Puigdemont, su gobierno y los diez mil mercenarios de Putin
Siempre he sostenido por mi cuenta y riesgo que la guerra sucia es el elemento y el alimento natural del separatista catalán más auténtico y burgués. Y, sensu contrario, que esa pacífica y muy democrática criatura de Dios siempre ha sentido y ha manifestado una irrefrenable aversión a las armas de fuego y la guerra a pecho descubierto.
Por eso y en definitiva por mi conocimiento del percal, ahora me inclino a pensar que la propuesta del máximo mandatario del Kremlin de contribuir a la causa del separatismo catalán con 10.000 (diez mil) mercenarios y su correspondiente armamento responde -¡necesariamente!- a una negativa inicial del cliente y beneficiario a formar un ejército propio.
Cada uno, a lo suyo. Putin, en mi opinión bolchevique críptico pero irredento, a montar guerras en lo que para él será siempre el mundo capitalista y Puigdemont, desde Waterloo, a dirigir su gobierno catalán en el exilio para derrocar lo que para él seguirá siendo durante algún tiempo el Estado opresor, con Julian Assange como mediador y hombre bueno.
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