¿Cuanto peor, mejor?
A mi entender, en estos momentos los separatistas catalanes están convencidos de que se saldrán con la suya y conseguirán engañar a España y los españoles, Gobierno incluido, con una última y definitiva estratagema.
En cualquier caso, ahora están en su terreno, se sienten cómodos y se mueven con soltura.
La intriga y la traición son lo suyo.
El Gobierno español, dirigido por un incompetente y cobarde Rajoy, va a remolque de las trampas que le tienden, siempre en cadena, los separatistas. Desde hace tiempo, ellos protagonizan la vida política española e imponen su ley.
Aun así, o precisamente por eso mismo, considero que llegará un momento, si es que no ha llegado ya, en el que el Estado español, con Rajoy o sin Rajoy, se verá forzado a abandonar la política de paños calientes y tendrá que adoptar decisiones enérgicas seguidas de medidas tajantes de obligado e inmediato cumplimiento.
Resulta inconcebible e inadmisible que quienes, al infringir la Ley, dilinquen deliberada, contumaz y gravemente puedan imponerse al Estado de derecho, pero aún más inconcebible e inadmisible es que ese mismo Estado de derecho no reaccione y utilice oportuna y adecuadamente los medios que tiene a su disposición como es su obligación.
No parece bueno para España y los españoles dejar que la situación se pudra para forzar una intervención manu militari, que tal vez, ya ahora, no hay que descartar.
Todo, menos la destrucción de España.