El referéndum catalán y el peor de los casos posibles

Parece evidente  que en estos momentos España se juega su pasado, su presente y su futuro como nación.

Y tanto ahora como a lo largo de la historia contemporánea, los planes de los separatistas responden a una misma idea como punto de partida, modus operandi y meta final: la traición.

Primero, la traición por la vía de la intriga;  después, a partir de una posición de ventaja cuando menos psicológica,  la negociación para consumar y consolidar la traición.

Eso o vuelta al victimismo histórico, aquí llamado irredentismo.

Según ellos, queda descartada toda forma de violencia, incluido el nombre.

Aun así,  considero que, ante el referéndum catalán del próximo 1 de octubre, el Gobierno español debe adoptar un plan estratégico a partir del peor  los casos posibles, de modo que no se  den situaciones imprevistas, o sea, situaciones  para las que el Estado no tenga a punto las respuestas adecuadas.

Personalmente considero que en desafíos como este siempre es preferible pecar por acción a pecar por omisión.

O, lo que es igual, siempre a favor de España, nunca en contra.

¿Y cuál es el peor de los casos posibles para un español de ochenta y tres años?

Asistir impotente –¡como un cobarde!– a la destrucción de España.

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