Puigdemont y Junqueras, víctimas de su propia traición

Desafiaron al Estado de derecho y escenificaron una conjura de estirpe fenicia o veneciana como si fuera la rebelión de todo un pueblo.

Embrollo y farol. Fullaraca. Detrás no había prácticamente nada o casi nada.

Ahora, dos de sus principales cabecillas, un tal Carles Puigdemont, antihéroe nacional huido de la justicia española, y un tal Oriol Junqueras, creyente practicante y delincuente contumaz y reincidente, imploran clemencia con la boca pequeña.

Varios comentaristas locales/regionales de la actualidad nacional, entre ellos Enric Juliana desde la retaguardia de La Vanguardia, han escrito necrológicas políticas de los interfectos.

Es posible que el separatismo catalán haya perdido su batalla más decisiva. Pero sigue vivo y, mientras siga vivo, lo normal es que siga intrigando. Eso es algo que, a mi modo de ver, los españoles deberían tener en cuenta para obrar en consecuencia.

¿Está dispuesto el Gobierno de España y están dispuestos los españoles a desmontar las estructuras creadas, levantadas y explotadas por los separatistas catalanes en cuarenta años de dictadura encubierta con sus incontables intrigas y traiciones?

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