Las dos vidas del separatismo: de ETA al Estado de las autonomías

De acuerdo con los documentos históricos, la «guerra fría»  se extendió desde 1947 hasta 1991 y registró sus momentos de máxima tensión con motivo de la guerra de Corea (1950-1953) y la guerra de Vietnam (1955-1975), pero por encima de todo con ocasión de la crisis de los misiles de Cuba, que tuvo lugar en octubre de 1962, cuando Estados Unidos  descubrió que la Unión Soviética había instalado bases de misiles de alcance medio en la isla caribeña. Afortunadamente, la crisis se saldó con una victoria diplomática de Estados Unidos, que, mediante una acertada y enérgica gestión, exigió y consiguió el desmantelamiento inmediato de las bases de misiles por parte de la Unión Soviética, evitando así una guerra nuclear de consecuencias impredecibles.

El nuevo escenario mundial, de manera especial en lo concerniente  a Europa, supuso el reconocimiento internacional  del régimen de Franco y, por lo tanto, su consolidación definitiva, puesto que, en atención a su rotunda oposición al comunismo, nuestro país se convirtió de inmediato en un aliado preferente de Estados Unidos en todos sus planes estratégicos para garantizar la seguridad nacional y la paz mundial (Estrategia de Seguridad Nacional).

Por entonces, España ya ha superado el aislamiento de la etapa autárquica y ha iniciado una etapa de desarrollo que va a cristalizar en el «milagro económico español» de los años sesenta. A la postre, ese milagro se ve potenciado, de una parte, por el aumento exponencial de los flujos migratorios de trabajadores españoles a los países más avanzados de Europa y, de otra parte, por  la llegada masiva de turistas de esos mismos países a nuestras costas. Los trabajadores envían remesas  de dinero a  sus familiares en España y los turistas generan empleo y aportan divisas.

En definitiva, nuestro país supera el duro trance de la doble posguerra con sus infinitas miserias  y supera también los cuarenta años de dictadura franquista, una dictadura de estirpe militar y cuño fascista que, al menos en mi opinión,  en su última fase se caracteriza por una poco menos que absoluta indefinición ideológica, incluso programática, y se aguanta  por pura inercia.

En 1958 aparece ETA. Aunque de acuerdo con las proclamas de sus dirigentes  es una organización  independentista vasca, abertzale, revolucionaria y socialista, sus miembros utilizan para conseguir sus fines métodos que van desde el asesinato hasta la extorsión económica, pasando por el secuestro. En sus sesenta años de existencia, puesto que se disolverá oficialmente en 2011, ETA va a perpetrar 864 asesinatos y 3000 atentados, cifras a las que  hay que sumar 7000 víctimas de diversa naturaleza y gravedad.

Franco persigue a ETA manu militari  y trata de controlar sus actividades por métodos policiales y el acoso directo de sus miembros, hasta que  llega al convencimiento, ya en los últimos años de su régimen y su vida, de que la organización terrorista está bajo control y poco menos que al borde de la desaparición.

Ingenuo y lamentable error. Error histórico.

Mientras tanto, los burgueses catalanes, tras correr a adherirse al Régimen el mismo día de la Victoria, coparon  todos los cargos de poder y representación del Estado en Cataluña, y en ellos se mantuvieron , «inasequibles al desaliento», hasta la muerte de Franco en noviembre de 1975 y la extinción de su dictadura en fecha inmediatamente posterior.

Hablar de una lucha de la burguesía catalana  contra el franquismo es, de acuerdo con la información histórica existente, una burda y vil  falsedad. La realidad es que la burguesía catalana, desde sus cargos en el régimen franquista, persiguió al separatismo y los separatistas.

Entonces se trataba de servir a España y hacer méritos.

En 1978 la situación cambia radicalmente para personas e instituciones.  Se instaura un régimen –formalmente– democrático con la aprobación en referéndum de una Constitución de acuerdo con la cual España pasa a ser y llamarse Estado de las autonomías.  En ese mismo momento deja de ser un Estado  centralista y unitario de estirpe histórica y, a través del nuevo ordenamiento territorial, entrega el gobierno de sus regiones, ahora llamadas comunidades autónomas y dos de ellas con rango de nacionalidad, a sus respectivos gobiernos autonómicos y autónomos.

Y como, además, cada una de esas comunidades autónomas tiene parlamento propio y éste está facultado para promulgar leyes válidas en el ámbito de su jurisdicción, personalmente  entiendo  que  los legisladores  y padres de la nueva Constitución han enajenado la soberanía nacional  y se la han entregado gratis et amore, incardinada en la estructura profunda del Estado y sus instituciones más representativas, a los que siempre soñaron con destruir España y romper de una vez por todas la convivencia pacífica y leal de todos los españoles. 

¿Conclusión? España se encuentra ahora –julio de 2021–  en una situación caracterizada  por problemas que afectan directa y decisivamente a su existencia y su supervivencia como Estado soberano y PATRIA COMÚN, INDIVISIBLE E INALIENABLE  DE TODOS LOS ESPAÑOLES.

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