El Estado fallido: de Afganistán a España

Entiendo que, a estas alturas de la película, es lícito, tal vez obligado, decir que Afganistán es ahora un Estado fallido. Sumido en el caos, puedo imaginar que el país se ha convertido en un inmenso mercado de armas, frecuentado, entre otros,  por señores de la  guerra, traficantes de chatarra bélica y mercenarios de diversas especialidades en procura de una nueva campaña, habida cuenta de que, de acuerdo con una norma universal, en este mundillo siempre se cobra por cabeza abatida.

Y, por descontado,  a tocateja.

Primero, el caos;  después, el mercado; después, el reparto de armas y, por último, lo primero: vuelta a empezar.

¿Acaso no estamos en el eterno retorno?

A mi leal entender y sentir, España está llamada a figurar en un futuro no lejano  en la lista de Estados fallidos, pero como no parece muy racional poner fecha a lo que aún no ha ocurrido, echaré mano de la fórmula marxiana: España, patria de todos los españoles, desaparecerá del concierto de las naciones y de todos los  mapas cuando se den las condiciones objetivas.

O, en otras palabras, cuando los españoles dejemos de defenderla.

Reflexión post scriptum

Juan-José López Burniol, escriba de La Vanguardia y, por consiguiente, de la burguesía separatista de Cataluña, nos ofrece hoy un puñado de mentiras por omisión con valor de sendos paradigmas.

El pájaro canta y escribe:

Don Juan Carlos debe regresar, y esperar aquí a que se depuren sus responsabilidades 

 

 

 

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