Artículos de julio de 2018

Ni derecha ni izquierda, España en el recuerdo

Me equivoqué rotundamente en mi planteamiento y mis predicciones sobre las elecciones del PP para nombrar un nuevo presidente.

El partido está -¿irremisiblemente?- partido por la corrupción.

Mal para la derecha y, sobre todo, mal para España. Ahora no tenemos ni una derecha ni una izquierda decente.

Los separatistas  mandan y le dicen al Gobierno de España lo que debe hacer.

Objetivos simultáneos y complementarios:

la destrucción de España por vaciado y nihilización de sus estructuras de Estado, acompañada por el empoderamiento de Cataluña como República suprasoberana y supraindependiente con jurisdicción plena e indivisa no sólo sobre su territorio sino también sobre los territorios autónomos y semiautónomos de lo que un día fue España.

Imagino que, llegado el momento, los españoles se enterarán  de todo ello por los periódicos y a balón pasado, pero yo, que ya soy viejo, lo estoy viviendo desde hace tiempo como recuerdo amargo.

¿Quién me enseñó dulce et decorum est pro patria mori?

España necesita una derecha derecha

La situación actual, endémicamente  actual, del Partido Popular me parece tanto más grave cuanto que su aparato burocrático no se muestra dispuesto ni a barrer su sentina ni a que lo barran a él.

Como tantas veces en la historia reciente de España,  el aparato de esta formación política  se empeña en ser la solución cuando es claramente el problema. Y a juzgar por sus maniobras y por las declaraciones de sus nuevos representantes -todos ellos de segunda y tercera fila- no está dispuesto a abandonar el control del partido.

Mal, muy mal para el PP, para la derecha y para España.

A mi entender, su patología  no se cura con una pseudorregeneración tipo Casado y compañía ni con un lavado de cara a cargo de un afamado spin doctor de la escuela de Boston.

Limpieza y sólo limpieza.

Limpieza de hechos pasados y de nombres pasados y presentes.

Mientras tanto me quedo con  la primera y última declaración de Aznar que conozco: «Con los separatistas catalanes no nay nada que tratar».

Lección del separatismo catalán a la justicia teutona

La Audiencia de Schleswig-Holstein, Land  del norte profundo alemán, ha decidido autorizar la extradición de Carles Puigdemont a España no por rebelión contra el Estado español sino por un delito de malversación de caudales públicos.

Descartada la rebelión, según se dice por falta de gravedad o intensidad de los actos de violencia que acompañaron la sublevación,  queda la malversación, y aquí resulta obligado preguntar:

¿A cuánto ascendieron los caudales públicos malversados?

Y, sobre todo, ¿en qué se invirtieron los caudales públicos malversados?

Si en este caso la primera pregunta y sus posibles respuestas merecen una consideración subordinada,  la segunda pregunta y su respuesta real y fidedigna revisten, a mi entender, una importancia decisiva a la hora de definir la naturaleza del presunto delito y su gravedad.

Y, para mí,  la respuesta es tan evidente como innegable: los caudales malversados se invirtieron en financiar un levantamiento contra el Estado español  y su orden constitucional a la catalana manera, o sea, cuidando ante todo que en ese levantamiento no hubiera ni rastro de violencia.

Una rebelión sin rebelión. Dit i fet.

La violencia vendría después y correría a cargo de las organizaciones paramilitares de obediencia separatista, pero nunca sería violencia y nunca serían organizaciones paramilitares.

Al parecer, los teutones no saben que este es el país de la puta i la Ramoneta o, si se prefiere, de la trampa sistemática,  que aquí y ahora es también y sobre todo trampa semántica.

Prevaricación del Tribunal de Schleswig-Holstein

El Tribunal Superior de Justicia de Schleswig-Holstein ha decidido autorizar la extradición a España de Carles Puigdemont por el delito de malversación de caudales públicos, pero ha negado que el encausado incurriera en un delito de rebelión, ya que según dicho Tribunal la intención de éste era negociar con el Gobierno de España las condiciones de la independencia de Cataluña.

En cualquier caso, parece evidente que el Tribunal Superior de Justicia de Schleswig-Holstein estaba obligado a saber y sabía que la convocatoria del referéndum era abiertamente ilegal, ya que no había sido autorizada por el Estado español.

Por esa simple razón,  entiendo que, con su sentencia, el Tribunal Superior de Justicia de Schleswig-Holstein ha incurrido en un delito de prevaricación.

Observación marginal

En la versión española de la sentencia comentada se define a Carles Puigdemont como líder espiritual; entiendo que lo correcto es líder intelectual.

¿Hay que amnistiar a Pedro Sánchez?

Pedro Sánchez, nuestro actual jefe de Gobierno, ha manifestado su propósito de impulsar una ley que prohíba las amnistías fiscales.

Propósito loable.

Infinitamente más loable sería sin duda que el señor Sánchez impulsara una ley que prohibiera la existencia y las actividades de partidos políticos que tienen por finalidad primordial la destrucción de España como realidad política y Estado de derecho.

Pero lo cierto es que, de momento, el señor Sánchez  cumple las órdenes de quienes se han propuesto destruir España y llevan décadas trabajando en ello.

Así, la indignidad de los separatistas se ve superada con creces por la indignidad de quienes cumplen sus órdenes.

¿Se enteran o no se enteran  estos últimos?

El señor Pedro Sánchez tiene la palabra.

Reparto de funciones en la destrucción de España

Desde hace tiempo  veo con claridad que los separatistas catalanes  -siempre intrigantes y siempre desleales- dirigen la destrucción de España desde la distancia y la superioridad que les confiere su perfidia, mientras que  los falsos partidos de izquierda -aún más desleales y aún más insolidarios- la llevan a cabo en cumplimiento de sus instrucciones.

Otra sentencia del Tribunal de Schleswig-Holstein

No soy jurista, sólo abogado de la causa de España en mi búnker, un búnker virtual y por eso mismo irreductible. Su lema, que es el mío, predica:  La lealtad es garantía de convivencia en paz y democracia.

El caso es que,  después de releer la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Schleswig-Holstein sobre Carles Puigdemont negando su extradición a España explícitamente por el delito de rebelión, me he permitido hacer una nueva tanda de reflexiones.

¿Existió delito? ¿Sí? ¿En qué consistió el delito? ¿Quién lo cometió? ¿Cómo fue tipificado y cómo no fue tipificado el delito por la Justicia? Otro juicio y otra sentencia.

Tras la razonada y argumentada demanda del juez Llarena a la Justicia alemana parece suficientemente demostrado que el  señor Carles Puigdemont Casamajó es reponsable de haber organizado un referéndum ilegal, infracción grave de la Constitución española, máxime habida cuenta de que quien lo organiza es presidente de la Generalidad de Cataluña y como tal máximo representante del Estado español en esa comunidad autónoma.

Tenemos, pues, un delito consistente en una infracción grave de la Constitución española por parte del señor Carles Puigdemont Casamajó.

Ese es, en mi opinión, el hecho escueto.

Y toda vez que su tipificación específica varía de una legislación a otra y esta, a su vez, de un país a otro, considero que el Tribunal Superior de Justicia de Schleswig-Holstein no debería haber entrado en ese terreno.

Pero lo cierto es que dicho tribunal entró en ese terreno e incluso trató de tipificar el delito, bien es verdad que  aduciendo al mismo tiempo que éste  no adquirió en ningún momento la violencia necesaria para su catalogación  como rebelión o, en el caso de Alemania, como acto de alta traición (Hochverrat).

De acuerdo. No fue ni acto de alta traición ni rebelión. ¿Pero  entonces qué fue? De lo que no cabe duda es de que fue una infracción grave de la Constitución de España en cuanto Estado de derecho.

Pienso que el Tribunal Superior de Justicia de Schleswig-Holstein recurre ahí a una falacia -falta de intensidad de la violencia ejercida-, pero al hacerlo incurre en un acto de prevaricación, toda vez que está ante un acto delictivo grave cuya existencia debe conocer y reconocer y, no obstante, oculta y, acto seguido,  niega en su sentencia.

Deliberadamente. ¡Sí, deliberadamente!

¿O es que acaso no hubo infracción grave de la Constitución española?  ¿O es que acaso el Tribunal Superior de Justicia de Schleswig-Holstein no sabía que esa infracción era un delito grave? Y, si lo sabía, ¿por qué dictó sentencia como si no lo supiera?

A mi entender, lo que hay que dilucidar en definitiva  no es si hubo o no hubo rebelión sino si hubo o no hubo  infracción grave de la Constitución de un Estado de derecho llamado Reino de España.

Así, pues, se requiere otro juicio y se requiere otra sentencia; todo ello, ajustado a derecho.

Mientras tanto seguiré pensando que, hasta ahora,  la Justicia alemana no ha estado a la altura que el correcto tratamiento del litigio exigía y exige.

Orden

Llevo muchos años pensando en el orden y, al hacerlo, procuro  pensar siempre con orden.

El orden como medio y el orden como fin.

A estas alturas de la historia humana es obligado admitir que hay muchos tipos de orden o, si  se prefiere,  muchos órdenes de orden. Yo he identificado unos cuantos para mi uso y consumo, pero, curiosamente, aún no los tengo ordenados por completo. Imagino que con un poco de benevolencia  a eso se lo podría llamar  orden in progress. 

Ejemplos:

Orden natural

Orden humano

Orden divino

Orden lógico o racional

Orden teórico

Orden práctico

Orden estático

Orden dinámico

Orden funcional

Orden in progress

orden espacial

Orden temporal

Orden espacio-temporal

Orden sincrónico

Orden diacrónico

Orden decorativo

Orden estético

Orden de elementos homogéneos

Orden de elementos heterogéneos

Etcétera, etcétera.

El orden -un orden a medio camino entre la lógica/racionalidad y la funcionalidad/estética- es mi elemento y mi alimento, pues en él vivo y de él vivo, o, al menos, asi lo creo, como  creo con Espinoza que en definitiva sólo hay un orden, un orden cósmico que lo abarca todo, también el caos entendido a la vez como otra forma de orden y como desorden.

Pero ¿existe realmente el desorden? Sí, aunque sea sólo una forma de ignorancia.

En el ámbito de las relaciones humanas he descubierto que el orden es una forma de sinceridad y viceversa en cuanto que orden y sinceridad son transparentes, al menos para mí.

¿Asalto final?

Diversos indicios parecen indicar con toda claridad  que los separatistas catalanes se disponen a asestar el golpe definitivo a una España envilecida y arruinada.

El asalto final será una mera formalidad burocrática sin gritos de guerra ni derramamiento de sangre.

Está previsto que todo ello tenga lugar el próximo otoño.

¿Hay algún español dispuesto a dar su vida por España?

No hace falta, la traición se le ha anticipado.