La maldad de mis queridos separatistas

Últimamente he hablado varias veces, en este mismo espacio, de «mis queridos separatistas». Una de las razones, no la única, de ese trato y tratamiento es que para mí toda maldad humana es en el fondo una forma de infantilismo perverso, tanto más en este caso en el que els nens petits son compatriotas míos.

En definitiva, infantilismo sólo parcialmente perverso, sólo parcialmente consciente y sólo parcialmente responsable, habida cuenta de que el ser humano cambia a menudo de manera de pensar, de manera de hablar y de manera de actuar.

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