Sociedad civil

Por lo que sé, en las democracias consolidadas y eficientes, las instancias con poder de decisión  y/o representación se controlan unas a otras, de modo que ninguna de ellas queda fuera o por encima del sistema, simbolizado  convencionalmente por una pirámide truncada.

Ese control permanente y permanentemente equilibrado es el check and balance británico.

Si partimos de una situación ideal, vemos que en la base de la pirámide -siempre truncada y siempre transparente- está la sociedad civil, que, a su vez, controla la superestructura con todas sus instancias de poder de decisión y/o representación de acuerdo con un derecho que emana de la soberanía popular y busca el bien común, entendido en ocasiones como interés general.

Para mí, eso significa que, en un sistema democrático, las instituciones del Estado están al servicio de la sociedad civil, que vela por su recto y correcto funcionamiento en interés propio.

Es fácil entender y, en caso necesario, comprobar que sin esa acción de control y supervisión del conjunto del Estado y sus instituciones por parte de la sociedad civil no hay democracia debidamente operativa en términos sociales, políticos y económicos.

De hecho, los países con una democracia eficiente son aquellos -y sólo aquellos- que disponen de una sociedad civil dispuesta a defender sus derechos y sus obligaciones con los medios puestos a su disposición por la ley o, en su caso, la Constitución.

En mi opinión, la corrupción que, en los últimos tiempos, parece haberse apoderado de la llamada clase política española, allanando barreras ideológicas, es tanto más dolorosa cuanto que  puede y debe entenderse como  síntoma inequívoco de la corrupción de nuestra sociedad civil.

Sin una sociedad civil que supervise y controle el funcionamiento de la máquina del Estado  no hay democracia.

Esa es la gran lección europea que, lamentablemente, los españoles aún no hemos aprendido.

Y para mí, como patriota, eso es con mucho lo más grave.

Cristóbal Montoro, contable escandinavo

Cristóbal Montoro apareció en pantalla y compareció ante los españoles en la noche del sábado, 25 de octubre. Los interrogadores de turno le formularon una serie de preguntas trampa sin veneno del bueno, ese que mata a la primera picadura y, no digamos, a la primera ingesta, que, por lo tanto, es también la última.

Más que interrogadores, me parecieron subalternos o, por mejor decir, subalternas en prácticas.

Entiendo que Montoro, actual contable del partido del Gobierno y del Gobierno de España, se sintió cómodo en todo momento, o sea, antes de la comparecencia, durante la comparecencia y  después de la comparecencia.

Yo a lo mío, que para eso estoy aquí, y pelotas fuera.

Entiendo que  Cristóbal Montoro dista mucho de ser un político convencional y, aún más, de ser un político brillante. Pero entiendo asimismo que es un contable eficaz, incluso eficiente y leal.

Entiendo que, en la noche del sábado, Cristóbal Montoro lo tuvo fácil, y, a decir verdad, salió airoso de la prueba y sus añagazas. Pero ni lució ni se lució.

Lucir y lucirse no es lo suyo. El hombre no tiene planta de torero televisivo, defecto que, dado el espíritu de los tiempos imperante hoy en nuestro ruedo, es muy de agradecer.

Entiendo asimismo que tal vez estemos en la vía del capitalismo escandinavo, ese de los funcionarios anónimos que viajan en tren para asistir, verbigratia,  a las reuniones ministeriales.

Ahí me gustaría ver a Pablo Iglesias y su comparsa de colegas.

Entiendo que Cristóbal Montoro pertenece a esa subespecie o especie menor, la del funcionariado anónimo y eficiente, ajeno a vedetismos y corrupciones.

Entiendo que el mensaje de Pablo Iglesias y, por lo mismo, el de Podemos es el mensaje del primer Felipe González, el Isidoro de hace treinta o cuarenta años que algunos conocimos, no el del Felipe González de ahora, aburguesado y acomodado por acomodaticio.

La historia se repite y se repiten sus ciclos.

Aun así,  yo seguiré creyendo en la utopía como reino de la racionalidad y la justicia alcanzado no por la  vía revolucionaria sino por la vía de la acumulación constante y mínimamente sistemática de avances entendidos como otras tantas agresiones/usurpaciones a la irracionalidad y la injusticia.

Entiendo que venimos del caos y somos hijos del caos, pero vamos a la racionalidad y la justicia. Estamos llamados a ser padres de seres racionales y justos.

Mientras tanto, Montoro, tú a lo tuyo. Los números cantan…

La herencia de Jordi Pujol padre

Un día, de cuya fecha no quiero acordarme, Jordi Pujol fue a ver a su padre, el señor Florencio, y, tras saludarlo a la catalana manera, le comentó en tono entre  filial y meloso.

Pare, como usted sabe muy bien, yo me dedico a la política y, como usted sabe igualmente muy bien, la política no es una actividad  para ganar dinero y hacerse rico en cuatro días, sino todo lo contrario. A pesar de ello, he conseguido escamotear unos calerons (dinerillos) que me gustaría poner a salvo para que, si un día me pasa algo, la Marta y nuestros hijos puedan salir adelante, al menos durante algún tiempo.

–Lo entiendo, fill meu, lo entiendo, pero ¿qué quieres que haga yo en ese asunto?

–Muy sencillo, pare. Conque ahora hay que hacerlo todo de acuerdo con las leyes de los de Madrid, he pensado que podemos hacer ver que esos  dinerillos los he recibido de usted como parte de mi herencia. Será una herencia que no es herencia. Un asunto exclusivamente entre nosotros dos, como otras veces. Nadie tiene que saber nada.

–¿Ni siquiera la Marta?

–Ni siquiera ella. Ya me cuidaré yo de asabentarla (informarla) cuando convenga. Si es que conviene, pues justamente ahora la pobre está pasando lo suyo. Llevamos una temporadita que no me ve el pelo  ni a la hora de cenar. Suerte de la secretaria que me han puesto los del Òmnium. Muchas  noches  nos quedamos a trabajar en la Generalidad y allí nos amanece.Todo por Cataluña…

–Lo sé, lo sé, fillet meu. Siempre pienso que eres un mártir, mártir por Cataluña, como tú dices. Pero ahora lo que toca es que te firme este papel, ¿no es así? Dinero no necesitas, ¿verdad, Jordi?

–Así es, pare. Mire, ponga su nombre y apellidos aquí, en la cruz. No hace falta que lo lea todo, son cosas de abogados, no se entiende nada. Ni falta que hace.

–Aquí tienes. Siempre dije que eras un chico muy espabilado…

Dit i fet, que quiere decir dicho y hecho. 

…………………..

Considero que este relato de la herencia de Jordi Pujol es bastante más verosímil que el presentado por él  en calidad de beneficiario,

e se non è vero, è ben trovato.

Sosa Wagner no es sosa cáustica

Por ibero, me siento llamado a imaginar las huestes de UPyD como un reducido corro de guerreros vascones congregados devotamente  ante la Dama de Elche.

Eso significa, entre otras cosas, que hay un problema que no tengo: el de la duda apriorística y sistémica sobre la lealtad de los orantes.

Para mí, Sosa Wagner no tiene nada de sosa cáustica, esa que corroe los tejidos animales y, siguiendo el  hilo, sociales.

El conflicto básico que veo en su presencia como miembro de UPyD queda contenido en la disyuntiva: ¿un hombre para un partido o un partido para un hombre?

Él, aferrado a su dignidad, ha optado por volver a la cátedra, lo cual, evidentemente,  también es una  manera de sentar cátedra y tomar la palabra.

Si esclavo es aquel ser humano que lo supedita todo a la supervivencia, un señor de nuestro tiempo podría ser aquel otro ser humano que se identifica con su dignidad  y decide vivir y  morir con ella.

Aquí la pajarita sería signo y símbolo.

A mi entender, si dejamos a un lado la incógnita de su continuidad y pervivencia como formación política, el gran problema  de UPyD y su reducto ibero-vascón tiene sello catalán y se llama ciudadano Rivera.

¿Una vez más la parte  será más hábil y se impondrá al todo?

Cuatro consideraciones y una maldición

Primera consideración

Considero que, ahora más que nunca, hacen falta españoles

con SENTIDO DE ESTADO

para que España sea un ESTADO CON SENTIDO,

no un ESTADO CONSENTIDO

por Alemania, Estados Unidos, Israel…,

hasta que ellos quieran.

 

Segunda consideración

Considero que el estigma del catalanismo no es el separatismo sino la deslealtad. Gracias a esa deslealtad y a  su espíritu burgués, el catalanismo sobrevive a todo régimen político, se sirve de él y en definitiva se impone siempre a él.

 

Tercera consideración

Con las armas de la perfidia, la intriga y el dinero, la burguesía catalana está a punto de conseguir, si es que no lo ha conseguido ya, que en España la parte sea más que el todo.

 

Cuarta consideración

Considero que conozco un modo de acabar con el separatismo que amenaza gravísimamente, de manera continua,  la pervivencia de España como nación sana y unida.

En cualquier caso, pienso que o España termina con el separatismo o el separatismo termina con España. Esta última posibilidad me ha atormentado durante la mayor parte de mi vida como una maldición.

Me cago en la madre que me parió.

 

El tuerto y el bizco en su última peripecia

Imagino que, después de compararse/equipararse con el David bíblico por su astucia y, naturalmente, por su misión patriótico-liberadora, Artur Mas, presidente de la Generalidad de Cataluña, habrá estado ejercitándose con tensa intensidad en el manejo de la honda para abatir al gigante Goliat, que, según él, aquí y ahora es el Estado español.

De lo contrario, este urbanita del siglo XXI podría encontrarse con que la piedra lanzada con su honda no había hecho blanco en la cabeza del Gran Enemigo de Cataluña sino en la cabeza del propio hondero, concretamente en su ojo izquierdo, que para un diestro poco diestro es sin duda el más vulnerable y expuesto de los dos en tales lances.

En ese supuesto, probablemente tendríamos que la política catalana era dirigida –¿con carácter interino?– por un tuerto y un bizco.

Dios no lo quiera.

En cualquier caso, me pregunto: ¿cómo se mirarán y cómo se verán los dos interfectos si, después de fallar sus incontables cábalas y cambalaches, ambos dan con sus huesos en la cárcel del Gran Enemigo? 

Habrá que esperar a verlo para dejar de imaginarlo.

Última lección de nuestro moderno David 

Una retirada táctica bien ejecutada y bien administrada puede consolidar el plan estratégico en su conjunto y asegurar la conquista del objetivo final.  

Obviamente, quien dice una retirada dice mil. Traiciones y deslealtades no se contabilizan.

¿Invención de la historia y vuelta al pasado?

Leo en algún sitio que alguien advierte de la posibilidad de que los separatistas catalanes fuercen la situación con atentados y  otras acciones de carácter violento.

Una escalada que desembocaría en una situación de cuño vasco o norirlandés.

No lo creo.

Más bien me inclino a pensar que, de momento, nuestros separatistas seguirán con la táctica de la puta i la Ramoneta, que tan buenos resultados les viene dando.

Y sin riesgo.

Entiendo que el separatismo catalán –¿nacionalismo?– ha sido  siempre esencialmente burgués, y es sabido que a la burguesía no le gusta la violencia. Y, tal vez, a la burguesía catalana menos que a ninguna.

Para mí, lo más probable es que esa burguesía, dueña de todos o casi todos los resortes de poder y decisión de Cataluña (y con una gran influencia en los del resto de España), va a continuar con su juego de deslealtades y traiciones, de plantes y desplantes, pero cuidando siempre de dejar abierta la puerta giratoria de la negociación y la huida.

Por si acaso.

Días pasados, Enric Juliana, una de las personificaciones más sinceras y auténticas de la deslealtad separatista, decía, en  tono comedido y conciliador, que en estos momentos todo se reduce a un debate político.

Se refería, naturalmente, a Cataluña y su nueva andadura.

O sea que, por ahora, nada de choque de trenes ni de proclamación unilateral de la independencia por parte del presidente de la Generalidad.

Una cosa es inventarse una historia de Cataluña para párvulos  y otra, muy distinta, hacer méritos para ir a la cárcel por delitos de sedición y corrupción, por ejemplo.

Así, pues, habrá otro 12 de Octubre y habrá otro Día de la Hispanidad, pero, de momento, no habrá otro Octubre del 34.

El seny, convertido en miedo, guarda la viña.

Rajoy y Mas ante el tablero político

Resulta  evidente que tanto Rajoy como Mas tienen su plan táctico-estratégico con respecto al referéndum del 9 de noviembre próximo. Uno quiere que no se convoque, otro quiere que se convoque y se celebre.

Yo me inclino a  pensar que los  dos saben que es ilegal y, por ilegal, delictivo.

Partida de ajedrez entre dos políticos conocedores de los secretos del tablero político gracias, sobre todo, a su experiencia.

Rajoy, representante de España, tiene las piezas blancas y, por eso mismo, parece que debería llevar la iniciativa.

Mas, con negras, es el aspirante oficioso a un nuevo título pendiente de homologación nacional e internacional o, más exactamente, alemana y europea. Táctico avezado y siempre sorprendente, este catalán hace honor a su condición con un juego plagado de emboscadas y un espíritu de lucha poco menos que irreductible.

Rajoy es claramente favorito en las encuestas, dada su posición y dados sus recursos ofensivos y defensivos, pero tanto  en ajedrez como en política no hay enemigo pequeño, y mucho menos si ese enemigo es catalán y ha preparado la partida de su vida durante décadas, asistido siempre por equipos de asesores y analistas conocedores de todos o casi todos los secretos del juego ciencia aplicados a la política.

Según algunos observadores nacionales, el plan estratégico de Rajoy se basa en «dormir» el juego y con él la partida,  a la espera de acontecimientos políticos como la resolución judicial del  caso Pujol y las investigaciones por parte de la Justicia española de varias tramas de corrupción económica en las que estarían fuertemente implicados miembros de la burguesía condal, muchos de ellos con cargos relevantes en la administración autonómica.

Ese golpe por debajo de la línea de flotación al catalanismo independentista podría hundir el plan de Mas, basado en la acumulación acelerada de fuerzas para ganar tiempo y , a partir de una situación inicial netamente desfavorable en el plano jurídico, alcanzar una posición ventajosa y dar un último salto cualitativo que le otorgue la victoria.

Doctrina ajedrecística del Doctor Emmanuel Lasker, judío alemán.

Entiendo que el hecho de que se llegue a  convocar  un referéndum manifiestamente ilegal como este sería, de una parte, un triunfo de la perfidia y, de otra, una derrota  vergonzosa de un Estado de derecho que no supo defenderse y defender a sus ciudadanos con la ley en la mano.

Una cosa parece cierta: en esta partida no habrá empate.

Observación

Con la aparición de la informática y su aplicación al ajedrez, las partidas se juegan, en caso necesario, a finis; no se aplazan.

 

El árbol y las ramas, parábola del patriarca Jordi Pujol

Cabe pensar que en  la parábola evangélica  de Jordi Pujol cada representante de las familias burguesas de Cataluña  es una rama. Él es no sólo una de ellas sino, aunque no lo declare de manera explícita, la más importante. Y, como explica en su pedagógico e ilustrativo  lenguaje parabólico, si cae esa rama que es él, caerán todas las demás ramas y, a la postre, caerá el árbol.

O sea, caerá toda la burguesía catalana arracimada en torno al patriarca Jordi Pujol durante más de tres décadas.

A juzgar por varios indicios de peso, la próxima en caer va a ser la rama correspondiente a Artur Mas, a la  que seguirá, probablemente, la rama de Felip Puig, ministro de Interior (es un decir) y miembro del núcleo más duro del catalanismo separatista.

¿Acusación o, como se dice ahora, imputación? Corrupción y comercio (¿tráfico?) de influencias o, si se prefiere, economía especulativa en estado puro.

En ese contexto tal vez convenga explicar de una vez por todas que la burguesía catalana, dedicada tradicionalmente a la economía productiva,  desde la  que  contribuyó al progreso de la sociedad de Cataluña y, por eso mismo, de toda España, decidió un buen día ampliar y diversificar sus actividades y empezó a operar en el campo de la política, con especial dedicación a la economía especulativa.

De hecho, con  la llegada de la democracia (formal) a España, la burguesía catalana se apoderó de la administración autonómica con todas sus instancias de poder y representación para instalar inmediatamente  una criptodictadura bajo la patriótica consigna de que en Cataluña la política debían hacerla los catalanes, tanto para los catalanes como para los no catalanes.

Colonos fuera.

Y, efectivamente, la burguesía autóctona copó rápidamente todas las instancias de poder y representación de esta comunidad teóricamente autónoma y teóricamente democrática, desde la Generalidad hasta el Parlamento, pasando por los partidos políticos de derecha, centro e izquierda, dejando un  pequeño outlet  a modo de respiradero para los charnegos, que, después de ser  utilizados como fuerza de choque contra el franquismo, ahora debían contribuir a mantener viva y visible la apariencia de una sociedad culta y civilizada, junto con  el simulacro de un sistema democrático.

Alojados en los estratos más bajos del  PSC como masa ignorante y amorfa, los charnegos habían sido despojados desde un principio del  derecho a decidir por sí mismos, sobre sí mismos, y siempre carecieron de representación propia. Y, si es cierto que  ahora tenían derecho de voto, también lo es que ese voto suyo era  capitalizado y comercializado colectivamente por los dirigentes del partido (PSC) para hacer política separatista o, lo que es igual,  política en contra de ellos como ciudadanos de Cataluña y como españoles.

El hecho es que el sector separatista de Cataluña nunca  reconoció la existencia de una comunidad de lengua y sentimiento españoles, a pesar de que esa comunidad representaba y representa más del sesenta por ciento de la población total de Cataluña.

Pero, además de ignorarla sistemáticamente para llevar adelante su proyecto separatista –proyecto esencialmente burgués y por lo tanto minoritario y elitista– y conferirle apariencia popular y democrática, ese sector de la población de Cataluña no duda en utilizarla con ese y otros fines propagandísticos cuando le conviene.

Evidentemente, de acuerdo con semejante planteamiento, la actividad económica generada por la administración autonómica, que operaba de facto casi como un  estado independiente, debía recaer sobre ciudadanos catalanes y empresas catalanas, reales o ficticias.

Naturalmente, los  proyectos de la Generalidad eran siempre o casi siempre para empresas catalanas. No contentos con todo ello, miembros de esa misma burguesía pertenecientes al entorno de Pujol y su familia establecieron pronto un canon (impuesto burgués), de cuantía variable, para gravar todos los encargos hechos  por la Generalidad y sus incontables ramificaciones, en el bien entendido de que  la empresa adjudicataria podía incluirlo en el importe total de  la factura y por lo tanto no lo pagaba  ella sino la Administración y, en última instancia, el contribuyente español.

Desde esta perspectiva, la carrera hacia la independencia protagonizada por la burguesía catalana ha sido y sigue siendo, a mi entender, una fuga  de esa misma burguesía para eludir responsabilidades penales  y escapar al  acoso de la Hacienda y la Justicia de España.

Ese sistema de control político, económico y social  no fue ideado por Jordi Pujol pero él lo implantó en gran parte y fue uno de sus mayores beneficiarios o, si se quiere, una de sus principales ramas.

España, una vez más, ante su futuro

Cabe imaginar que Artur Mas va a seguir tratando de burlar la ley y en definitiva la Constitución a la que debe su cargo y va a aprovechar todas las lagunas y todos los vacíos legales existentes o simplemente posibles, así como todos los apoyos internacionales, reales o imaginarios, que se produzcan en los próximos días, sin olvidar la fuerza intimidatoria de los 300.000 árabes que, según parece, viven en Cataluña bajo la protección directa y expresa de la Generalidad.

Aun así, quiero  pensar que el referéndum no se celebrará y Artur Mas pasará una temporada en la cárcel si, como parece, persiste en su actitud.

De todos modos, considero que el Gobierno de la Nación se verá obligado a actuar con decisión, diligencia  y acierto si quiere poner coto a la sedición catalana y no quiere que el fuego se propague a otras regiones y suma a España en un caos que escape a su control.

Entiendo que es momento de apagar ese fuego,  todos los fuegos  que amenazan con destruir la convivencia de los españoles y su futuro, y reconstruir España.

Quizás sea nuestra última oportunidad.