Amores y madres

Confieso que siempre me ha tirado la metafísica del deforme chino de Königsberg y aún más el filosofar con el martillo de su hermano, el loco y bárbaro teutón,

pero nunca como la España paupérrima  y desgarrada de mi niñez de ángel,

el aliento de la loba que tuve por  madre  y el amor sin estigma de la  catalana que ha sido y es mi esposa, madre de nuestros dos hijos.

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