Tres amigos, tres ideologías, una amistad

Tengo dos amigos: uno de derechas y otro de izquierdas. En medio estoy yo, que me considero un patriota español y me empeño en creer que, pese a mi biografía, esa división no va conmigo.

Imagino que Antonio, mi amigo de izquierdas, accedió al socialismo en su juventud, desde la ilustración laica, como persona movida por preocupaciones   sociales  centradas en la lucha contra la injusticia. Antonio es andaluz y fue un niño pobre.

Persona sumamente equilibrada y sensata, Antonio predica y practica un socialismo humano, solidario y real, siempre atento al entorno próximo y siempre ajeno a los autoritarismos.

Yo le respeto, le admiro y trato de aprender de él, sobre todo actitudes prácticas que tienen que ver con la sensatez y la mesura.

Para mí,  Antonio es, sin saberlo ni admitirlo,  un hombre de Dios o, si se prefiere, un santo agnóstico.

Andrés, mi amigo de derechas, es sumamente culto y leído, y, aunque cabe suponer que fue educado en un ambiente religioso y clerical, procura ser y mostrarse como persona intelectualmente abierta y  alejada de los dogmatismos cismundanos.

Siempre le agradeceré su compañía y de manera especial su condición de interlocutor documentado y solvente en nuestros debates sobre asuntos relacionados con el pensamiento y la fe.

En definitiva, Andrés es una persona con  principios y valores religiosos y, por esa misma razón, también morales.

A mi entender,  una  buena conciencia de manifiesto cuño religioso (¿falsa buena conciencia?) le lleva a pensar que, básicamente, está del lado de la verdad, la justicia e incluso  la razón en las cosas de este mundo y sobre todo del otro. En cualquier caso, entiendo que mi querido amigo  Andrés ha  organizado su vida en términos de un pietismo religioso que, vivido con plena convicción y entrega,  le proporciona seguridad y certeza.

La seguridad y la certeza que dan la fe en Dios y el cumplimiento de sus preceptos, junto con un sentido concienzudo del trabajo no como castigo bíblico sino como deber y autorrealización.

Seguridad y certeza de las que, a pesar de todos los pesares,  yo participo en buena medida, pues, después de toda una vida hecha de incontables pruebas de ensayo y error, parece que estoy a punto de llegar a una conclusión o, al menos, a un punto de reposo.

Como todo filósofo que se precia, yo también he elaborado mi prueba de la existencia de Dios, una prueba que parte del principio de la razón suficiente y, a través del axioma y la tautología, remite de vuelta a aquel que puede proclamar y proclama Yo soy el que soy, aunque, en mi caso, hasta ahora he sido siempre el que no soy y así lo he proclamado.

Pero eso queda ya para otro día.

 

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