La burguesía de la Meseta contraataca

A mi leal saber y entender, la burguesía de la Meseta, núcleo humano de lo que se ha conocido convencional y tradicionalmente como derecha española, fue siempre capitalina,  burocrática o, mejor dicho, funcionarial,  clerical, militarista y, por encima de todo, parasitaria.

Ese parasitarismo suyo  sirvió de excusa y coartada pero también y sobre todo de argumento y justificación a las burguesías periféricas nacidas al calor de la Revolución industrial  para romper el pacto a tres bandas (Castilla, Cataluña y Vasconia) y  rebelarse contra el imperio  de la capital cuando ese imperio dejó de estar avalado y respaldado por el Imperio de ultramar.

Sin Imperio no hay ni encomiendas ni prebendas.

Aunque no lo sepamos o, sabiéndolo, nos neguemos a admitirlo, los españoles sufrimos, todavía hoy,  las consecuencias del desastre  que culminó en 1898.

Entiendo y siento que nos falta una conciencia nacional y patriótica  que nunca tuvimos o que tuvimos y perdimos porque no supimos defenderla.

Pero el caso es que, según parece, la derecha de esa derecha española está dispuesta ahora a enfrentarse a la burguesía rebelde y desleal  de Cataluña para ponerla en su sitio, dedicada en cuerpo y alma a sus negocios tradicionales, y convencerla de una manera u otra de que debe dejar el gobierno  de la nación a quien corresponde y siempre lo tuvo.

En principio, la empresa me parece bien, pero la verdad es que niego a sus componentes talla intelectual y sentido de Estado, no de clase, para llevar a cabo la tarea con éxito.

Estoy convencido de que, lamentablemente, ni Aznar ni Zarzalejos tienen ese tipo de comprensión de la realidad que se requiere para meterse en la cabeza de un burgués catalán y reproducir sus procesos mentales, y, en mayor medida aún,  si ese burgués catalán es un infiltrado.

Al decir esto me refiero tanto a un Josep Piqué como a un Miquel Iceta, por citar sendos ejemplos de traición y perfidia; uno a la derecha o donde proceda, otro, aparentemente, a la izquierda.

Y, volviendo a nuestro desastre, confieso que me tengo por heredero y continuador  intelectual de la Generación del 98, concretamente del legado de  dos hombres que, al igual que yo ahora, hicieron del dolor del mundo el dolor de España,

Para ellos y para mí,  lo español fija  y modela una manera de ser y estar en el mundo.

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