasista y excluyente que en la práctica actúa como un partido único y apunta, cada vez más abiertamente,  a la monopolización de las instancias de decisión y representación democrática de esta comunidad autónoma.

En las elecciones autonómicas del mismo año, Ciudadanos, dirigido por un jovencísimo Albert Rivera, consigue en torno a  90.000 votos  y, acto seguido, comparece en el Parlamento de Cataluña con tres diputados.

En el 2007 la formación concurre a las elecciones municipales y en el 2008 a las generales, pero los  resultados obtenidos no son precisamente alentadores, lo que lleva a su dirección a establecer contactos con la UPyD de Rosa Díez en busca de un relanzamiento del partido a escala nacional.

Desaparecida  UPyD, Ciudadanos se adueña de buena parte del  espacio demográfico correspondiente al centro izquierda y a la socialdemocracia, lo que supone, además de una considerable entrada de votos, la instalación definitiva del partido en el ámbito español.

En las elecciones generales de 2016, el partido capitaneado por Albert Rivera obtiene 3.125.761 votos y alcanza la cuarta posición, sólo superado por el PP, Podemos y PSOE.

En ese mismo contexto, la dirección de Ciudadanos elabora y presenta una nueva formulación de su ideario programático. Ahora se define como un partido liberal de centro derecha, lo que significa que ha pasado de la izquierda a la derecha en lo político, en lo social y, sobre todo, en lo económico.

Salto cualitativo y cambio de bando. Socialdemocracia y, en buena medida, Estado de bienestar son sacrificados en aras de una concepción de la sociedad como máquina productiva con nombre de liberalismo.

Para muchos españoles, hoy esta formación se inscribe, tout court, en la derecha más pragmática  y menos ideologizada. Busca abiertamente  la alianza  con el PP, partido que se declara deudor del humanismo cristiano, mientras que los Ciudadanos de Rivera apuestan de facto por un laicismo de corte europeo y, por lo tanto,  exento de toda referencia a principios transcendentes.

Y si en lo político su principal ideólogo ha sido desde un principio Francesc de Carreras, jurista prestigioso de ideario laxamente socialista, en lo económico su primera autoridad es actualmente Luis Garicano, hombre de tendencia liberal  próximo al IBEX 35.

Garicano, con su equipo de expertos, ha elaborado el nuevo programa económico del partido con propuestas directas de inspiración estadounidense (incentivación del trabajo y el rendimiento personal) y europea (contrato único indefinido y ayudas a los trabajadores con las rentas más bajas y/o en paro).

En resumen, pragmatismo y solución de problemas concretos que afectan al conjunto de la sociedad o, si se prefiere,  dinamización de la actividad económica de la nación en su conjunto.

Estamos en Europa y  aquí manda la economía de mercado.

Tres consideracciones

 1) Aunque Ciudadanos nace en Cataluña y en un primer momento se declara abiertamente contrario al catalanismo independentista, con el paso del tiempo establece una extraña entente cordiale con él. De hecho, los dos bandos escenifican un enfrentamiento de baja intensidad, toda vez que los independentistas procuran no hacer sangre en los nuevos disidentes y estos nunca denuncian los delitos más graves de los separatistas, que, a mi entender, son la instauración de una dictadura burguesa en Cataluña, con una comunidad lingüística minoritaria y opresora, y una comunidad lingüística mayoritaria y oprimida, junto con la imposición, igualmente dictatorial, de una política educativa que atenta gravísimamente contra el derecho de todo ser humano a recibir enseñanza en la lengua materna, derecho del que aquí y ahora ha sido privada dolosamente más de la mitad de la población escolar.

Esa es hoy la situación.

2) Entiendo que el deslizamiento/corrimiento de Ciudadanos de izquierda a derecha obedece a un plan táctico-estratégico, de acuerdo con el cual Rivera ha recibido la orden de situarse cerca del PP por ser, hoy por hoy, el partido con más posibilidades de acceder al poder. En ese supuesto y dado que no parece probable que los populares alcancen la mayoría absoluta en un futuro previsible, Rivera tendría/tendrá la oportunidad de desempeñar el papel de pieza clave y determinante de que tanto gustan los catalanes y así vender sus magros y siempre calculados apoyos con altísimos beneficios.

La maniobra, conocida también con el nombre de envolvente, permitiría montar una vez más la pinza catalana con una Generalidad controlada por hijos de la burguesía más desleal y un Rivera radicado ahora en Madrid y tutelado ahora y siempre por Francesc de Carreras.

3) Tengo para mí que Francesc de Carreras está llamado a ser un elemento muy influyente, incluso decisivo,  en la elaboración y presentación de la respuesta jurídica e institucional que el Gobierno de España habrá de dar, más pronto que tarde, al desafío rupturista del independentismo catalán. Él mismo ya ha apuntado en qué podría consistir la primera medida a adoptar por parte del Estado, un Estado que lo es de derecho y, por lo tanto, tiene la ley a su favor.

Lo que no ha dicho De Carreras es que él está y estará ahí para completar la pinza y hacer que funcione.

Aznar y el PP

Me malicio que  Aznar sueña desde hace bastante tiempo con ser esa figura superior a la que se vuelven todos los ojos del Partido Popular, no sólo los de Rajoy, en demanda de consejo cada vez que surge una de esas situaciones  en las que, a su entender, está en juego algo importante para su formación política y sobre todo para España.

Un síndrome común a muchos políticos, grandes y pequeños, a lo largo de la historia. Evidentemente, la imagen que sus conciudadanos tienen de ellos no se corresponde con la que cada uno de ellos tiene de sí mismo.

En la mayoría de casos habrán de resignarse y aceptar la realidad social, siempre superior y más poderosa que la realidad subjetiva e individual.

Por eso me malicio asimismo que, aparte de rechazar títulos «nobiliarios» puramente decorativos, el «Anzar» de George W. Bush y las Azores no se alejará realmente, ni poco ni mucho, de un partido que considera, en gran parte, obra suya.

No me parece probable, pues, que el hombre decida  crear y dirigir una formación política de nuevo cuño, por mucho que le calienten la cabeza.

Ni siquiera en grado de tentación o tentativa.

En cualquier caso, a mi modo de ver eso sería muy malo para España no sólo porque, en el ámbito de la insolidaridadd y las divisiones, ya tenemos bastante con la falta de sentido de Estado del PSOE y  Podemos, unida a la incurable deslealtad de las burguesías separatistas, sino también y sobre todo porque el Partido Popular es, hoy por hoy, el último y único bastión sólido en  la defensa de nuestra Patria y su unidad.

La cuestión catalana (edición definitiva)

En La Vanguardia del miércoles, 28 de diciembre –día de los Santos Inocentes–,  apareció un texto de Francesc de Carreras que puede verse  como una síntesis razonada del camino seguido por los separatistas catalanes desde una fecha imprecisa que podemos situar en el tardofranquismo hasta hoy, momento en el que, de acuerdo con su plan, piden/exigen, por la vía de los hechos consumados, una reforma de la Constitución a su antojo y acomodo.

Hoja de ruta y haz de líneas rectoras con su meta, táctica y estrategia.

En el texto yo he distinguido seis puntos, que son básicamente otros tantos hitos históricos y conceptos referenciales, a los que he añadido sendos comentarios personales, amén de una reflexión final con pretensiones de síntesis nuclear.

Primer punto

“La cuestión catalana puede plantearse desde dos puntos vista: desde el catalanismo político clásico y desde las exigencias actuales de los partidos nacionalistas”.

Se diría que, según el autor, la llamada cuestión catalana sólo incumbe al catalanismo político clásico y a los partidos nacionalistas, o sea, a los separatistas catalanes de dos tendencias. Los demás, catalanes no separatistas y españoles en general no tienen nada que hacer o decir en ese asunto. Al parecer, para ellos no hay ni punto de vista ni derecho a expresarlo.

Segundo punto

“El  proceso no parte del 2012, tras la manifestación del 11 de septiembre, sino de 1980, tras la elección de Pujol como presidente de la Generalitat. Ahí comenzó la construcción nacional de Catalunya”.

En contra de lo que De Carreras afirma aquí, el proceso, término tan ambiguo como todo lo que tiene que ver con él, nace, a mi entender, en el tardofranquismo. La Capuchinada, protagonizada por un grupo de estudiantes y amparada por elementos del clero, tiene lugar en 1966. Después vienen las manifestaciones, las algaradas y las huelgas impulsadas  por los sindicatos y las asociaciones vecinales de las ciudades integrantes del anillo industrial de Barcelona. Ahí encienden el fuego de la revuelta los agentes, doblemente furtivos, de una presunta izquierda catalana, pero quienes dan realmente la cara en las calles, las fábricas y los polígonos, frente a la policía franquista, son obreros españoles, en su mayoría comunistas y socialistas.

Estamos en las postrimerías del franquismo o, si se prefiere, en los  primeros años setenta del siglo XX.  Falta poco para la Transición y la instauración de un régimen formalmente democrático en España. Entonces, sólo entonces, aparecerán en escena los representantes de  la burguesía catalana para proceder a la toma del poder.

Lo de siempre, como siempre.

Refugiados eternamente en la ambigüedad, los separatistas catalanes hablan y hablarán de proceso, sin explicar, de momento, en qué consiste y/o para qué sirve. Lo harán más adelante, pero siempre en dosis y por etapas. En rigor,  lo que ellos llaman proceso es una conjura en toda regla, palabra por lo demás anatematizada desde el primer momento para mejor practicar e impulsar su realidad. Eso es exactamente el proceso, una conjura.

Tercer punto

“…aceptar el Estatuto sólo como un instrumento para la construcción nacional, utilizando para ello la lengua, la enseñanza  y los medios de comunicación”.

Los separatistas reclaman y aprueban el Estatuto con la decisión firme de no cumplirlo. Es sólo uno de los varios  peldaños que han de subir para acceder a la meta. Estamos ante una de las características esenciales del separatismo catalán: la deslealtad en grado de perjurio: se jura lo que haya que jurar para avanzar, nunca con intención de cumplirlo. Después del Estatuto vendrá la Constitución, nunca cumplida, siempre perjurada.

Todo eso lo sabe muy bien De Carreras. De ahí que, en lugar de denunciarlo y asumir sus consecuencias,  prefiera pasarlo por alto y hablar exclusivamente de la cuestión catalana, que por lo visto es también la suya.

Cuarto punto

“A partir del 2010, las consignas cambiaron; soberanía, derecho a decidir, independencia, ruptura, desconexión. Esto es lo que hoy llamamos cuestión catalana”.

Lo que De Carreras y los suyos llaman (“llamamos”) “cuestión catalana” no es más que la formulación en versión política de un incumplimiento sistemático de la Constitución teóricamente vigente en toda España, incluida Cataluña, desde su promulgación en 1978. Vale decir que ese incumplimiento responde a su plan general y ahora consiste exactamente en subir un peldaño más para alcanzar  la plena soberanía y una extraña forma de independencia por la vía de la intriga permanente, elemento y alimento de los separatistas catalanes.

El ilustre jurista, que es, además de ideólogo, asesor de una de sus fuerzas de confluencia, sabe todo eso  y mucho más. Por ejemplo, que el derecho a decidir está contenido y regulado en la Constitución. De hecho, la Constitución es el documento oficial que recoge esa decisión en cuanto acto ejercido y consumado.

Quinto punto

“¿Puede una reforma constitucional solucionar este conflicto?”

Como la conjura catalana conocida con el nombre de proceso se halla en una fase muy avanzada de su desarrollo, prácticamente todos o casi todos los españoles sabemos ya que lo que quieren los separatistas es reventar la Constitución, último obstáculo, según ellos, para acceder a la soberanía nacional  y una peculiar forma de independencia de acuerdo con la cual  los catalanes seguirán beneficiándose de la condición de españoles (doble nacionalidad), en tanto que los españoles dejarán de ser catalanes. En otras palabras, los catalanes podrán seguir circulando por todo el territorio español y, naturalmente, ocupar cualquier cargo en su Administración, incluido el de jefe de Gobierno, mientras que los españoles no podrán entrar libremente en Cataluña y mucho menos ocupar cargos de cierta relevancia en su administración, cosa que ocurre ya ahora.

Sexto punto

“La cuestión catalana actual no se resuelve con una reforma de la Constitución, sino con una derrota del nacionalismo en las urnas”.

De Carreras, listo él, nos ha cogido de la mano y, con la ayuda inestimable de la envolvente catalana,  nos ha llevado hasta las urnas del  próximo Referéndum, un referéndum que con toda seguridad va a ser tan fraudulento como su precedente, escenificado con nombre de consulta popular el 9 de noviembre de 2014, y como todas las elecciones y votaciones que se hacen y se deshacen en  Cataluña desde la instauración del actual sistema democrático en 1978.

Él lo sabe y quiere participar de manera activa en el fraude; perdón, en el Referéndum.

Síntesis y reflexión final

 Entiendo que la actual situación política de Cataluña es fruto de una cadena ininterrumpida de infracciones de nuestra Carta Magna, entre las que abundan los fraudes de ley, por parte de los separatistas.

Uno de sus  primeros objetivos fue conseguir que aquí la política la hicieran ellos, sólo ellos, tanto para los catalanes como para los no catalanes. Así que lo consiguieron y se hicieron con el control de la mayoría de las instancias de decisión y representación democrática, desde la Generalidad hasta los partidos políticos, pasando por el Parlamento autonómico, implantaron una dictadura de estirpe burguesa con una comunidad minoritaria y opresora de lengua catalana y tendencia separatista, y una comunidad mayoritaria y oprimida de lengua española y sentimiento español.

Hoy, en las escuelas públicas de Cataluña está prohibido por ley enseñar y aprender español, lengua que asimismo ha sido expulsada prácticamente de la Administración autonómica y su extensa zona de acción e influencia.

Ante tal estado de cosas, me pregunto de qué sirve que, según la Constitución, el español sea la lengua oficial de España y todos sus ciudadanos  tengan la obligación de saberlo y el derecho de usarlo.

El hecho es que, de acuerdo con lo que De Carreras y los suyos llaman proceso y yo he llamado conjura siempre que me ha sido posible, esa dictadura de facto les ha permitido marginar e instrumentalizar a la comunidad de lengua española, que, una vez despojada de sus cabezas pensantes y sus señas de identidad, ha quedado reducida a la condición de masa amorfa, carente de  autoconciencia política y social.

Estamos a finales de diciembre del 2016 y, que yo sepa, hasta hoy, nadie, absolutamente nadie ha reconocido la existencia en Cataluña de una comunidad de lengua española, a pesar de ser claramente mayoritaria, y, en consecuencia, nadie ha salido en defensa de los derechos individuales y colectivos de sus miembros.

Esa situación  ha permitido a los separatistas actuar como un partido único, sin otra oposición que la simulada y escenificada por ellos mismos, y  activar e impulsar el llamado proceso con la complicidad pasiva o activa, rara vez libre y consciente,  de la comunidad de los marginados integrada por más de cuatro millones de españoles (aproximadamente el sesenta por ciento de la población total).

De acuerdo con lo expuesto, afirmo que, en mi opinión, todas las instituciones creadas en Cataluña desde la promulgación de la Constitución en 1978 son ilegítimas, ilegales y contrarias al Estado de derecho, ya que no responden en modo alguno a la voluntad de todos sus ciudadanos expresada libremente y a la defensa de sus intereses en condiciones de igualdad, esencia de la democracia.

En estas circunstancias, ¿puede hablar alguien de reformar una Constitución que aprobó con el propósito deliberado de no cumplirla y nunca  la ha cumplido?

¿Acaso es lícito cambiar la Ley de leyes desde la ilegalidad?

¿Cómo se devuelve a los niños la lengua materna que les ha sido arrebatada?

Y, en suma, ¿cómo se desmonta la dictadura impuesta en Cataluña por los sectores más desleales e insolidarios de su burguesía?

Contesta, De Carreras, que tú sabes de qué va la cosa.