La burguesía catalana a juicio

La burguesía catalana -cuatrocientas familias con nombres y apellidos nacidas al calor de la Revolución industrial- formó parte de la superestructura del régimen franquista durante cuarenta años y fue, por eso mismo, una de sus grandes beneficiarias.

Entonces,  los viejos fabricantes y mercaderes de telas no sólo hicieron dinero con mano de obra española pagada a precio de saldo sino que además, y sobre todo, aprendieron los secretos inherentes a la gestión de la Administración pública, tanto regional como estatal.

Por eso, a mi entender, ahí se inició el proceso catalanista/secesionista.

Muerto Franco y extinguidos los últimos rescoldos de su régimen gracias, entre otras,  a la acción subversiva de los  obreros españoles, la burguesía catalana comparece en público y se instala en la Generalidad como única autoridad política de la nueva Cataluña.

Todo de acuerdo con el plan previsto y en alas del espíritu de los tiempos imperante.

El catalanismo,  ahora fuerza socio-política oficialmente dominante, se apodera por sorpresa de todas o casi todas las instancias de poder y representación democrática de la nueva comunidad autónoma e impone en ella una dictadura burguesa con una leve y siempre menguante pátina democrática. Los secesionistas se han constituido  en una comunidad minoritaria y opresora con el catalán como lengua propia,  mientras que la población de lengua española, despojada de sus señas de identidad y privada de sus cabezas pensantes, pasa a ser una masa amorfa, ora marginada ora manipulada, según convenga.

Pero, en contra de lo que podría parecer y de cuanto se ha dicho y escrito, esos catalanistas/secesionistas no se conforman con una Cataluña independiente y tampoco con una Cataluña soberana dentro de una España plurinacional.

En realidad, lo que quieren y persiguen es la desvertebración de España, hasta dejarla reducida a una amalgama de territorios pseudoautónomos sin estructuras de Estado propiamente dichas para  su inmediata colonización.

Así, además de poseer ¡en exclusiva!- una  Cataluña soberana e independiente de España, las élites catalanas tienen planeado  controlar los resortes de poder y decisión de una España desvertebrada.

En palabras de los ideólogos del catalanismo secesionista se trata de sustituir la burguesía castellana de estirpe feudal, funcionarial y parasitaria por élites catalanas de perfil europeo, dinámicas y eficientes, incluso democráticas.

Como puede verse, la Gran Cataluña pretende cumplir una misión histórica.

Y en esas están.

Lamentablemente para los secesionistas catalanes varios de sus dirigentes políticos están sometidos en estos momentos a procesos judiciales bajo acusaciones graves y gravísimas que van desde la corrupción hasta la deslealtad institucional, delitos ambos inherentes al catalanismo secesionista.

El Gobierno español tiene, pues, la oportunidad de asestar un golpe certero y definitivo al secesionismo catalán y acabar de una vez por todas con sus tramas y ramificaciones.

Si no lo hace, probablemente los españoles lo lamentaremos más pronto que tarde.

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